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LEA EN ESTE NUMERO:

e | VIRUTAS DE HISTORIA tertzon mesnor |

AÑO VIl - NUM. 332 - 9 MAYO 1970 | AAA

2105 CABIALEROS DE UN OPOICION Y LOS PROCERES DEL ARDR|

PRESO TI ICAO

| DIPLOMACIA JNSOLITA For PO CARDENAL

NY [PEINE EE CIA

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ar ENCUESTA-CONSULTA DIOCESANA AL CLERO | Marruecos, suscripción Por JUAN-ANGEL ONATE, lLectoral de Valencia

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o A DISPARATE ARCIPRESTAL, Resto del mundo, suscrip- COLEGIAL MN VICARIAL ción amua) ... ... coo... ... 008 » Por AFRIT DIRECTO: LOS DEMAS NOS PONEN CARGAS... JOAQUIN PEREZ MADRIGAL PERO ELLOS NO LLEVAN LAS SUYAS Por ZORTZIGARRENTZALE

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¿Y la guardia de los guardas de la GRAN PUERTA?

El Ministro señor Fernández Miranda no es un gobernante retórico ni gaseoso

Por FERMIN DEL RONCAL

10 PTAS.

LOS CABALLEROS DE LA OPOSICION Y LOS PROCERES DE LA RAZA

Huellas del paso de W. Scheel y de Figueres

El Presidente electo de la República de Costa lica, don José Figueres Ferrer, caracterizado política liberal y demócrata de izquierdas, ha venida a España, acompañado por su esposa. Con ésta acudió al Palacio Caudillal de 1l Pardo, donde el Jefe del Estado español y su esposa recibieron y conversaron. a alto ni- vel mentes y corazones, de los pequeños y grandes problemas, notorios e implicitos, que nos atraen, preocupan y afligen más o menos a todos los hombres v a todos los Estados de este mundo.

El señor Presidente electo de Costa Rica —se posesionará el día S de este mes— hizo también unas declaraciones a la Tele- visión y a la prensa española realmente enaltecedoras de la es- tirpe la conciencia del estadista costarricense como de las nues: tras, que, si en sangre, idioma y religión son tan afines, se ofre- cen a la contemplación y estudio de la Historia Universal, con mu- chas más horas de vuelo, de venturas y desventuras, de ciencia Y experiencias. que nuestras entrañables hermanas las ¡Repúblicas hispanoamericanas,

Quede como ejemplo de hidalguía y de nobleza de raza esta visita a España. a Madrid y a El Pardo del señor Presidente elec- to de Costa Rica, don José Figueres Ferrer, político liberal y de- mócrata de izquierdas. Otros Presidentes efectivos de Repúblicas hispanoamericanas vinieron a Europa. a países de nuestra vecin- dad. Pero no eran de izquierdas. Eran cristiano-demócratas, y re husaron honrarnos con su visita.

Si. por modo desacostumbrado en nosotros, nos hemos dete- nido a poner de resalto la visita a España del Presidente de Cos- ta Rica. don José Figueres Ferrer —pormenores de episodios per- sonales y políticos fugaces—, han sido movidos por lo que. como tentación irresistible a servir a la causa de la Libertad, haya representado la conducta caballerosa y nobilísima del señor Fi- gueres para los cuatro esregios ciudadanos Areilza, Ruiz-Giménez, Tierno Galván y Satrústegui. ¿Es cierta la versión de cierto in- forme elevado por esos cuatro caballeros al Presidente electo de Costa Rica, denunciándole que viven oprimidos, en secuestro sus libertades, derechos, haciendas y dignidades? No lo creemos. No podemos creerlo. Mas al cabo estos cuatro insignes ciudadanos han dado motivo para que se forjen los más descabellados bulos en torno a su quehacer apetecer socio-político de oposición a toda razonable y sólida posición. ¿No fueron los caballeros Areilza, Ruiz-Giménez, Tierno Galván y Satrústegui en representación y propio derecho de su oposición al Régimen. a decirle al señor Ministro de NXegocios Extranjeros de la República Federal de Alemania. Walter Scheel, que ellos, aunque en muy buena posi- ción. eran la oposición; que constituida la oposición por ellos, que han logrado una buena posición, ni el Régimen constituido ni el Movimiento Nacional les hacía caso? ¿No le preguntaron esos ca- balleros a Walter Scheel si se podía consentir que un Régimen como éste, que a ellos no les hace caso, pueda integrarse en Eu- ropa? Ese mal paso dado por los cuatro miembros de mejor po- sición de toda oposición, ha dado lugar a que proliferen los chis- mes y los cuentos más absurdos. Y también ha servido —¡cuánto les habrá dolido'— para que un prócer —política personalista apar- te—, para que un prócer de la España de las Cruzadas, de la Gran- deza y el Honor de la Raza y de sus hijos más nobles y esforzados, haya publicado en el diario «A B C», de su propiedad legítima, bravamente ganada, el bellísimo artículo que, honrando esta pá- gina, vamos a reproducir:

Don Juan lgnacio Luca de Tena, Marqués de Luca de Tena, publicó en el diario «A B —que fundó su padre, don Torcuato, ¿ y dirige su hijo, don Torcuato— el siguiente artículo. que se nos Sy antoja rúbrica refulgente de toda una vida moral y patriótica-

mente acrisolada.

4 LA DOCTRINA Y LA LITURGIA

«Los viejos vivimos de recuerdos. Y los memoriosos viejos re- cordarán, como yo, la actitud política de «A B con Ja segunda República española. Durante su vigencia, este periódico fue san- cionado con dos suspensiones gubernativas de muchos meses, una incautación de años y, mientras duraron las dos primeras, con

r el encarcelamiento de su director: el que este artículo escribe.

No era, en verdad, nuestro diario un modelo de adulación al régimen nefasto de los años treinta. Pues bien, durante un pe- ríodo en que «A B se publicaba entre suspensión y suspensión surgió en cl mundo un conflicto internacional, precursor, entre otros, de la segunda guerra europea del siglo XX. Por entonces, el director de «A B Cp visitó en su residencia oficial a un minis- tro de la República con el que más relación personal le unía. Era

Ja primera vez, desde la proclamación de aquel régimen, que yo entraba en un despacho ministerial. El político visitado por Vive todavía y Dios le conserve la vida muchos años. A través de los tiempos ha dado pruebas de no tener mucha memoria, pero es posible que recuerde el episodio que voy a relatar. Cuan- do, respondiendo a su cortés invitación, me senté frente a Cl, le dije que, si mi curiosidad no era indiscreta, deseaba saber el cri- terio del Gobierno español ante el grave conflicto internacional que acababa de surgir. a curiosidad no es nada indiscreta —respondióme amable:

A continuación me confió lo que yo deseaba saber. Y acabó pre- ntándome a su vez:

—Pero ¿por qué le interesa a usted tanto conocer el pensa: miento del Gobierno de la República sobre este asunto? -Señor mini tro, porque en cuestiones internacionales no quie-

"Qu Y / > '

ro que «A BC» tenga otra postura que la del Gobierno de España y voy a defenderla en el periódico, aunque yo no la comparta.

Así lo hice,

Todo lo que antecede viene a cuento de probar que no he cam- biado de criterio durante los treinta y siete años transcurridos ante la insólita visita que cuatro políticos españoles, Namados «de oposición» (2), acaban de hacer en Madrid al Ministro de Rela- ciones Exteriores de un país cxtranjeto olicialmente invitado. No es para fácilmente comprensible ni disculpable que unos hombres, que han tenido y pretenden tener una responsabilidad en los asuntos del Estado, vayan a contarle sus opiniones, con- Gtravias al Gobierno y régimen de España, al representante de una de las naciones que más nos ha ayudado y está ayudándonos en nuestra incorporación a Europa, con la agravante de que esto se produce cuando ya estamos a punto de ingresar en el Mercado Común, después de largas y laboriosas gestiones diplomáticas. No. La ropa que haya que lavar debe lavarse en casa.

A me parece muy bien que todos y cada uno de los espa: ñoles expresen sus opiniones políticas, ya sean acertadas o equi- vocadas, en la Prensa nacional o en una tribuna española; pero frente al extranjero, a costa del prestigio internacional de España y con peligro para la economía de España, lo encuentro iney- rrecto, por no decir, ya que sería exagerado, dada la aleurnia in- telectual y personal de los visitantes del ministro alemán, senci- Hamente demencial.

No hace muchos días, en un acto semipúblico, le dije yo a uno de los cuatro visitantes que me consideraba su correligionario por cvincidir en lo fundamental con su doctrina; pero que no es: taba de acuerdo con su liturgia. Y hablare mal de las cosas de Es- paña en idioma extranjero se me antoja litárgicamente tan insó: lito como si hubicra oído en la parroquia de la Concepción de Madrid una misa rezada en chino.—Juan lgnacio LUCA DE TENA.»

LOS HAY MUY GRACIOSOS

¿Es que se han terminado los graciosos o que han terminado las gracias con que suelen mostrarse”

Esta pregunta me han dirigido algunos lectores al no ver en algún número esta sección, y he de manifestarles que, desgra- ciadamente, no han terminado. aunque, gracias a Dios, no au- menta el número. Es más: nos consta que algunos quieren dejar los caminos de desvarío y volver enteramente adonde siempre debieron estar.

Nos escriben «y detallan la gracia de un yo-yo que, sobre su hábito rebajado, lo mismo puede ser por humildad que por ton- tería, lleva un abrigo o gabán, o como se llame, de seglar.

Antes veíamos a estos señores vestir sotana morada y a veces sobre ella una dulleta. ¡Ah! Y aquellos señores eran respetados y no dejaban de mostrarse humildes, aunque su cargo lo desem- peñaran con toda dignidad.

Pero... estos yo-yos de ahora... ¿A dónde van a ir a parar? ¿Les estorba el traje adecuado a su dignidad? ¡Mal síntoma!

Qué diríamos de un general que, en vez de dirigir a sus sol- dados, se uniese a ellos, se quitase sus insignias y les dijese: «Somos iguales; mandad y dirigid vosotros.»

Pues eso tenemos que decir de estos yo-yus que, en vez de di- rigir y ordenar, dejan estos menesteres a quienes deben obedecer sus directrices.

Jamás vimos tanto tiempo malgastado en declaraciones. Siem- pre vimos al clero obediente a sus prelados. Estos. ocupaban su puesto, habitaban los edificios que las diócesis poseían para ellos y cada uno gobernaba su rebaño según su leal saber y entender, pero sin resaltar deficiencias que pudieran encontrar en la ac- tuación de su predecesor, y mucho menos sobre todos o casi to- dos. como resaltan algunos que encuentran desfasado cuanto usa- ron aquéllos. muchos de ellos grandes teólogos, grandes filósofos, erandes políticos y grandes santos. '

P ¿Puede dudarse de la cultura, del celo y de la santidad de San Antonio María Claret? ;

Pues este santo prelado usó los signos externos que requeria su cargo, y nada encontró desfasado, y predicó el Evangelio, y convirtió muchas almas, y escribió libros, folletos, opúsculos con sanísima doctrina que aun hoy, a pesar de la desviación incluso de algunos de sus hijos, como es un ejemplo el de la «Ilustra- ción del Clero», sigue produciendo mucho hien.

BRUJA VIRDE

“CON CRISTO VIVO, FRENTE A LOS ““TEOLOGOS” DE ASALTO”

Por JOAQUIN PERTZ MADRIGAL 300 páginas. Precio: 150 pesetas

PEDIDOS CONTRA /¡REEMBOLSO: a «¿QUE PASA?» - DOCTOR CORTEZO, NUM. 1 - MADRID-12

Virutas de Historia

Según la cosa y el caso, la prensa pía no dice ni pío

O Cuando en España un grupo de «fieles» se encierra en una igle- sia para protestar contra algo, la resonancia del suceso adquiere la categoría de noticiable en el ámbito de toda la Prensa nacional y los periódicos confesionales, que se creen ser los más adictos a Roma, la destacan y comentan para darle la importancia adecuada que justifique las tensiones existentes en el seno de la Iglesia, como prueba de que, después del Concilio, se han creado unas Co- munidades dinámicas y responsables que afrontan las situaciones conflictivas con una gallardía y una madurez que son el mayor exponente de la nueva concienciación del laicado.

Hace unos días, la agencia Pyresa difundía la noticia de que en Bayona una docena de nacionalistas vascos españoles se había en- cerrado en la catedral de aquella ciudad francesa como protesta porque el Gobierno de nuestro vecino país les obligaba a domi- ciliarse más lejos de lo que estaban de la frontera española. Creían estos vascos exiliados que los gendarmes iban a ser con ellos tan benévolos como la Policía española lo es con nuestros contesta- tarios que buscan refugio en las naves de los templos. Encerra- dos en una iglesia catedralicia llamarían la atención del mundo li- bre sobre la injusticia que las autoridades francesas intentaban cometer con ellos. Pero de poco les sirvió, porque al tener cono- cimiento la Policía de Bayona de la encerrona, se personó en la catedral y a viva fuerza los desalojó de aquel lugar sagrado, sin tener en cuenta para nada la opinión de los clérigos franceses que les apoyaban en aquella «operación». De patitas fueron pues- tos en la calle.

¡Y lo que son las cosas! Una noticia de esta indole al catoli- cisimo «Ya» le falta tiempo para destacarla en sus páginas cuan- do el hecho sucede en España. Mas como ha ocurrido en Francia, los piadosos y beatíficos señores de aquella redacción han creído conveniente no publicarla y dejarla en silencio para que sus pios lectores no se escandalicen de estos atropellos que se cometen contra la Iglesia. Menos mal que «Arriba» nos la dio a conocer, pues de lo contrario tal hecho habría pasado desapercibido.

Con estos antecedentes, la Policía española tiene motivos para actuar en serio cuando vuelva a repetirse entre nosotros una en- cerrona. Que no tengan que ser los Guerrilleros de Cristo Rey quie- nes hayan de suplirla en estos menesteres. Y como en España todo lo que nos viene de Francia lo vemos tan bien, este suceso nos vendrá de perlas para imitarlo si hubiera necesidad.

O Estos silencios expresivos del «Ya» se producen sin solución de continuidad. Del jesuita valenciano P. Ferrer, expulsado de la In- dia, se hizo una gran campaña de publicidad antes de llegar a España y luego de estar en España. El P. Ferrer hubo de pensar que su condición de religioso era un obstáculo para proseguir la tarea que había emprendido en ayuda de aquel país del tercer mundo. Y ni corto ni perezoso rompió sus lazos con la Compa- nía de Jesús; y para hacer más efectivo el principio de la encar- nación que tanto se lleva ahora en el clero joven, ha anunciado su matrimonio con una señorita norteamericana que cumplía con él las funciones de secretaria. La noticia la hemos conocido a tra- vés de la Prensa del Movimiento. El «Ya» y su cadena de diarios repartidos por nuestra geografía deben haber sentido rubor en sus mejillas y han optado por silenciarla. Una vez más han imi- tado al avestruz. Porque «no es conveniente escandalizar al pue- blo fiel de lo que están haciendo personas tan célebres y que son sacerdotes», quizá se digan por la calle de Mateo Inurria.

O Algo semejante ha ocurrido con otra noticia de relieve que días pasados leí en «Arriba»: la detención del ex jesuita P. Fran- cisco García-Salve. Este ex hijo de San Ignacio era un escritor fecundo; libros y artículos salían de su pluma continuamente. Las revistas jesuitas eran insuficientes para dar cabida a tanto como escribía; era un caso similar al del triste P. Llanos. Y hasta «In- cunable» le abría sus páginas de par en par para que su lumino- so pensamiento posconciliar se expandiera a la rosa de los vien- tos y produjera copiosos frutos de renovación en la vida de la Iglesia. Recuerdo el ataque brutal, inmisericorde y feroz que hizo en «Incunable» a las religiosas de vida contemplativa. Hubieron de llover cartas, muchas cartas de protesta por lo que este je- suita afirmaba. La redacción de «Incunable» escogió cuatro de ellas y se dio por satisfecha publicándolas como respuesta. En los conventos de vida contemplativa produjo un gran desasosiego el aue en una revista sacerdotal y por un religioso jesuita se pu- siera en tela de juicio la eficacia de su vida entregada a Dios. Pero el P. García-Salve llevaba ya el veneno dentro y sabia bien Ss que se hacía. Escudado en el hábito de San Ignacio, sembraba la con-

fusión y la destrucción.

ichos» le publicó otro trabajo sobre la labor que

e ao cdo la Compañía en sus colegios de formación penis: ional. Fue la primera vez en mi vida que leía una crítica pu no db iesuita a ciertas actividades muy dignas y elogiosas cla la Orden. Parecía increíble leer aquello, pero allí estaba su ProP”". las páginas de «Hechos y Dichos» que por entonces MiS a P Elizalde, famoso aficlonAcorAS DIA Ed a qn to e j es ] : ei a alguno en publicar aquel

O E iulo que era un panfleto de superior categoría, en el cual e

padre García-Salve acusaba a los educadores de estas escuelas de

desclasar a los jóvenes obreros que llegaban a sus aulas y no ha: cer de ellos unos líderes sindicales. El escándalo fue mayúsculo en la Compañía y fuera de la Compañía. Un padre —no recuerdo ahora su nombre— hubo de contestarle adecuadamente, dejando las cosas en su lugar. Garcia-Salve sabía lo que llevaba entre ma:

nos. De jesuita le quedaba solamente su profesión. El espíritu ig"

naciano se le había evaporado y antes de dar el salto definitivo hacia la calle estaba socavando con la mayor impunidad y aun con aplausos de algunos de sus hermanos, los mismos cimientos de su Instituto. El fin de este religioso se traslucía. Terminó marchán- dose. Las revistas de los jesuitas dejaron de publicar sus trabajos. Y el silencio cubrió su nombre.

Ahora ha vuelto de nuevo a la palestra. La Prensa nos dice que ha sido detenido por la Policía el sacerdote don Francisco Garcia-Salve por supuesta instigación a la revolución. Vivía con otros dos sacerdotes y dos jóvenes y trabajaba en una empresa de construcción como peón. Se desconoce la diócesis en que se incardinó al salir de la Compañía en 1968, en el caso de que se incardinara, pues en la de Madrid no tenía licencias ministeria- les. Posiblemente creyó más oportuno seguir siendo sacerdote que reducirse al estado laical pensando en sus futuras actuaciones. Y por eso escogió un campo adecuado para la reforma de las estruc- turas: la actividad entre los obreros. Sin duda, se convenció de la ineficacia de sus escritos y se lanzó por otros rumbos para salvar a los hombres. La nota de Prensa nos habla de supuesta instigación a la revolución.

Pues bien, tampoco en esta ocasión ha creído oportuno el con- fesional «Ya» informar a sus lectores. Ello supondría quizá tener que decir que un jesuita había abandonado la Compañía, y esto no es conveniente que las almas piadosas lo sepan, por eso de que, según «Ya», la Iglesia y sus Instituciones se han revitalizado des: pués del Concilio y mavegan en una esplendorosa primavera ja- más conocida en los anales de su historia. A esto se llama veraz información. Sólo falta que algún día publique aleún editorial ha- blando de la Iglesia, en el que diga: «Está como nunca.»

e En cambio, para alabar al episcopado holandés no le faltan al «Ya» adjetivos del más alto calibre. A página entera titula una de las últimas sesiones de eso que llaman concilio pastoral con las siguientes palabras: «Firme adhesión del episcopado holandés al Papa y al Colegio de los Obispos», y para sacarse este titulo de la manga se vale de una frase del cardenal Alfrink que en su discur- so al conciliábulo de los Países Bajos dijo entre otras cosas: «Una vez más, los obispos holandeses están obligados a expresar de todo corazón sus sentimientos de unión profunda con todo el Co- legio episcopal, y especialísimamente con el Padre Santo, Jefe del Colegio, sobre el que pesan de manera especial las necesidades de la Iglesia universal en el mundo entero.» Ciertamente que son fra- ses muy bonitas, pero para hacerlas realidad es necesario que a las palabras se les unan las obras, porque de poco vale una adhe- sión de este tipo si luego se desvinculan de todo lo que supone el Papa y el Colegio episcopal, tratando de temas como el celiba- to y el acceso de la mujer al sacerdocio, sobre los que el Papa y el resto de los obispos del mundo, tanto en el Concilio como en el Sínodo, a los que asistió el cardenal holandés, dejaron conclu- sos y sentenciados. El intento de resucitar estos temas no es pre- cisamente una muestra de adhesión al Papa y al Colegio episco- pal, aunque lo digan el mismo cardenal Alfrink y el «Ya». Más vale que se acordara de aquella frase del Evangelio que dice: «No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos.»

O Días atrás nos decían los periódicos que había sido secuestra: da por la Dirección General de Prensa cierta revista a causa de un artículo sobre la revolución de mayo en Paris, escrito por cier- to jesuita muy renombrado. Este padrecito se encontraba en la capital del Sena cuando ocurrieron estos hechos. Y que tomó par- te muy activa en ellos, me lo contaba un amigo que por enton- ces se hallaba en París estudiando en aquella Universidad. Pudo ver por sus propios ojos cómo un jesuita español intervenía en una manifestación, ayudándose de cuatro chicas, dos en cada bra- zo, para enfrentarse con la fuerza pública. Ciertamente que supo arruparse adecuadamente para tan difícil tarea. Y sin duda algu- na que lo hubo de pasar pero que muy bien.

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.

Por A.

A e

Como una demostración de la continuada acción subversiva que se viene desarrollando en parroquias y casas religiosas de Barce- lona —«capuchinada», las cuatro parroquias denunciadas hace un tiempo por el Gobierno Civil de Barcelona, etc.—, el pasado día 4 de abril fue sorprendida una reunión clandestina de tipo nega- tivo en la Parroquia de San Isidoro, sita en la calle Urgel. 176. A la salida incluso se intentó una manifestación, que fue disuelta por la Autoridad.

Cuantas barbaridades, calumnias, incitaciones, falsedades allí se dijeron no hay por qué referirlas.

Es digno de ser señalado en dicho acto, ilegal, de tonos matr- xistas, subversivo atentatorio a la pa social se hallaba presen- te el Vicario Episcopal. reverendo don Juan Cerrera Plana. No es la primera vez que su nombre figura en esta crónica. Y no por motivos de ascética, que digamos. Su firma figuraba en cierto ma- nifiesto ilegal recogido por las fuerzas del orden público cn Torre Baró en un no lejano 1. de mayo. Con tales «méritos» obtuvo el nombramiento de Vicario Episcopal.

Pero las notas referentes al reverendo Juan Carrera no se limi- tan al aspecto político-social. El es el Presidente del .Jurado del Premio «Carles Cardó», que ha premiado el libro «El fonament irreligiós de l'Eselésia». totalmente disolvente del Pontificado Ro- mano. Cierto que dicho libro se fundamenta, en parte, en «Die Kirche». de Hans Kúng. que tiene la aprobación formal de la Ar-

chidiócesis. El libro de Leita es una glosa de las teorías de R. But- mann, que, como se sabe. niega la divinidad de Cristo. Niega los milagros del Nuevo Testamento. Para el Padre Leita, el Evan- gelio de San Mateo no es auténtico, es «eclesiástico». No se ha escrito nunca, en nuestra tierra un libro más disolvente, más blas- femo. más antipapista. más anticatólico. Recordemos que Léeita pertenece a la Compañía de Jesús. Tampoco el Padre Enrique Rifá ha desautorizado la doctrina de Leita.

Tenemos a la vista una hoja ciclostilada clandestina profusa- mente distribuida por Barcelona. que en los conceptos atribuidos en la misma a don Juan Carrera, hasta ahora la Oficina de Prensa del Arzobispado de Barcelona no ha publicado ninguna nota para desmentirlos. Ofrecemos las páginas de ¿QUE PASA? para que don Juan Carrera rectifique o desmienta cuanto se inserta en la hoja clandestina citada. De lo contrario, habremos de deducir que quien calla otorga.

En tal hoja se lee textualmente: «EL VICARRIO EPISCOPAL SE REFIRIO A QUE EN ESPAÑA LA CONDICION DE CRIS. TIANO COMPORTA UNA SITUACION ILEGAL, POR CUANTO . LA PRACTICA DE LAS ENSEÑANZAS DEL EVANGELIO TRO- PIEZA CON LAS «LEYES» DEL REGIMEN ACTUAL. HIZO MENCION AL INCUMPLIMIENTO DE LOS DERECHOS HUMA- NOS. QUE IMPIDE COMO CONSECUENCIA LA REALIZACION

DE UNA AUTENTICA PERSONALIDAD CRISTIANA.»

Pensamos que el Cardenal Villot, Secretario de Pablo VI, y el Nuncio de Su Santidad Monseñor Luigi Dadaglio, serían personas : indicadas para justipreciar la enormidad de lo que representan

A tales afirmaciones. El Estado español, cuya legislación está per-

fectamente concordada con el Derecho Canónico y los «derechos

humanos totalmente garantizados, se tiene que ver atacado, com-

plotado, subvertido, en mítines clandestinos en locales parroquia-

les que gozan de la inmunidad del Concordato no por unos ele-

mentos incontrolados y esporádicos, sino por un eclesiástico, con Cargo relevante en la Archidiócesis de Barcelona. cual es el Vicario Episcopal del mismísimo Arzobispado. La cosa se convierte en gravísima, al pasar el tiempo, no ser destituido ejemplarmente, después que don Juan Carrera ha premiado un libro apto para hacer perder la fe, incompatible totalmente con las enseñanzas de la Iglesia y totalmente negador del Pontificado Romano, aunque hasta la fecha nuestro ilustre buen amigo don Manuel Jiménez de Parga y la cofradía de los pifsimos varones y sensibilísimos de- -tectadores de inexistentes ataques a la Santa Sede, los Padres José -——Juncá, Serafin Alemany, Marcial Martínez. Juan “Rius, Francisco Llopart, José Comerma, Miguel Paláu, Santiago Ordóñez, Luis Sit- já. Enrique Colet, Juan J. Vallicrosa. Juan Bellavista, Tomás Ver- -—Bés, Antonio Bassolas, V. M. Fuentemilla y Luis Ferret todavía no - han emprendido una acción popular judicial en Ja que encontra- Tian pruebas y cargos que ningún abogado del mundo podría des- hacer. Pero la actuación de don Juan Carrera ya no es sólo contra la fe, con ser esto lo fundamental en vista de su condición y del - Cargo que ocupa.

Ahora. ya sin careta, se presenta como un tribuno de la ac- ción clandestina, como un dinamizador de lo que huscan los mar- Istas. Tenemos a la vista el panfleto titulado «Horizonte», porta- e las Juventudes comunistas, que invitan a los Sacerdotes a unto a los comunistas para el logro de sus objetivos. Obje- le son exactamente los que, según la hoja primeramente - y explicativa de los hechos ¡legales de la Parroquia de o, coinciden plenamente. Aparte de la acción legal. que

C nosa hay un hecho que no escapa al co- ! orizados y Solventes de Barcelo- Jerarquía que no destituye al

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RECASEN¡S SALVAT

La carrera político-Evangélica del P. Carrera. - Un manifiesto sensacional de los sacerdotes de San Antonio María Claret

MOVILIZACIÓN DE LAS ALMAS

Pero no todo, ciertamente, ofrece en la Archidiócesis un pano- rama desolador como el que pintan, para terror de las almas, cier: tos sacerdotes y religiosos como los de las «capuchinadas» y los clandestinamente reunidos en la Parroquia de San Isidoro. é

Gracias a Vios, vienen desarrollando en creciente actividad pastoral y evangélica, de permanente misión cristiana y de apos: tolado, los beneméritos sacerdotes y religiosos catalanes de la :Aso- ciación de San Antonio María Claret —Princesa, 21. Barcelona-3—, quienes en este mes de mayo —el de tantas conmemoraciones y excitaciones satánico-mundanas— han publicado un manifiesto sen: sacional, hondamente estremecedor, como para enardecer las almas y elevarlas al cielo y dejar atónitas a las «comunidades de base», o sed, a unas pretendidas masas que unos cuantos comensales quie- ren destinar al trueque de LAS MISAS SACRIFICIALES por LAS MESAS SUCULENTAS.

r Sí, señores! Los curas de la Asociación de Sacerdotes y Reli- giosos de San Antonio María Claret han lanzado un manifiesto sensacional, Han concebido y perpetrado, con santa audacia y glo- rioSo ímpetn, el proyecto de movilizarnos a todos en este mes de mayo para que todas sus jornadas se las dediquemos a María, He aquí ese Manifiesto. Récenlo ustedes, propáguenlo ustedes y se sentirán y nos sentiremos tan fortalecidos y poderosos como para perdonar y no hacer caso de los «evangelistas» del encarnizamien- to mitinesco y planfletario por hallar un asiento ante las ricas viandas de la mesa, con abolición y ulvido del divino Cordero sa- crificado en la Misa,

Si ha caído esta hoja en tus manos. no la tires. Respétala. Haz caso de su contenido. Si eres cristiano de verdad, te servirá para obsequiar a la Virgen, especialmente en este mes de mayo. Si cres cristiano, pero estás algo abandonado. harás una cosa excelente en hacer caso de esta hoja...

No hay cosa más importante en la vida humana que estar bien con Dios. Si no rezas, si no asistes a Misa los domingos y fiestas de precepto, si no estás en gracia santificante, tu vida espiritual está enferma. Esta hoja, amigablemente, te recuerda estas cosas.

Pero de momento, ya sea solo, ya en familia, ya con tus ami- gos o amigas, durante este mes de mayo, sin hipocresía, con fe, pensando que el Señor te dará la mejor suerte eterna y tempo- ral. haz caso: cada día del mes de mayo reza a la Virgen las ora- ciones que encontrarás a continuación.

MES DE MARIA

POR LA SEÑAL DE LA SANTA CRUZ. DE NUESTROS ENF- MIGOS LIBRANOS, SEÑOR, DIOS NUESTRO, EN EL NOMBRE DEL PADRE. DEL HIJO Y DEL ESPIRITU SANTO. AMEN.

Acto de contrición: Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verda- dero. Creador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quien sois, Bon- dad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina eracia propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cum: plir la penitencia que me fuere impuesta. Amén. ]

Oración: Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno que haya acudido a Vos, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abando- nado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, oh Virgen Madre de las Vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, oh purísima Madre de Dios. mis humildes súplicas; antes hien, escuchadlas favorablemente. Así sea. 1

Pidamos las gracias que deseamos conseguir hoy por 1n-

tercesión de nuestra Madre, María... Y para ello, la saluda- remos con cinco Avemarías y las jaculatorias siguientes:

1. Madre mía. amantísima, en todos los instantes de mi vida,

acordaos de mí, miserable pecador. Avemaría.

Acueducto de las divinas gracias, concededme abundancia de

lágrimas, para llorar mis pecados. Avemaría.

3. Reina de cielos y tierra, sed mi amparo y defensa en las ten- taciones de mis enemigos. Avemaría,

4. Inmaculada Hija de Joaquín y Ana, alcanzadme de vuestro Santísimo Hijo las gracias que necesito para mi salvación. Avemaría. _

5. Abogada y refugio de los pecadores, asistidme en el trance de mi muerte y abríidme Jas puertas del Cielo. Avemaría.

Gloria al Padre. al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el

principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Oración final: Oh Virgen y Madre de Dios. yo me otrezco por hijo vuestro, y en honra y gloria ce vuestra pureza os ofrezco mi alma y cuerpo, potencias y sentidos, le ES Ae jamás pecado alguno. Amén. rn edA tenéis a vuestro hijo. Madre, a tenéis a vuestro hijo. Madre,

E os, Madre dulcísima, he puesto aquí tenéis a vuestro hijo. En , AAaOr Amén

toda mi confianza y jamás quedaré o 9.

Sagrado Corazón de Jesús, en Vos ALLA

Oh dulce Corazón de María, sed Mm por z Ave María Purísima, sin pecado Ci e | y

15)

A

¿Y LA GUARDIA DE LOS GUARDAS DE LA GRAN PUERTA?

Ministro señor Fernández Miranda, no

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es un gobernante retórico ni gaseoso

Por FERMIN DEL RONCAL

Il Ministro Secretario General del Movimiento, don Torcuato Wernández Miranda, le dijo al país el pasado 27 de abril, en la sesión plenaria del Consejo Nacional del Movimiento, que no es un gobernante retórico ni gaseoso. Es un político con el que se podrá estar conforme o en discrepancia, pero nadie que de bue- na fe le contemple y le escuche tendrá que enredar su enten- dimiento en la consabida maraña de tópicos, metáforas etéreas y palabrería con resonancias retumbantes, de csas que sobrecogen por el tono cuando se producen en una ancha y profunda oquedad.

El Ministro señor Fernández Miranda es un gobernante men- talmente muy bien constituido para crear —no fingir— y cultivar su pensamiento. su saber, su quehacer y su decir. El Ministro Secretario General del Movimiento, en suma, sabe a conciencia lo que es, conoce la naturaleza de las funciones políticas constitu- cionales a que ha sido llamado. ¿Qué funciones son ésas? ¡Pues ahi está la cosa! Tales funciones, formal, normativa, instrumen- talmente inexistentes, tienen que ser creadas por el Ministro, por el gobernante don Torcuato llernández Miranda. En su caso, el órgano, el Ministerio que rige, no hace su función específica, que no está determinada. Tiene que ser el señor Fernández Mi.- randa, el hombre ahora sólo titular del Ministerio, el que se dis- ponga a crear los aparatos, los instrumentos, las normas de la función política constitucional del Movimiento. Y cuando todo eso esté creado, el Ministerio, el órgano, el Ministro titular, verán cómo son atraídos por las funciones públicas en marcha.

No creemos exagerado afirmar que los destinos de esta España, la del «18 de Julio», la de la Monarquía Tradicional, católica, so- cial y representativa, dependerán, en absoluto, de lo que institu- cionalizado el Movimiento Nacional —mente y musculatura del Régimen— se fortalezca, acendre y garantice la unidad de los hombres y las almas de la nacion o se propicie su dispersión y descuartizamiento por los derroteros del liberalismo político y de la democracia j¡norgánica.

De ahí que el pensamiento y. la acción política del Ministro Secretario General del Movimiento, don Torcuato Fernández Mi- randa, reclame del país, en tensión nobilísima permanente, una vigilancia a la vez esperanzada por su talento, capacidades y pa- triotismo y también recelosa —¿por qué no?— a cualquier des- mayo de la recta voluntad, secreta y sórdidamente ametrallada por las oposiciones de muy buena posición.

Sepamos, por de pronto, que en la sesión plenaria del Consejo Nacional del pasado día 27, el Ministro don Torcuato Fernández Miranda se manifestó elocuente y rectilíneo en la expresión, a la altura exactamente que demandan de él las tremendas responsa- bilidades de gobierno a que ha sido llamado.

No es cosa de que transcribamos el discurso que pronunció el Ministro Secretario General del Movimiento. La prensa diaria lo publicó en su oportunidad. Pero si estimamos conveniente poner de resalto algunos conceptos políticos-constitucionales que se de- ducen de aquel discurso del Ministro Secretario General.

Constantemente, al través de muchos años, ha dicho el Cau- dillo, que la Constitución del Estado español no es una Constitu- ción rígida, enteriza en su contexto normativo y refractaria a subrepticias u ocasionales añadiduras. Ha dicho el Caudillo (que

es el padre legítimo de la criatura) que nuestra Constitución po- lítica es abierta.

Pues bien; el Ministro señor Fernández Miranda, fidelísimo al pensamiento del CaudiHo, dijo en su discurso del día 27:

El decreto por el que se regula la titularidad patrimonial del Movimiento es la deciaración manifiesta del principio de la con- tinuidad de nuestro Movimiento, fundado por Franco. Tal y como se dice en el preámbulo, «el Movimiento Nacional, institucionali- zado por la Ley Orgánica del Estado, es el mismo Movimiento creado por decreto de unificación el 19 de abril de 1937.»

A estas palabras del Ministro habían precedido estas otras:

«Las normas del Consejo Nacional. en determinadas ocasiones, y en el cumplimiento de sus fines, pueden obligar «erga omnes», pueden «afectar a todos los españoles. El modo de lograrlo es, precisamente, que las disposiciones del Consejo Nacional puedan transformarse en ley, en decreto y en orden. Es el Consejo Na- cional, y sólo el Consejo Nacional, el que puede tomar acuerdos del Movimiento susceptibles de transformarse en disposiciones que por su materia requieran la forma de disposiciones generales.

Nos hallamos, pues, delante de una Constitución ahlerta. Bien. Pero asimismo nos hallamos con que la puerta de entrada y salida de esa Constitución abierta está bajo la guarda y la iniciativa del Consejo Nacional, que es la Gran Puerta.

He ahí, en la transcendencia de las funciones político-constitu- cionales del Consejo Nacional, un tema que reclama una honda y reposada meditación.

Hoy por hoy —el mañana debe ser objeto de toda política— respíremos tranquilos. El señor Fernández Miranda, bien plan- tado hoy por hoy, concluyó así su discurso:

De cara al futuro todo es posible con el Movimiento Nacional y nada resultará hacedero sin el concurso del Movimiento Nacio: nal, sin el concurso de sus hombres, de sus organizaciones y de esta Cámara, en la lealtad indestructible a nuestro Caudillo Fran- co, en la voluntad decidida que se expresa con nuestro grito de «Arriba España!».

Sí, con toda el alma gritamos «¿Arriba España» y «Arriba los corazones!»

Pero —¡ay!— «de cara al futuro, todo es posible con el Mo- vimiento Nacional —dijo el señor Ministro— y, naturalmente, es inquietante pensar que si todo es posible con el Movimiento, exis- tirá la posibilidad, pasados los años, de que la puerta de entrada y salida a la Constitución abierta esté guardada y bajo la inicia- tiva de otros hombres que no sean los del Gobierno de hoy, los de las Organizaciones del Movimiento de hoy, ni los que cons- tituyan el Consejo Nacional de hoy.

Don Torcuato Fernández Miranda. gobernante de mentalidad creadora que, buen jinete en las ciencias filosóficas y jurídico- clásicas, cabalga diestro y fulgurante sobre la trepidante realidad de nuestro confuso tiempo, se habrá parado indudablemente ante la incógnita de la Gran Puerta que es, constitucionalmente, el Consejo Nacional. Y confiamos, dado el genio y el talante de este Ministro Secretario General del Movimiento, que dentro de éste, constituirá, si le dan tiempo y confianza, la Guardia Permanente de los guardas de la Gran Puerta.

DON GABRIEL CISNEROS, EN EL CONSEJO NACIONAL

Los jóvenes sin adulación Ni

En la sesión plenaria que el Consejo Nacional celebró el pasado día,27 pronunció un discurso el auténticamente joven y respon- sablemente consciente de su función, el Delegado Nacional de la Juventud. Ofrecemos un extracto del discurso, sinceramente bri- llante, del señor Cisneros: .

«A la hora de examinar las actitudes de los jóvenes ante las estructuras de decisión política de nuestra comunidad, se o aislar tres interrogantes: ¿Tiene nuestra juventud un interés PY por esas cuestiones? ¿Se siente solidaria con sus líneas, o ml mentales? ¿Exhibe, por el contrario, una manifiesta actitud de ruptura?»

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AA da Pi a aa aa a ... ... ... ... OL. 0 p3 ]

«Se impone salir al paso de los dos tópicos más EEE] que tales cuestiones suelen ser dogmáticamente ad PEA tópico de la radicalización extremista de nuestra juventud y

demagogia

tópico de su indiferencia y su apoliticismo.» «No podemos acep- tar la generalización grosera de la radicalización extremista de nuestra juventud, porque se asienta en la observación de actitu- des minoritarias.»

«Es lícito concluir que nuestra juventud está en condiciones de participar, quiere hacerlo y se siente capaz para esta partici- pación ordenada, integrada y responsable. Pero también desde aquí es necesario dejar bien sentado que necesariamente esta parti i pación juvenil ha de ser una participación crítica y no repetiti ea innovadora y no mimética.» va,

«Si algo suscita la repulsa juvenil, ese algo es el f autenticidad, nosotros no pretendemos manipular ofreciendo nada distinto de lo que honestamente er propia verdad, y porque queremos hablarle de ella por lo que podemos aspirar sin adulación, gencia, a ganar su audiencia.»

Cmos nnestra y desde ella, es sin demago

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raude, la in a la juventud

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De nuestra “entrada” en Europa y del Movimiento Nacional

Del diario «El Alcázar», del 27 de abril pasado, reproducimos los dos certeros comentarios firmados por ARÍEL, con que nos manifestamos identificados:

ENTRAR EN EUROPA

Hace unos días comentábamos la intervención del doctor Vranco Nogueira. ex ministro de Asuntos Exteriores de Portugal, ante la Asamblea Nacional de su país. El discurso del gran amigo de Espa- ña que es Franco Nogueira fue interpretado demasiado a la ligera por ulgún órgano de expresión. El ex ministro venia a decir que a Europa había que ir conscientemente, sabiendo lo que se gana y lo que se pierde; de manera exigente y no como una alegría des- bordada. Uno piensa que. desde luego, a Europa hay que ir con garantías y no «a lo que salga», como dirían los castizos. Sin con- cesiones arriesgadas. sin dar todo para recibir, acaso, mucho menos de lo deseable. España. camino de Europa, donde tiene que inte- grarse por propio derecho. no ha de esgrimir continuamente prue- bas de europeismo, que las hay y numerosas en su historia, ya que España ha cooperado como pocas naciones en levantar la actual imagen, la cultura y el destino europeos. Cuando tantas voces se alzan cantando las conveniencias —muchas, desde luego—- de nuestra integración europea, conviene señalar que, como indi- caba Franco Nogueira en el caso de Portugal, no se trata de ser europeos a toda costa. En la balanza del europeísmo, nuestro país tiene ganadas a lo largo de siglos buenas pruebas de su sentir europeo, para que haya que hacer tanta antesala.

MOVIMIENTO

Uno observa —v es tema sobre el que habrá que volver porque su interés es indudable— cómo mientras todas las voces son fa- vorables a lo que se ha llamado Movimiento-Comunión, cuando se trata del Movimiento-Organización —su otra vertiente, algo así como la causa y el efecto en la doble realidad—, algunos sectores bien definidos se muestran incómodos, recelosos, cuando no fran- camente disconformes. ¿Es cue esos sectores desean un etéreo, boreal, informe? Desde luego no existe Movimiento-Comunión sin esa otra realidad del Movimiento- Organización. Es innegable que hay quienes desean servir de un modo directo a los Principios del Movimiento, y esos españoles —que están en su derecho— forman la Organización, los cuadros. Toda Comunión en unos determinados ideales se refleja en una Organización, en una militancia por así decirlo. Hablar de un Movimiento etéreo, diluido, es la constante de quienes desearían un Movimiento sin alas.

Cartas al Director

Objeciones a un ar- tículo de “Garcinuño”

¡Respetable señor Director de ¿QUE PASA?”: Desde mucho tiem- po soy lector de su apreciable revista, que adquiero todas las se- noes y ruego al Señor les ayude fuertemente en su excelente abor.

Recientemente me he dado cuenta de su buen criterio insertan- do el artículo de Julia Ribas en justa y digna respuesta a Garci. nuño. Que Dios se lo pague, pues sin este espíritu de justicia da- ríamos al traste con la causa que defendemos.

Ya me hago cargo de lo resbaladizo de la pista de quien ejerce de censor en este pecador mundo. ¡Es tan fácil ir un poco —o dos pocos— más allá de lo que habría estado muy en su punto (y per- der su punto equivale a perder eficacia) haciendo un gran servicio al buen pueblo de Dios! Pero en su artículo de 7 marzo no supo vencer esta propensión Garcinuño.

Tenía que dejar en paz al lejano canónigo perezoso, del que en su tiempo ya se aprovechó la mala prensa. «A moro muerto, gran lanzada», es una frecuente tentación que sufrimos. Se acos- tumbra a asociarle el cura ocioso. Son personajes ya superados, gracias a Dios. Prueba de ello que a otro testigo no recurre que al anónimo pueblo, gue va siguiendo tomando perpetuamente como término de comparación al desdichado de otros tiempos y de ha- bitudes ya vencidas. Y aquí ha sucedido que «a buen juez, peor testigo»,

- Porque no soy canónigo, les defiendo, refiriéndome precisa-

E mente a tiempos «malos» cuando de la veintena de canónigos de

Nuestra diócesis seis o siete desempeñaban cátedra en el seminario, y otros actuaban cumplidamente en ministerios importantes. 44. qué el dicho del «pueblo» sobre la confirmación? Ello se con-

E

- Cibe quo su innato humor, aunque conociese Jos efectos del sacra:

- Garcinuño no conoce mucho lo sucedido: pues si a la labor pau- 1 (quizá demasiado, por falta de plan episcopal), que por lo 1enos Co a sus sels horas por término medio, sucedió al esta 3 E del 1 un ritmo más acelerado de trabajo, y por y y esforzado, como fue notorio, debi-

P>w y?

consideración en el Señor. Me d E Qe tiene el ¿

¡Están ciegos, Señor!

EN NL AXV ANIVERSARIO DE LA MUERTU DE BENITO MUSSOLINI

El martos 28 de abril se celebraron en Madrid —Basilica La Milagrosa— solemmes honras fúnebres cu memoria del fundador del fascismo en Italia y en el mundo, Benito Mus:- solini. La santa misa, que se celebró por el alma del Duce y por las del millón de combatientes italianos caídos por la patria, dentro y fuera de sus fronteras, fue fervorosamente rezada por centenares de fieles, entre los que figuraban des- Collantes figuras de la política, de las armas y las letras.

Aquel Mussolini de la Italia renacida al conjuro de su genio y de su patriotismo, fue vilmente asesinado hace vein- ticinco años por las hordas antifascistas del Anti-Cristo, del Anmti-Santo, del Anti-Genio, del Anti-Héroc.

En este XXV aniversario de la inmolación bárbara del Duce,. unos cientos de españoles de toda condición social, pero de un sentimiento religioso común, hemos rezado una misa de amor por su alma y por la de sus leales que, como él, fueron sacrificados... Sacrificados. ¿para qué?

¿Para qué” Según leímos en «A B Cp». ya fuera del tem- plo, para que cuatro caballeros españoles le hubieran podido decir a Walter Schell, vicecanciller de la Alemania occiden- tal, que la situación política de España, ia del Movimiento del 18 de Julio, la del ex ministro Ruiz Giménez y cl ex em- bajador Areilza, era intolerable. Intolerable porque en su Constitución no se cumplían los dictados del Tratado de Roma, el del fascio o el haz de las democracias...

Leido eso al salir de los funerales por Mussolini, nos in- vadió el deseo de volver al templo, de volver a impetrar la piedad del Señor. Y así lo hicimos. Y nos pusimos a rezar pidiéndole a Dios que devuelva la vista a los caballeros es: pañoles, como los confidentes de Scheell, que en el XXV ani: versario del asesinato de Benito Mussolini, reclaman para España que se adapte a las exigencias constitucionales del Tratado de Roma...

¡Señor! ¡Señor!—rezábamos—. ¡Por misericordia, devuélve- les la vista! A NA NN ENANOS MO VE IIA CIO (CIA E EAT

an NN A TAS TES SS AO

CON CRISTO VIVO, FRENTE A LOS “TEOLOGOS” DE ASALTO

Por JOAQUIN PEREZ MADRIGAL Mas de 300 páginas; 150 pesetas.

LO SERVIMOS CONTRA REEMBOLSO. «¿QUE PASA». DOCTOR CORTEZO, t.- MADRID-12

(erecho a motejarlo de «americanismo». De ningún modo; antes bien fue una actuación en alto grado juiciosa y celosa. Testigos entre mil del tenor de aquella actuación son todavía nuestros anaqueles particulares con las publicaciones de aquel tiempo" para ayudarnos en nuestra tarea; libros, revistas especializadas en la docencia para catecismo, láminas, álbumes, círculos de estudios para mayores, predicación, etc. Gracias a Dios, nada hubo que se pareciese al americanismo, ni entonces ni luego después de la gue: rra, con afán mayor si cabe, hasta las fechas del pretextado Vatl- cano Íl, en que surgieron los falsos apóstoles. No es verdad, como supone Garcinuño, que hubiese «activistas fracasados» [ni por fracasar], precursores de los actuales curas «obreros», como escribe con ligereza este redactor, si bien lo matiza diciendo que lo fueron «en cierto modo»; lo que no está bien, pues con estas salvedades se puede decir todo.

Tiene razón Carcinuño en fustigar a menudo a los nuevaolistas, pues lo merecen de lleno, aunque, si no queremos acabar de perder- los —desconfío de salvarlos—, lo hemos de hacer con caridad. Lo gue cahe evitar es deslizarse por falta de discreción hacia afirma- ciones de tipo general. En el bien entendido que este señor, por lo que le he leído, no merece la tentación de «yo no soy como los demás» de la parábola, que le podría hacer caer en el fariseísmo. Por Dios, que no podemos perder los buenos soldados de nuestra causa.

Lamentamos que nos haya hecho afirmaciones aue sólo puede sostener con expresiones como «por lo menos así lo cree el pueblo», «durante más de dos centurias» (¿a qué turbar la paz de los muer- tos?), «en cierto modo», «con todo el respeto». Bllo es una escapa: toria que no está bien, Ñ

Pero es que tenemos enemigos; y hay que buscarlos donde es: tán, que harto los hemos de encontrar; y los proyectiles que toda- vía podemos disparar no se los estafemos. Pero no nos persigamos

j S: Ñ : s da Cap DIRECIOn que es por la admiración que siento por usted y su revista que le escribo. Le agradezco el gran bien que ista que le escribo. Le agradezco el gran

siento por usted y su rev 1e har] bien que va haciendo y no quisiera reproc E es nada. Y... tam- bién espero que mi noble elneeridad, Do me ha de ocasionar mal. querencia ni en usted ni en sus re actores, a quienes reconozco

| defensa de ia religión. os ento por usted y por su obra, reciba mi mayor

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[Confesiones a media

Políticamente-dijeron-me había suicidado

Por el bárbaro asesinato del «cura de La Solana» yo me propu- se interpelar al Gobierno. Y a este fin solicité la venia de mis co- rreligionarios.

_ En el seno de la minoría radical-socialista promovió mi propo:- sición un ostensible malestar. Les constaba a todos sus componen- tes que yo era hombre poco adaptable a las vacuas sugestiones de la moderación, de la disciplina, de la responsabilidad en el ejercicio del Poder a uso y costumbre de buen radical-socialista.

Se podía y debía ser moderado, disciplinado, sumiso a un cauto y discreto entendimiento de las responsabilidades del Poder, siem- pre y cuando que éste no brindara constantes y escandalosos ejem- plos de disipación anárquica y de barbarie. Resignarse a estas di- rectrices del Gobierno equivaldria a desertar de inexcusables debe- res que reclamaba la nación. Rebelarse resueltamente contra aque- llos modos significaría el cumplimiento estricto de nuestras obli- gaciones.

Lo sucedido en el caso Torrijos, de La Solana, superaba mi ca- pacidad de conllevancia y sometimiento. Podía exigirsenos una adhe- sión incondicional a los gobernantes para que éstos llevasen a tér- mino el programa constituyente de la República, por muy revolu- cionario que se nos antojara. En la esfera de los principios doctri- nales y filosóficos vendríamos obligados, como hombres de parti- do, a pechar con las consecuencias de los actos que hubiéramos de realizar, de acuerdo con las promesas contenidas en nuestros pro- gramas. Ahora bien, lo que yo no conceptuaba aceptable, desde nin- gún punto de vista moral, doctrinal y político, era que se nos aso- ciara a una vasta organizacin encaminada a favorecer desde el Po- der, para ludibrio de la República, la consumación de espantables delitos contra la propiedad y contra las personas, cuidadosamente elegidas las victimas entre los españoles desafectos a las agrupa- ciones del marxismo,

Crudamente planteé el problema a mis colegas radical-socialistas, Relaté a la minoría parlamentaria el episodio de La Solana, sus orí- genes, incubación, desarrollo y desenlace. Les advertí que cualquie- ra que fuese la determinación que adoptasen como minoría, yo te- nía adoptada la mía como hombre de conciencia.

Mis companeros, ésta es la verdad, se impresionaron ante la re-

lación que les hice, y no pocos de ellos apuntaron su adscripción a mis teorías. Pero usaron de la palabra Marcelino Domingo, Palo- mo, Galarza, Baeza Medina. Gomariz, los principales capitostes. Se puso a votación mi propuesta de interpelar al Gobierno por el sa- crificio del «cura» de La Solana y... votaron todos, absolutamente todos, por no ocuparse del asunto, por el silencio, por la impuni- dad... Es más, acordaron también prohibirme que llevase al salón de sesiones, en mi propio nombre, el escabroso tema.

Acabada aquella reunión de la minoría radical-socialista, me fui a la Presidencia de las Cortes. Dejé sobre la Mesa la expresión de mi deseo de interpelar al Ministro de la Gobernación acerca de los sucesos de La Solana. Se esparcieron las noticias del acuerdo de la minoría y de mi actitud. Me llamó Albornoz. Me invitó a que desistiera de provocar el escándalo. Me di por notificado. Aquella misma tarde le dirigí una carta al Ministro de Justicia despidién- dome de su secretaría particular, alejándome de su tutoría y libe- rándole, al propio tiempo, de los insolentes servicios de quien, como yo, era depositario de su confianza personal y detractor de su con- ducta política. Recogí mis papeles y no volvi jamás a cruzar la palabra con don Alvaro.

O El partido radical-socialista, agrupación de Madrid, me envió un oficio llamándome a la disciplina, trasladándome un acuerdo del Comité Ejecutivo, en virtud del cual se me prohibía adoptar acti- tudes contrarias a la acción de los Poderes públicos. Me reí de bue- na gana y ni contesté a la peregrina comunicación.

O Cesé de acudir. a las reuniones de la minoría radical-socialista. De hecho, me consideraba ya fuera del partido. Había recabado una entera libertad de movimientos. La necesitaba para delinear con fir- meza, cuando se substanciase la interpelación anunciada, el cuadro lancinante de las luchas sociales de la época y el macabro procedi- miento de que echaba mano el poder ejecutivo para encauzarlas y resolverlas.

Ya era libre. Ya estabar. rotas las amarras que me sujetaban al siniestro malecón republicano-socialista., Ya podía navegar, en la frágil chalana de mis solitarios pensamientos, y manejar, sin in- terventores deprimentes, los remos impulsores de mis emociones, insignificantes, pero limpias... La mar tenebrosa de aquella política era mucha mar para ser surcada, sin percances, por un navegante improvisado, solo, engreído y rebelde... Iba a zozobrar, a hundir- me, a ahogarme. ¿Y qué? Lo que no queria, de ninguna manera, era vivir y engordar atado a aquel siniestro malecón, en el que sólo se nos vermitía hacer excursiones a la cercana playa para picotear y cebarnos en las carnes hinchadas y yertas de los cadáveres que de: positaba el republicano mar en sus orillas...

Pero, sí, sí. La interpelación por los sucesos de La Solana, pe- dida hacía más de un mes, no se debatía. Acudí varias veces al Pre- sidente, me quejé de esta demora en dar satisfacción a mis indis- cutibles derechos parlamentarios. Besteiro endosaba la responsa- bilidad al Ministro de la Gobernación, quien había de atender pri-

de mayor: entidad. E o les Ela sin que se me deparase el momento de expla-

Por Joaquín Pérez Madrigal

nar mis acusaciones. En torno a éstas llegaron a formularse apues- tas. Unos: ¿A que no le permiten explanar la interpelación? Otros: ¿A que la explana? Recibí numerosos mensajes anónimos. Se me aconsejaba que desistiese de hablar en las Cortes del asunto Torrijos. Casi todos apuntaban a mi cabeza. Me la jugaba fisicamente si no me plegaba al silencio, a la complicidad.

No me anduve con chiquitas, Desistí de reclamaciones privadas al Presidente. Opté por la queja solemne, pública y airada en pleno Parlamento. O se aceptaba mi interpelación por los sucesos de La Solana o se avenía el Gobierno, eludiéndola, a confirmar mi tesis, esto es, el Gobierno los había concebido e inspirado.

Abrióse, por fin, el sensacional debate. A comienzos del año 1933, con más de tres años de anticipación a la fecha del Alzamiento Na- cional, denuncié, sin paliativos ni adobos, que las izquierdas espa- ñolas, ayuntadas al marxismo, representaban la disolución social, «la quiebra del Estado», el ultraje a las conciencias, el desprecio y el exterminio de las personas. Denuncié que no existian garantías jurídicas, ni autoridades gubernativas mantenedoras del orden pú- blico, ni magistrados que, a salvo de las brutales coacciones del po- der ejecutivo, definiesen el derecho y distribuyesen la justicia. Du- rante más de una hora enjuicié duramente a Casares Quiroga, a los socialistas; leí documentos reveladores del contubernio existente en toda España, entre las directivas de las Casas del Pueblo y los Gobiernos civiles, para desarrollar una politica de terror a base de homicidios y garfineos. Probé que al «cura de La Solana», a don Julián Torrijos, se le aconsejó por el Ministro de la Goberna- ción que regresase a su pueblo para que las turbas «se lo carga- sen», y darle asi una solución definitiva al viejo pleito local del fi- deicomiso, engendrador perenne de codicias cesmandadas. Descri- cómo los verdugos del pobre sacerdote maniatado no pertene- cían al mundo de la delincuencia: eran campesinos laboriosos, pa- dres de familia consagrados al' trabajo, seres, en suma, antropoló- gicamente inofensivos. Pertenecían, si, al partido socialista. Obede- cían a las sugestiones irresistibles de los caudillos del odio. Nos hallábamos, pues, en el caso de examinar si el socialismo profesado a lo Marx y Lenin transformaba a sus militantes en una especie nue- va de criminales, no clasificados, naturalmente, por Gall, Toulmou- che, Fregier, Lauvergne y Lombroso. Era urgente que el aventajado penalista Jiménez de Asúa sometiese a sus correligionarios a un estudio concienzudo. Tal vez del examen antropológico de la mayo- ría parlamentaria de las Constituyentes podría derivarse el descu- brimiento de un tipo de hombre criminal que no tuviese nada que

ver con los atávicos, epilépticos, habituales, locos y frios. Habría -

sido despampanante demostrar cientificamente que un marxista no es jamás un político sino un destripador durmiente que se despier- ta y actúa al sentirse sacudido por las ventoleras del liberalismo y de la democracia.

Casares Quiroga me replicó a su estilo: escarbó en la tierra que abrigaba los despojos del mártir y buscó entre aquéllos lo que res- tara de corazón, para extraer la piltrafa, exhibirla, y demostrar que cuando palpitaba bajo el pecho de un hombre no encendió en éste ningún sentimiento respetable. Casi justificó la necesidad política del exterminio de aquella vida.

O El Gobierno y los socialistas, para hacerme polvo, acordaron echarme al diputado Cabrera, ejerciente cínico de vicios inenarra- bles, reptante y maligno como el ofidio, sutil e insinuante como hembra en celo... *

Cabrera, amanerado, con atiplada voz e intención de «vampi- resa», abordó el tema de los sucesos de La Solana remontándose a los orígenes de la República y a las propagandas que hiciéramos para procurarla. Su propósito no era otro que acusarme a mí, agi- tador de las masas manchegas en marzo de 1931, de haber arma- do a los asesinos. Los socialistas, el Gobierno, las izquierdas, cuan- do Cabrera hubo de redondear su avieso pensamiento, le premia- ron con aplausos y aclamaciones. Me conturbé, A lo mejor acor- daban las Cortes que el matador de don Julián Torrijos había sido yo... .

Alentado el amadamado Cabrera por sus afines, extremó el encono y la atiplada sonoridad de su catilinaria. Yo, completamen- te solo, sin diputados que vinieran a fortalecerme, espiaba el ins- tante de acometer al repugnante enemigo con la daga de una fra: se mortal. Lo consegui sin mucho esfuerzo.

A los fines dialécticos estimó necesaria el orador mi aportación personal a la construcción de uno de sus argumentos. Y encarán- dose conmigo pronunció con femenil melosidad:

—¡Una prueba! ¡Una prueba, señores diputados! El mismo in- terpelante nos la va a suministrar —y me preguntó poniéndose en jarras—: ¿Quiere el señor Pérez Madrigal que le haga una pro- posición?

¡Si es honesta! —estallé como un trueno.

Y se acabó Cabrera. La mayoría se alzó en sus asientos para vapulearme. Besteiro rompió dos campanillas. Intentó, sin fortu- na, explicar lo inexplicable. La suprema elocuencia del contraste, el matiz indefinible de una voz y Otra voz, la actitud del bicho y la del hombre, puestos de manifiesto en el choque momentáneo que provocó mi natural respuesta, sumergió a Cabrera en el alba ñal y me bañó a mí, solitario y humilde, de jubilosas clari

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¿Hacia la enajenación de los bienes de la Iglesia española?

3 LA VOZ DE LA CALLE (Continuación)

6) Los que venden joyas, especialmente de las iglesias, de- ben de creer que hacen un buen negocio: algo así como si enga- ñasen a los que las compran, coleccionistas chiflados por cosas raras!

Así debió creer el bueno de Simón Campo, que vendió por una nonada la Copa Real de oro (gloria hoy of The British Mu- seum en Londres) al Baron Jérome Pichon, en París, para rete- jar el Monasterio de las Claras de Medina de Pomar (Burgos).

Y eso que quien la donó a tal Monasterio (el Condestable de Castilla, don Juan de Velasco, en 1610), ¡había PROHIBIDO su enajenación!

Y ni aun apelando —<con estas razones— a juicio pudo ser recuperada.

(Lo mismo —señor Arzobispo— que creo no han recuperado lo mal vendido en su Archidiócesis de Zaragoza.) ¡Cuánto me ale- graría «no estar en lo cierto y que nos diese confortantes noticias sobre estas cosas!

O ¡Y que aún les quede ganas de vender tablas (u otras co- sas) en el Monasterio de Medina de Pomar, como hemos sabido por polémica de prensa!

7) ¡Qué bien hacen aquellos que —al donar una joya (u otra cosa de valor a una iglesia) obligan en documento notarial a quie- nes la reciben a no enajenarla jamás! (1).

¡Y qué mal obran aquellos que —por causas fútiles o inade- cuadas— las enajenan! (aunque les parezca otra cosa a algún obispo o a Jos autores del reportaje de «Pucblo»).

O Cuando los hijos de Elí hacían lo que querían con las ofrendas PARA EL SEÑOR, la Sagrada Escritura nos dice que «su pecado era grande, porque así la gente se retraía de hacer ofrendas a Yahveh (Dios) (1 Sam., 2, 17).

Y si ahora ven que —los dones que se han ofrecido para un determinado fin— pueden ,a voluntad de los eclesiásticos (y re- ligiosas) destinarse a otro, despreciando su VOLUNTAD, su gesto RELIGIOSO y su VALOR intrínseco, ¿no se retraerá la gente de hacer ofrendas al Señor? (2).

O Hoy —Jespués del Concilio— se respeta la. voluntad de un hombre o de una mujer para «desdonarse» al Señor e incluso ¡para hacerse ATEO!

¿Y no se ha de respetar cuando se trate de «Wlonaciones AL SEÑOR»?

Perdone, quien me tenga que perdonar, si afirmo que «un Arzobispo NO REPRESENTA la voz de LA CALLE!

Y me perdonen también si afirmo que «la voz de la calle» no debe de ser oída en cosas que requieren mucho conocimiento de causa, pericia y estudio.

¿Se oiría sobre si se deben vender los museos de una nación para las mismas o parecidas necesidades? (3).

LA VOZ DE LA IGLESIA.

Según los reporteros de «PUEBLO», los bienes de la Iglesia:

Deberían dedicarse a fines caritativos.

En ellos no se ha tenido en cuenta su función social.

Por JUAN ANGEL OÑATE.-Lectoral de Valencia

Comienzan diciendo: «Pero la Iglesia tiene una doctrina a la que se puede acudir para recibir las orientaciones precisas en re: lación con este tema. A la búsqueda de ella abordamos al padre jesuita Juan Antonio Aza, profesor de Derecho Canónico de la Universidad de Deusto y una de las primeras autoridades en ma: teria de enajenación de bienes eclesiásticos...

No se extrañe nadie de que afirme que no creo que el P. Arza represente la voz de la Iglesia en mayor grado que el Arzobispo de Zaragoza la voz «dle la calle. Veámoslo

8) ¡Cuántos relicarios, joyas y tesoros hay cn el Vaticano, pongo por ejemplo!

Si la voz de la Iglesia fuese «enaienarios para sac: dinero para los pobres», ¿no lo hubiesen hecho los últimos Papas, que

tanto han dicho y escrito sobre la ayuda «a los pobres y la doc- trina social de la Iglesia?

(A continuar, Dios mediante.)

(1) «A título de ejemplo —nos dicen los reporteros de «PUEBLO»—, queremos resaltar este hecho que oportunamente difundió Ja Prensa: "Un vinico entregó una joya, que habia pertenecido a su esposa, exigiéndole al Cabildo catedralicio de aquella ciudad, mediante ncta notarial, que no podría enajenarse nunca, intentando con ello alcanzar una seguridad de que, por nada del mundo, la joya que perteneció a su esposa llegaría a ser propiedad de alguien que no fuera la Virgen Santísima... “»Mil plicemes merece ese amor a la Santísima Virgen y a su esposa. Hay cosas que 0 deben ser para OTRA mujer, sólo por el hecho de que «tiene dinero». Ni para Pude. Nos imaginamos a San Pedro diciendo en este caso: ¡Vúyase contigo TU DINERO a la perdición! ¡Te has ereido que hay dones que se pueden comprar CON DINERO! (Hech. 8, 20).

12) Los mismos reporteros nos dicen: «A algunas personas no se :es ceuta la dificultad que la venta de las joyas llevaría consigo. Manifiestan sus escrúpulos y dudan de sl de esta forma se interpretaria con fidelidad la voluntad de los respectivos donantes, aunque sabemos que últimamente, en el documento, que se les entrega a ellos a la hora de la aceptación de sus Joyas, se les invita a firmar que éstas, sl algón dia convinlera, podrian ls ma Obras sociales o de caridad.» y gnoro lo referente a tal documento; pero NO DEBIER ps or las razones aducidas en el articulo y en la nota REO ES 4 ¿Se hace cesto con las donaciones a Museos? ¿O es que el Señor y sus Santos merccen menor consideración que un Museo cualquiern?»

(3) Queremos ser del todo sinceros para con los hombres. (Para con D10S... no es necesario: A El no le engaña nadie. Conoce bien lo que hay en el hombre |Jn. 2, 23-25; 4, 17-19. 29. etcétera].) Además del Arzobispo de Zaragoza; nos dicen los reporteros de «PUEBLO», lo que creen opinan otros de esta forma: SE PREGUNTA: Ante esta situación. el hombre de la calle se pregunta: 1) ¿Cómo Justifican los responsables de estas riquezas: catilidos catedralicios, obispos, rectores de iglesias.... su existencia en la actualidad al lado de necesidades tan urgentes?

Pues yo cero que «lo mismo que se justifican el automóvil, la televisión, los habanos, las entradas a cines, etc.. de tantos y tantos —hasta reporte- ros— al lado de las mismas necesidades tan urgentes».

¿Por que: «que lo vendan Jos otros» y no yo”

Permitanme los lectores una anécdota: Fue un camonigo a examinarse y el profesor quiso burlarse un tanto de él y le preguntó: «Diganos, señor Canónigo, ¿que diferencia hay entre un canontgo simple y un simple ca- nóniga?» '

«Senor l'rofesor —contestó el Canónigo—: la misma que hay entre una pregunta Simple y tuna simple pregunta.

Quedan aún otras cuatro preguntas, que —nos dicen— se hace el hom- bre de al calle. Ya veremos las analizamos más adelante. Desde lucgo, yo siempre he creido que los hombres de la calle suelen ser simples personas (no personajes); pero no personas simples.

Dispensas del celibato sacerdotal y sensacionalismo

Tal es el título de una multiréplica que publicó «LUZ Y VIDA», semanario madrileño de la Oficina Diocesana de Prensa e Infor- mación.

Lo de las dispensas del celibato sacerdotal es el caballo de batalla; y el sensacionalismo es el nuestro, el de nuestra revista, pisoteada por ese caballo, aunque «LUZ Y VIDA» no nos nombre.

Pero vayamos a lo fundamental, al meollo de la cuestión, al sesudo, frío dispositivo lógico y táctico que el sencillo pueblo de Dios suele enunciar con esta frase: «por algo se empieza».

He aquí, exento de sensacionalismo, cómo explica «LUZ Y VIDA» lo razonables que resultan algunas dispensas del celibato sacerdotal. Así dice el semanario archidiocesano:

«Una lectora nos envía un artículo publicado en un semanario madrileño sobre el celibato de los sacerdotes. No vamos a repro- ducir el articulo y criticarle como le parecía necesario a nuestra lectora. Por una razón: ya se hace bastante sensacionalismo para que encima lo propaguemos.

Sobre las dispensas gue la Iglesia va concediendo a los sacer- dotes que con concretas y graves razones la piden, ya informamos a nuestros lectores cuando estas dispensas fueron novedad en la Iglesia. Dábamos también entonces los motivos de que dicha dis- pensa se concediera: el bien de la Iglesia y el bien espiritual de aquellos que la piden. Puede quien recibió el sacerdocio y aceptó libremente el celibato haberse equivocado entonces, aceptando un camino que no era el suyo; puede después de una serie de circuns- tancias culpables o no culpables haber llegado a una situación en que el celibato o el ejercicio del sacerdocio (ya que pueden darse otras razones para pedir la secularización) se hagan im- posibles,

No necesitamos aquí repetir que la unión del sacerdocio y

celibato es una disposición de la Iglesia para el Occidente; se trata de una ley eclesiástica, no de una ley divina (como en el

caso de la indisolubilidad del matrimonio) y que por tanto puede Tgle a O dispensar del celibato al sacerdote que hizo voto

de castidad, aunque pone por condición que no ejerza ya el mi- nisterio sacerdotal, o puede incluso admitir en el ejercicio del sacerdocio a personas casadas, como ha ocurrido en varios casos de sacerdotes no católicos convertidos al catolicismo. O incluso lo haría —según afirmaba la carta de Pablo VI al cardenal Villot— en casos de extrema carencia de sacerdotes y limitándose a las regiones que se encontrasen en situación semejante.

El Papa ha ratificado innumerables veces su «decisión de que el celibato permanezca unido al sacerdocio en la Iglesia latina.

Respecto a nuestra diócesis, que tiene unos 1.200 sacerdotes desde 1962 hasta noviembre de 1969 (últimos datos publicados) se habían seculfarizado 10 sacerdotes y estaban en tramitación ocho expedientes. Algunos más se han concedido y pedido desde enton- ces. El hecho ya no es novedad. No tiene por qué «escandalizar» a nadie, aunque, lógicamente, se lamente. En todo caso, el sacer- dote que ha obtenido su secularización merece siempre nuestro respeto. Si la Iglesia le ha concedido la dispensa, no seamos más papistas que el Papa. A buena parte de ellos cl paso ha supuesto unos problemas externos e internos nada fáciles, la mayoría han obrado con discreción. Que alguno, de vez en cuando, airee su Caso, o que lo haga la Prensa, es lamentable, pero no puede ser razón para escandalizarnos.»

PPP ón nn PA

El muy demócrata y muy liberal don Salvador de Mada- riaga, para explicarnos cómo podrá ser posible la libertad, se remonta a las galaxias. ¡Vaya por Dios! Otros cuatro ilus: tres liberales madrileños no pican tan alto. Se conforman con pedirle y darle consejos a un ministro de la República Federal de Alemania. e -

Votamos por los galaxias, Con el sabio señor Madariaga. ¡Vaya si son libres! Pero ¿ir a los alemanes con consultas y dictámenes? ¿Acaso no están ocupadisimos?

DIPLOMACIA INSOLIT

Por PIO CARDENAL

España ha recibido hace unos días la visita, breve pero densa, del Ministro de Asuntos Exteriores y Vice-Canciller de Alemania, se- ñor Scheel. Nos felicitamos de que una vez más se hayan estrecha- do los lazos de amistad y colaboración que, desde siglos, unen a España con el gran pueblo de Alemania. Como quedó ampliamente demostrado durante las tres últimas guerras en las que se vio mez- clada —incluyo la de 1870— y en las posguerras consiguientes, Ale- manía no es uno de tantos países que constituyen Europa, sino la pieza maestra del tablero europeo. Su dedicación y sus adelantos científicos la han colocado a la cabeza del mundo de la técnica y de la riqueza y hay que reconocer que si los norteamericanos han logrado poner el pie en la Luna es debido, en gran parte, al invento alemán de los cohetes V-I y V-II de la Segunda Guerra Mundial, así como también a la posterior incorporación de los sabios ale- manes a los centros de investigación espacial de los Estados Uni- dos. No deja de ser sintomático, asimismo, que el primer experi- mento lunar que se realiza después del cese del alemán Von Braun

termine en un fracaso, que a poco le cuesta la vida a los astro- nautas.

Por ello consideramos que cualquier acercamiento técnico-eco- nómico con Bon no puede ofrecer más que ventajas para nuestra patria y con mayor motivo si nuestras obras públicas son en parte financiadas por Alemania, como en el caso del trasvase Tajo-Se- gura, obra que, por lo faraónica, inmortalizará al ex ministro señor Silva Muñoz, que no pudo asistir a las negociaciones por su re: ciente dimisión.

En esta visita del señor Scheel todo pudo haber marchado a pedir de boca, y desarrollarse a plena satisfacción de ambas partes, de no haberse visto algo empañada por el inexplicable, e inexpli- cado, requirimiento alemán, nuevo en esta plaza, de celebrar en- trevistas políticas fuera del programa usual. Este gesto desacos- tumbrado del socialismo alemán introduce una insólita diplomacia de nuevo cuño, en desacuerdo total con lo que hasta ahora había sido una práctica universalmente aceptada en las relaciones inter- nacionales, cual es que un Ministro extranjero no debe inmiscuirse en los asuntos internos de otros países.

Este deseo, un tanto extravagante, se ha visto asistido por la complicidad inconcebible de cuatro españoles que, a espaldas de su Gobierno, han acudido a un desayuno ofrecido por el Ministro ale- mán, en los locales de su Embajada, sin duda por la curiosidad de oír hablar el lenguaje de las banderías. El denominador común de este contubernio monárquico-liberal-religioso-progresista-comunistoi- de que aceptó el desayuno alemán es el negativo, el representativo de los enemigos del Régimen español, con olvido de que está soste- nido con los votos afirmativos de más del 90 por 100 del censo electoral; Régimen que, a través de su Gobierno, ha tenido la gen- tileza de convidar y agasajar, como invitado de honor, al Ministro alemán para tratar con él altas cuestiones de Estado.

Se dijo que los invitados del invitado eran la oposición, y que por esta causa fueron elegidos y llamados a la Embajada, lo cual no es enteramente cierto, pues no podemos aceptar como simple oposición lo que en realidad es pura opugnación, ni tampoco llamar oposicionistas a los que sólo son oportunistas. En el terreno polí: tico se suele entender con frecuencia como oposición la de aquellos que discrepan en los detalles y métodos de aplicación de unos con- ceptos comunes, pero que permanecen de acuerdo en lo sustancial. Es lo que se conoce como la «oposición de su majestad», admi- tida de manera oficial dentro del juego parlamentario, y con los que, en ocasiones, conviene contar, dentro siempre de las normas establecidas, para cuando cambien las tornas y pasen a formar go:- bierno. Pero cosa muy distinta es considerar como oposición aque- lla que está en pugna abierta con el sistema en su conjunto y sólo esperan la primera oportunidad, incluso bordeando la traición, para descuartizarle el trono a su majestad.

El premeditado número del desayuno no tiene precedentes, al menos que yo conozca, en los anales de la diplomacia. Con motivo de anteriores visitas giradas a Madrid por altos personajes de la política extranjera, con independencia de las oficiales, se celebra- ron reuniones con las Corporaciones o Entidades que podían tener relación con las materias a tratar, pero nunca se celebraron actos gastronómicosmutritivos con los irreconciliables del Régimen que

cursó la invitación. a A ar alguna visita de personaje 1 ; . do Et eiErad la que el 7 de octubre de 1913 nos hizo Sl Presidente de la República francesa, M. Poincaré, que, como a ES todos sabido, pese a su cargo, era el que en realidad yapa E Ñ rección de la política exterior de Francia, y Por eso Mino a pa pues no hay que olvidar que se acercaba la primera Cueros nm dial, e interesaba on St en E ES Pi : eh j an adic E ; a ca Ritz, ofrecido por el Circulo deja pida Mercantil y otro en el Palace, por la Cámara de paa ES Pol s no desayunó con Angel Pestana, José Nektusa Car as ex ales indudables de la oposición extraparin an » QBnEs Ñáción: si Régimen e 4 ques, Ef do Pommcars Cano A del Consejo, tan sestrambática Dre M. Barthou, isuadido al Gobierno español de en lección, le hubiera disuadi Ruiz-Giménez, padre

jerto, don Joaquín , del CORREO A "Ministro del Gabinete formado por unos cuan

] Conde de Romanones. Ea 36 ha pretendido con esto el señor Scheel,

aparte de completar su información de viva voz. ¿Darle a unos po- líticos fracasados, o ni siquiera iniciados, un relieve internacional de que carecen? ¿Hacer patente su desconfianza en la continuidad del Régimen? ¿Rendirle un homenaje póstumo a García Lorca?

Creemos que, con independencia de lo que este hecho suponga para el prestigio de España, verdadero punto negro de esta visita, podernos confortarnos pensando que felizmente tenemos Régimen para rato, pues si esta minuciosa selección, aquilatada con preci- sión germánica, ha dado por resultado reunir en torno a una ca: fetera a dos tránsfugas del Régimen, que se lucraron de lo lindo con los puestos mejor remunerados, como son los de Embajador, un comunistoide sancionado por alborotos callejeros y un aspirante a concejal que fue derrotado en la propia manzana en que habita, poca entidad tienen los enemigos del 18 de Julio. Podemos dormir tranquilos.

El señor Ministro estará satisfecho de haber aprovechado su gira y de haberse informado a conciencia de lo que pasa en Es- paña, y, por si acaso se le olvida algún detalle, podrá refrescarlo gracias a la carta, tan digna de leerse con toda atención, que le ha sido entregada por los cuatro opugnadores. Gracias a ella tam- bién podrán juzgar por aquellas tierras, dignas de mejor suerte, hasta qué grado de indignidad puede arrastrar a los hombres el despecho y el fracaso. Harán bien los alemanes en guardar bajo siete llaves tan histórico documento, en el que a decir de algunos no falta la manoseada alusión a los presos políticos (siempre en número inferior a lo debido), pues es posible que la posteridad pague muchos miles de libras el día que salga a subasta el docu- mento en la Casa Christie's de Londres.

Ni los cuatro agasajados de la Embajada alemana pueden !lle- gar a menos ni el señor Ministro puede haber perdido su tiempo más lamentablemente. Hubiera completado mejor su información sobre España paseándose por las salas del Prado que recibiendo a cuatro aspirantes a la «Gaceta», de tan escasa representatividad, que con dificultad representan a sus propios criterios en espera de mudanza. Lo único seguro es que, por muchas vueltas que la política española en el futuro, ninguno de ellos tendrá nuevo papel que desempeñar.

Confiamos que cuando el señor López Bravo prepare la visita a Alemania, en uso de la invitación que le ha sido formulada, en justa reciprocidad tan del uso diplomático, condicione su ida a o0b- tener del Gobierno alemán la autorización oportuna para agasajar en la Embajada de España a Rudolf Hess y a Rudy el Rojo, que también es opugnador de campanillas.

ha muerto

El pasado 27 de abril, tras unos meses de lucha con una enfermedad irremediable, dejó de existir, en su domicilio de Madrid, el que fue uno de sus más valerosos e insignes «con- quistadores»: el general don Carlos Asensio Cabanillas,

«¿El general Asensiot» Este glorioso nombre, junto al de seis o siete más de sus hermanos de alma y de armas, consti- tuía, resonando a diario en la prensa y cn la radio durante los años 1936-39, como un pregón de fe, un ejemplo de acción y de heroísmo, una garantía de patria en libertad, que se iba rescatando al precio de la vida, de la sangre, del sacrifi- cio de los mejores...

«¡El general Asensio»

Al igual que casi todos sus hermanos de alma y de armas, ha muerto. Pero aquí está esta España, la del 18 de julio, la reconquistada y regenerada merced a su valor y su Man- do, hace treinta años.

¡Buena, magna posición la que el general Asensio y sus pares nos legaron Tan buena posición, que los caballeros de la oposición han sabido y podido labrarse, sobre la posi ción nacional común, una muy brillante posición personal para andar por su casa y por la de los Estados extranjeros.

¡Gloria al general Asensio! ¡Imperecedera gratitud a los Ejércitos de España! .

El general Asensio

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Por JOSE MARIA PEREZ, Pbro.

En el despacho oficial del insigne mariscal Hindenburg, Presi:

dente del Reich alemán en tiempos de verdad difíciles para E ne ción, veíase para admiración y asombro de no pocos, a bien preferente, una bellísima imagen de et SAR cn Y uno de los visitantes se atrevió a preguntarle rte - sión por qué 1endía él, siendo un protestante, a cul- +0 a María. A quien el mariscal contesto con toda sencillez. —Veo yo en la Madre de Cristo como la encarnación de to- dos los grandes valores necesarios para ml AO o 7 será verdadera lástima que tantos y tan Mi OEo siitemos y vivamos profundamente tal verdad, al pensar y meditar en la Virgen María? La Santa Madre Iglesia pone en labios de María la voz: Ego Mater pulcrae dilectionis: «Yo soy la Madre del amor.» (Eclesiástico, 24, 24).

e En el norte del Nepal uniéronse a tres mil católicos tres mil hindúes y mahometanos procesionalmente para llevar la imagen de la Santisima Virgen a lomos de cuatro elefantes hasta una hu- milde iglesia de la misión. Y alli se rezó el Santo Rosario y se dio la bendición con el Santísimo Sacramento.

El alcalde, Naiad, leyó un sentido saludo de bienvenida. Y du- rante varias horas una ingente muchedumbre compuesta por no cristianos fue pasando por aquella iglesia, mientras se celebra- ban Misas ininterrumpidamente.

Un anciano indigena decía conmovido:

—La Virgen María nos ha demostrado que vuestra religión es sincera, y no como la nuestra. Vuestra religión es de amor; la nuestra, de miedo...

O ¡Venid y vamos todos, con flores a porfía; con flores a Ma- ría, que Madre nuestra es! ¿Qué buen español no aprendió de su madre a cantarlo con toda el alma? ¡Mayo, a María! Si, venera- mos los cristianos a la Virgen Maria, la Madre de Dios, más que a todos los otros Santos juntos.

Ya Maria fue muy venerada en su mortal vida, por ejemplo, en la Anunciación de la Encarnación del Verbo por el celeste Men- sajero. El cual la llamó llena de gracia y bendita entre las muje- res: «Y habiendo entrado a Ella dijo: Dios te salve, llena de gra- cia, el Señor es contigo, bendita entre las mujeres.» (Lucas, 1, 23).

No es favor pequeño el que un ángel de la gloria se manifies- te al hombre, y que éste puede honrarle y venerarle. Pero en la Anunciación no es el hombre quien venera y honra al ángel: es el ángel el que honra y venera al hombre. De donde síguese, como enseña Santo Tomás, que María es más grande y excelsa que los angeles. j

¡Cuánto no fue venerada y honrada la Virgen María por Santa Isabel! La cual la llamó bienaventurada y Madre de Dios: «Y le- vantó la voz con gran clamor y dijo: Bendita entre las muje- res y bendito el fruto de su vientre. ¿Y de dónde a esto que á venga la Madre de mi Señor a mí?» (Lucas, 1, 42-43), Pues la misma Virgen Maria previó que sería objeto de vene-

ración y honra para todas las naciones cuando cantó en el MAG- NIFICAT: «Y se regocija mi espiritu en Dios, mi Salvador, por-

a

> que puso los ojos en la bajeza de su esclava. Pues he aquí que " desde ahora me llamarán dichosa todas las edades.» (Lucas, 1, 47-48). "y

" O La divinidad de Jesucristo glorifica a María: la humanidad de

María nos lleva a Jesucristo. Por eso aplica la Iglesia a María

aquellas palabras del libro de los Proverbios: «El que me halla

a mi, halla la vida y alcanzará el favor de Yavé.» (Proverbios, 8, 35).

El insigne poeta Verdaguer, en la poesía titulada «DONDE SE

- ENCUENTRA JESUS», refiere que un penitente del yermo perdió

un día al buen Jesús, y le buscó por todas partes sin encontrar: le. Por fin, acudió a la Virgen en el altar de la ermita.

Y Ella, «sonriendo al ermitaño con dulzura infinita, le toma su corazón, que cual libro le ofrecía, y haciendo pluma de sus dedos, las palabras escribía: Quien busca el buen grano, lo encuentra en espiga; quien busca oro fino, lo encuentra en la mina; ¡quien bus- ca a Jesús, lo encuentra en María!»

O La Iglesia nos convida siempre a tener devoción especialisima

a la Santísima Virgen. Acostumbra ella añidr al Padrenuestro el - HAvemaría, y hace tocar las campanas tres veces al día, para traer- - BOS a la memoria la Encarnación del Verbo, y para movernos jun- -—— famente a saludar a María con la oración del ANGELUS.

Ha establecido también muchas fiestas en honor de María, y e le reza frecuentemente en su culto público las Letanías Laureta-

has. Y dedica a la Virgen María el más hermoso de los meses del AñO: MAYO. Y consagra el mes de octubre a la devoción del san- to Rosario. Y ha edificado innumerables templos bajo la advoca- ción de María.

Y algunos de éstos, lugar son de peregrinaciones y de gracias: como Lourdes, en Francia; Fátima, en REE Loret en talla: el Pilar, en España; Guadalupe, en Méjico, y otros sin cuento. Y A da a la Virgen la Iglesia mil títulos honoríficos: Madre de mise-

cordia, Dispensadora de las gracias, Refugio de los pecadores, Au-

.

lanos, Reina del cielo...

' el pueblo cristiano a María? La hon: : e de sap ' dei A

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ramos tanto porque es Eln

nuestra. El que + 1A Madre de Di de Dios, y le der e se» 14 2 Dios IU da a los amigos de Da ES nO muy superior al que

La honra qu : e S Santos. recae en el a a la Madre y Reina, ¿no es así que de bien colegirse el grado Por la devoción a María Santísima pue- del alma cristiana. Y de y. etidad y, por tanto, de perfección tanto más intimamente vero” “anto uno es más gran santo, abogada para llevarnos a aa ¿No es Ella la mejor 1JOo Jesús?

Encontrándome (dice el me rogó el párroco la visi rencor, me contó las es preciso perdonar..

miSIOnero) de misión en la parroquia,

tase. Y la infeliz, entre frases de vivo

ofensas de su hermano... Con todo, le dije,

tisfacción de haberme Quiero ir al infierno, contestó. con la sa:

aconsejé que rez vengado. Y agotadas todas mis razones, le que rezara para obtener la gracia de perdonar...

Al 5 : . as org Pads conmigo para lo que más convenga. Y sa: al zT . s de reviario una estampa de María empezamos a rle jun OS... Pronto me interrumpió diciendo: —No siga; perdono de corazón y quiero confesarme.

La alegría comenzó a brillar en su > semblante, y yo quedé con: movido viendo el poder de la oración, sobre todo cuando es ofre- cida por mediación de María. ¿No es Ella Madre nuestra?

. María es, efectivamente, Madre del cristiano. Por Madre nos la dio Jesucristo desde el árbol de la Cruz, al decir al apóstol Juan: «He ahi tu Madre» (Juan, 19, 27). Y en esta recomendación fami: llar de Maria al Discípulo amado no queda, no, agotado el pro- fundo sentido de las palabras de Jesús.

La gran solemnidad de la ocasión y el contexto histórico y lite- rario, y el simbolismo característico del cuarto evangelio: todo nos descubre en estas palabras del Redentor moribundo una más alta significación. O sea, la espiritual maternidad de la Virgen respecto de todos los discipulos de Jesucristo.

Sí, se refirió Jesús a todos los cristianos, puesto que San Juan, como explica San Agustín con toda la tradición de la Iglesia, nos representaba a todos los cristianos en el monte Calvario, el monte de la Redención.

O María, como se explica San Ireneo, es la segunda Eva; y por tanto es la segunda Madre del linaje humano. Y como Eva, por su desobediencia, hizo desgraciado al género humano: asi María, por su obediencia, le devolvió la felicidad. Y San Bernardo escribe: Por una mujer entró la, muerte en el mundo, y por otra volvió a entrar en el mundo la vida.

María es Madre de los cristianos. Por eso le proclamó el actual Pontífice, Pablo VI, Madre de la Iglesia. Y como Madre nuestra tiene una mayor solicitud de nuestra salvación, que no los otros San- tos y Angeles de la gloria. Después de Cristo, dice San Germán, na- die se interesa tanto por nosotros como Maria. Y el amor junto de todas las madres no es tan grande como el de Maria a cual: quiera de sus hijos, conforme se expresa San Bernardo.

Y también se interesa en tanto grado la Virgen María por nos- otros, porque tiene Ella más amor a Dios, que todos los Santos, y, por consiguiente, tiene mayor amor del prójimo. Como el mar reco- ge en la amplitud de su seno todas las aguas: así el amor de todos los Santos se contiene en el amor de Maria.

O ¡Mayo, a María...! Pero terminó mi plazo. Y cuenta una leyen: da tudesca que un pobre desterrado volvía a su añorada patria, después de treinta años de ausencia. Los padecimientos le habían emblanquecido totalmente el cabello, haciéndole casi incognoscible.

A la entrada del pueblo topó con algunos compañeros suyos de infancia, y les alargó la mano para saludarlos. Ellos le negaron el saludo, pues no le conocieron. Y el desterrado siguió triste ade: lante, y vio a un hermano suyo: Con él había trabajado, comido y dormido juntamente. Le llamó, pero el otro no le conoció y mi: róle con desprecio. h O a E

0 rrado! Mientras tanto le n los chicuelos y leia “miraban recelosos... Dio unos pasos más, y vio en un balcón a una hermana suya. Le gritó con todo afecto: «¡Her mana mía!» Tampoco ella le SR y E pS espalda.

j ado, despreciado y triste llegó a la paterna Ea reltida de luto se hallaba sentada a la puer- ta. ¡Era su madre! «Al menos ésta me reconocerá», se dijo el in- feliz desterrado... Se acercó a ella la mujer miró al forastero; le conoció al momento. «¡Oh, querido hijo mío», exclamó enterne- cida. Y madre e hijo se abrazaron apretadamente...

«He ahí tu madre.» (Juan, 13, 27). Refugium peccatorum, ora oro! nobis! ¡netugio de, los pecafores, ¿TuEña Por mosotros!

(Seguirá, Dios mediante.)

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1.—BOTONES DE FUEGO

Eso fueron, por lo que se ve, para muchos las «puntos rojos» del Secretariado Doctri- nal para la Doctrina de la Fe, de que habla- mos el 28 de marzo. ¿Es que se sintieron certeramente marcados? Por eso se revuelve instintivo grito de dolor Unciti en «Vida Nueva», 25 de abril: «El revuelo que se ar- en el primer momento fue tremendo.»

Se explica también, por la reacción que hubo de causar el cauterio en carne viva, la contradicción flagrante: «El informe fue he- cho público en las páginas del semanario "Ecclesia”, con fecha de 14 de marzo, sin que de ¡momento despertara el más mínimo interés ni se suscitara en torno al mismo el más mínimo comentario.»

Pero eso no es verdad. Porque, prescin- diendo «de nuestro propio comentario y de las publicaciones ovetenses (según nuestras noticias, no casa en modo alguno con el re- vuelo tremendo. En alguno de los extremos está la falsedad. Que no se enterara «A B Cp» y apenas «Ya», bien sabrán por qué en «Vida Nueva» el director Descalzo y el re- dactor Unciti.

Una frase, sobre todo, ha escocido a tan delicadas criaturas: «Una parte no despre- ciable del clero español propala doctrinas erróneas y peligrosas.» ¡Aquí fue Troya! Y se arma un tinglado de preguntas como de proceso inquisitorial. ¿Dónde viven estos se- ñores? ¡Cuántas farsa y qué fariseísmo!

2.—ERA PREVISIBLE

Si Lubac habla de una «crisis espiritual de tal índole que raras veces algo semejante ha sacudido a la Iglesia» («Ecclesia», 25-V- 68). Si Daniclou ha estimado necesario re- cordar la casi universal defección arriana y no ha dudado en denunciar en el Circulo de la Prensa de París, 16 de septiembre de 1969, que se encuentran dentro de la Iglesia sacer- dotes «verdaderos asesinos de la fe».

Si la Sagrada Congregación para el Clero asegura («L'Osservatore», ed. esp. 15-11-70): «Se registran dudas y discusiones respecto a casi todas las verdades, incluso las de fe; de donde se sigue que muchos sacerdotes no tienen ya una certeza personal sobre la auténtica doctrina católica, poniendo en du- da o, al menos, en discusión, incluso los mis- mos principios que rigen y moderan la vida cristiana y sacerdotal. Los sacerdotes jóve- nes encuentran a veces dificultades para re- tener integramente el depósito de la fe que Jesucristo entregó a su Iglesia. No.se duda en rechazar incluso las mismas verdades de la fe. Se rechaza el Magisterio...»

Si Pablo VI se ha visto constreñido a re- probar tantas veces todo esto, hasta el ex- tremo de verificar que vivimos en una «era fatídica del mundo y de la Iglesia» 25-X-69), pues se trata, desde luego, por la obra ne- fasta de los Maestros de Israel, de la «auto- destrucción de la Iglesia».

Si, mirando a nuestra España, ya el pa- sado año se rebelaban los Arzobispos de Madrid y Zaragoza ante la idea de una /gle- sia nueva, que nadie puede saber cómo sera ni si será la Iglesia que Cristo instituyó, sino otra distinta porque esos señores (sacer- dotes) de la Iglesia nueva siembran -—nos dicen— errores morales y dogmáticos acer- ca del matrimonio y libertad sexual, del pe- cado original, concepción de Jesús y vIrgl- nidad de María; de la presencia real y di- vinidad de Cristo; de la constitución jerár- quica de la Lele y naturaleza y misión del

ino de Dios, etc.

o ha sido también Mons. Cantero, Pte. de la S. E. de Ms. de Comunicación Social, en confirma («Ecclesia», 21-11-10): el inin terrumpido bombardeo ideológico y psicoló- gico a través de esos medios (casi siempre manejados por sacerdotes y religiosos) con- tra la autoridad y magisterio de la Iglesia, también en cátedras y periódicos católicos, que ahogan la influencia de encíclicas y pas:

torales, que termina por anularse con los sondeos tendenciosos y las ambigliedades doctrinales...

Si esto es asi, como lo es, bien podía su- ponerse a priori que no hay exageración en el Informe. .

3.—Y ESTA COMPROBADO

He aqui, pues, a posteriori, para comprobar un índice incompletísimo de algo nada más de lo ya documentado en «¿QUE PASA?»:

1) Don Olegario, en «Iglesia Viva» (abril 1969): contra «Humanae vitae», en «Espa- ña a la intemperie»: contra Sab. 13, Rom., 1, y la definición del Vaticano 1 (recordada en el Vaticano II), acerca del conocimiento de Dios por la razón humana.

2) V. Serrano, en «Amistad J-Cr.» (ene- ro 65): P. Llanos, en «Ya» (1-111-67); Ara- dillas, en «Pueblo» (17-XII-68); M. Descal- zO (?), en «A B Ch (y «Vida Nueva») (14 XII, 69); «Selecciones de Teología» (ju- nio 68): por escribir sobre Israel en palma- ria contradicción con la Escritura, Liturgia, ininterrumpida y viva Tradición y auténti- co Magisterio de la Iglesia.

3) «Amistad J-Cr.» (diciembre 66): Ora- ción sacrilega y blasfema —<contra toda la economía de la historia de la salvación— fal- samente atribuida a Juan XXIII.»

4) «Hechos y Dichos» (mayo 69): de Jerar- quía y Sacerdocio, contra Trento, Vatica- nor y ALA

5) «Phase» (junio 68): de Eucaristía, con- tra Trento, Mysterium Fidei, Eucharisticum Mysterium, etc. Escriben: J. Bellasvista, P. Farnés, J. Gomis, O. González, J. Llopis, C. Martí, J. M. Rovira, P. Tena, E. Vilanova.

6) «Incunable» (julio 67); «Indice», nú- meros 219-220: los presbíteros Bría y Casa- novas promocionan las aberraciones holan- desas. Intervino severamente (como vimos en «Cruzado Español») la Sagrada C. para la D. de la Fe, el 11 de diciembre de 1967,

7) «Questions de vida cristiana» (Monse- rrat): por sus debilidades neerlandesas (cen- suradas, como en el caso de Incunable, por la Sagrada Congregación), y por su impro- cedente actitud frente a «Sacerdotalis caeli- batus»...

8) Abadía de Montserrat (con imprimatur del Arzobispo de Barcelona): por la prác- tica negación de «el infierno» (1-1V-69).

9) El jesuíta Leita, en «El fonament irre- ligiós de l'Esglesia (Barcelona, 69): blasfe- ma diatriba, galardonada por Jorge Llimona, definidor catalán de los capuchinos; Mauro Boix, director benedictino de la sectaria re- vista «Serra d'Or», y Juan Carrera, Vicario Episcopal de Barcelona.

10) «Correspondencia», revista sacerdotal con licencia de la curia barcelonesa, por su indignante ataque al celibato y escandalosa propaganda del escandaloso engendro de Leita (octubre 69).

11) «Vida Nueva» (diciembre 69): por el golpe bajo (descalificable) de Gómez Ortiz- Arias a la Madre Iglesia, el desprecio de los Mandamientos y... la burla del matrimonio.

12) «Pueblo (15-X-69): audacias y here- jías al alimón de Aradillas-Maldonado, pro- blematizando el dogma del infierno, ¿gno- rando el dogma del destino inmediato de las almas separadas.

13) El herético Catecismo holandés, tra- ducido, ensalzado y propagado con manifies- ta rebeldía por multitud de sacerdotes. Ya hemos hablado aquí de la falta de lógica y sobra de tendenciosa falsedad de Manuel Alcalá en «Razón y fe» (diciembre 68); de la deslealtad hacia la Iglesia de Domiciano Fer- nández en la nueva «Ilustración del Clero» (agosto 69) y de «Ecclesia», por la difusión de su obra; del escarnio brutal del Magis- terio, de Rubio Carrasco, en «Pentecostés» (diciembre 69).

14) La escalada llega hasta algún trono

episcopal: y hemos visto con asombro que -

esa propaganda gratuita, indirecta, pero real, se amplificaba por el altavoz del semanario

auténticos, según el Evangelio, que vosotra

Y : e

Por IJCIS.

diocesano «Luz y Vidan (9-X1-69) en todos . los templos madrileños. "

15) Hace tiempo, «¿QUE PASA?» ponía en guardia contra la peregrina (herética) teoría que se atribuía al jesuita Cafarena contra la historicidad de la Resurrección + de Jesucristo. Aquello no se desmintió; y ahora (25-1V-70) se lamenta el colegio S. 1. €. de que en algunas homilías madrileñas se predica igual herejía...

16) No hablemos de los errores de Dal- máu en «Cuadernos para el Diálogo»; de las osadías de Llimona, del libro perturba- dor «Objetions to Roman Catholicism», que los clérigos Vigordá y Martí nos han tra- ducido al castellano y catalán en «Nova Te- rra» e «Incunable» ha difundido; del cris- tianismo «poscristiano» de «Proyección»; de las correrías solidarias de González Ruiz y Cía. dentro y fuera de España; de ciertas comunidades de base —sin base— anárqui- cas y ajerárquicas, alentadas por sacerdo- tes (Mons. Morcillo, «Ecclesia», 25-IV-70). Ni de la monstruosa mescolanza: el santo sacrificio de la Misa y... una reunión cual. quiera para ver de alargar una calle o abrir una cloaca..., «celebraciones todas ellas evan- gélicas, por ser realidades evangélicas», se- gún el párroco condal Jorge Bertrán en la publicación sacerdotal «Surge» (diciembre 67). Es la perfecta desacralización de la Li- turgia que preconiza Maldonado, pero que... anatemiza Pablo VI.

17) ¿Para qué hablar de las profanacio- nes con pinturas murales, en Gerona, y en los recordatorios de primera misa, en Sevi- lla; de las hojas parroquiales que ignoran los Congresos Eucarísticos y se avergilenzan de nuestros mártires verdaderos (Pío XI), pero canonizan a Camilo Torres?

18) Sólo un 25 por 100 de nuestros semi- naristas están decididos a ser sacerdotes «co- mo hoy quiere la Iglesia». Un 52 por 100 piensa (contra Encíclicas y Papas y Conci- lios) que se debe suprimir la obligación del celibato («N. D.», 8-11-70; «C. I. O.»...).

19) Según «Vida Nueva» (21-111-70), la mi- tad aproximada del clero español está igual- mente (contra las Encíclicas y los Conci- lios y el Papa) por esa supresión.

20) Se ha hecho con escándalo una en: a «ignominiosa», que es mejor olvi-

ar.

4.— ¡DESCALIFICADOS!

Si esto es una minima parte de lo que en una sola revista queda registrado, ya se ve que no es nada despreciable, ni por el nú- mero ni por la calidad, esa parte que pro- pala «doctrinas peligrosas y erróneas».

Hay párrocos y canónigos, publicistas, pro- fesores de Seminarios, Institutos de Pas- toral y Liturgia, Universidades Eclesiásticas, directores y redactores y jefes de secciones religiosas en toda clase de publicaciones, teólogos de comisiones internacionales, mon- p señores... y

Con ellos están implicados y complicados un número inmensamente mayor (sobre to- do en ciertas entidades y revistas), que los sostienen, aplauden y aupan, y..., por lo me- nos, son cómplices, pues de ningún modo los desautorizan.

Es ya bien triste y sintomático que «Vida Nueva» (como tantos otros periódicos) nun- ca hayan tenido una palabra de reproche para todo esto —que es ciertamente mate ria de escándalo, tantas veces gravísimo pa- ra el pueblo de Dios—. Y que ahora porque una institución eclesiástica —que si algo hay" que reprocharle es no haber hablado antes, más a menudo y más fuerte— da un obli. gado toque de atención..., se rasgan las ves. tiduras para gritar histéricos: «Otra vez han soplado los vientos del escándalo.» Y

¡Pobrecitos! ¡Lo que tendría que soplar es un huracán deshecho, que barriera + do ese montón de .... esos que escúnda al

o propagáis. o ayudáis a e r metéis! ¿isa dle o Du Y A ”.

E . . E A ¿40 1 e Ss B e y

ma

A los demás nos ponen cargas, pero ellos no

llevan las suyas

DE EKRIMERA COMUNION

El Obispo. Administrador Apostúlico de Bilbao, publicó una Instrucción Pastoral sobre la «Iniciación Sacramental de los Ni- ños». En ella se refiere al vestido de Primera Comunión. y dice que se han de desterrar todos los trajes fantasiosos y ridículos. Sigue así: «Si se me pidiera puntualizar un tanto este detalle, me atrevería a decir que dos son los trajes más propios para una Pri- mera Comunión: la túnica blanca y el traje de calle»

En nuestra tierra. el traje más común para una Primera Co- munión es el de marinero. También se han usado los de almi- rante y algún otro modelo que siempre se ha tenido por extra- vagantes.

¡Reflexionando un poco sobre la cuestión, encontramos una ex- plicación lógica al uso del traje de marinero. Repasando fotogra- fías antiguas. veremos que, a principio de este siglo, los primeros comulgantes vestían de calle con un lazo blanco en el brazo iz: quierdo. Nos figuramos que para un día tan importante procu- rarían estrenar traje. eN

Posteriormente. con San Pío X se rebajó la edad para recibir ia Primera Comunión. Es decir: que ha sido en este siglo cuando se ha establecido la costumbre de que comulguen niños de seis, siete y ocho años. En este período, el traje de marinero era de uso normal y muy extendido para la infancia. Era un auténtico traje de calle. Nosotros hicimos la Primera Comunión con tal pren da y seguimos usando dicho traje hasta que se nos quedó peque- ño. Además de ese. recordamos haber usado otros trajes de ma- rinero, va que. repetimos, constituía una prenda habitual.

Ese es el motivo, a nuestro juicio, de que la mayor parte de los niños vistan de ese modo el día de su Primera Comunión aún hoy. cuando el traje de marinero no está de moda.

Nos parece por ello lógico su uso. Como también estimamos normal el traje de calle. En nuestro tiempo eran muchos los ni- ños que se presentaban así a recibir a Jesús. La túnica blanca nos parece más de acuerdo con el significado del día, aunque no se haya extendido su moda; pues lo cierto es que, cuando se lle- va. se debe. en la mayor parte de los casos, a imposición.

Por ZORTZIGARRENTZALE

Muy en su punto la insinuación del señor Obispo al recomen- dar, sin imponer, el traje de calle o la túnica blanca.

ORDENAMOS Y MANDAMOS

Lo que ya no nos parece bien es el «ukase» promulgado por los dialogantes socerdotes de Baracaldo que han dirigido a los padres, y dice así: «No será admitido a la Primera Comunión nin- gún nino que vaya vestido de novia o de marinero» ¿No tendrán esos reverendos señores suficientes preocupaciones sin meterse a dictar la manera de vestir a los niños”

¿No nos están diciendo que los seglares somos parte importan: te de la Iglesia? ¿No nos hablan de la «paternidad responsable»? Y en nombre de ella, ¿no nos incitan a enmendar la plana a Su Santidad el Papa y aun a la Divina Providencia? ¿Quién entiende esto? ¡Si a la hora de algo tan elemental como es el decidir el vestido de un niño no nos dejan hacer lo que estimamos más oportuno! ¿Cuándo se ha visto en la execrada lelesia, anteconciliar, constantiniana y triunfalista una dictadura semejante?

Hay que tener en cuenta que el Obispo recomienda. Ellos im- ponen.

Nosotros nos preguntamos si todos esos Sacerdotes que con tanto afán quieren vestir de túnica a nuestros hijos. porque a ellos les da la gana. llevan en los actos litúrgicos la sotana como lo tienen mandado. A los demás, poner cargas; pero ellos, a no llevar las suvas.

Nos preguntamos si el mismo afán (¡no será admitido a la Primera Comunión!) que emplean para hacer cumplir las leyes que a ellos se les ocurren lo pondrán en hacer cumplir las costa: hlecidas por la Iglesia. Nos referimos al precepto de llevar la «a: beza cubierta que obliga a las mujeres por prescripción de San Pablo, San Lino y del Código de Derecho Canónico vigente.

_¡Libertad, libertad! ¡Cuánta burla hacen de tu nombre quienes más te invocan!

S. S. EL PAPA Y LOS JESUITAS

la oran impostura de las declaraci

Las declaraciones del Padre Arrupe que el Padre Alcalá pu- blica en «Vida Nueva» dejan la impresión —<claramente intenta- da por los editores— de que el Papa ha desaprobado al grupo de jesuitas españoles deseosos de continuar la tradición de la Com-

1 pañía y disconformes con la escandalosa disolución de la vida re- . ligiosa que se está operando bajo la dirección o la tolerancia de Í los actuales Superiores.

Las declaraciones escamotean el hecho decisivo de que el Papa

le ha trazado al Padre General un programa de acción indispen- sable para que los jesuitas puedan trabajar unidos con fidelidad a la esencia y al espíritu de la Companía, programa que reprodu- ce exactamente las reclamaciones de aquellos Jesuitas a quienes ahora se trata de reprimir y difamar. Es el mismo Padre Arrupe, ciertamente nada sospechoso de - exagerar la seriedad de la amonestación pontificia, el que en una comunicación no publicada refiere el encargo del Papa, después de que éste le manifestó la impresión y preocupación que le vie- Esa causando las informaciones sobre la situación de la Com- panía. Según el relato del mismo Padre Arrupe, el Papa le dijo que Ú confiaba al Gobierno de la Compañía (Padre General, Curia Gene- . ralicia, PP. Provinciales) «el buscar los caminos y. remedios más eficaces para orientar y corregir lo que fuese necesario en los momentos presentes. Recomendaba, sí, a la Compañía el poner . especial acento en consolidar las bases fundamentales de la vida religiosa: la obediencia, la pobreza, la piedad y prácticas ascéticas, en especial la oración y los Ejercicios espirituales, así como el verdadero espíritu de la discipilna religiosa y de la vida comuni: taria ordenada. La Compañía debía, además, mantenerse siempre fiel al Vicario de Cristo y al magisterio de la Iglesia, procurando por todos los medios a su alcance seguir la tradición que le ha recabado siempre la confianza de la Jerarquía, del clero y del pueblo fiel. Tocaba a los Superiores lograr que esta fidelidad fue: ra mantenida en todas las actividades, y de un modo especial. en las publicaciones de la Compañía».

Es un programa impresionante Son notorias en ciertos secto- res de la Compañía la anarquía espiritual, el estilo mundano de vida, que llega al despilfarro económico, el abandono de la ora-

- Ción, la dispersión de la vida comunitaria, la descarada oposición al Magisterio del Papa, la irresponsabilidad y aun la heterodoxia de las publicaciones. Ante este panorama .es como se entienden oda su significación las palabras del Papa; que constituyen apremiante llamamiento a la ohediencia, la oración, la asce-

a comunitaria ordenada, la fidelidad al Vicario de Cristo as publicaciones.

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bLNGs A 4 Sin comentarios. ¿Atenderán al Papa los responsables de la Compañia de Jesús? ¿O le traicionarán una vez más?

UN LECTOR DE LA CARTA DIRIGIDA POR EL PADRE

ARRUPE A LOS JESUITAS DE ESPAÑA DESDE ROMA, EL 27 DE MARZO DE 1970

omprensión y caridad al ene

La Iglesia, si se alegra, si se estremece de júbilo apacentando a los justos, se entristece y llora delante del extravío de los pe- cadores. Es de éstos. antes que de aquéllos, de los que debe pre- ocuparse y atraerlos, salvarlos. Y tanto más atajará al pecador y lo tracrá a su seno, cuanto con más ardor y generosidad le salga al paso al enemigo.

Que le des al fiel lo que por fidelidad mercce no es nada ex- traordinario. Que le retribuyas con amor al que te odia es don del Cielo.

Que le instruyas de la verdad de Dios al que en Dios crec, y le leas a diario las Leyes Divinas al que diariamente las cumple está bien, es aumentar la Gracia en el que la posee; es aumentar- la riqueza a los ricos sin levantar de la miseria a los pobres.

Es necesario algo más. Es preciso avanzar en las tinieblas y llevar la luz de la Gracia, en el sagrado nombre de Jesucristo, a los que no saben de Dios, ni de la Iglesia, ni de la Gracia, ni de la Luz. Pero jamás, para atraerte al enemigo, dilapidar, despilfa- rrar en su obsequio la Luz, la Gracia, la pureza de la Iglesia y los sagrados misterios de Dios.

(Del libro «CON CRISTO VIVO, FRENTE A LOS "TEO- LOGOS" DE ASALTO», de Joaquín Pérez Madrigal.) NN

—¡Está usted equivocado! Yo soy católico, pero concilia- rista. :4 ver si se entera, ¡conciliarista!

—Pues le felicito, hermano. Si es usted conciliarista de verdad estará dispuesto a la conciliación con los católicos de fo inalterada ni inalterable por los modos y las modas del

mundo.

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LAS DROGAS EN TEOLOCIA

Los Glérigos valientes de Castro-Urdiale

Por F. P. de CHANTEIRO

En «Hoja del Lunes» de Salamanca suele de vez en cuando pu- blicar algunos de sus mariposeos alrededor de temas, que le ofus- can y que a veces le chamuscan, el sacerdote don Leandro CUA- DRADO. Del publicado el 23 de febrero de este año, con el título de «Facultades de Teología en España», son—no queramos acordar- nos de lo demás de ese artículo—las patochadas siguientes: «Espa- ña, que dio teólogos en Trento, está actualmente colonizada por el pensamiento teológico de Europa. Importamos teología. Y un país teológicamente colonizado (como es el nuestro) ...»

Pero ¿qué idea—si tiene alguna—puede tener de lo qué es Teo- logía y es «importar Teologían y es «colonizar y ser teológicamente colonizado» el sacerdote que eso escribe y que es uno de los del Equipo de «Ediciones SIGUEME»? ¿Qué podrá entender—si algo entiende—por eso de «el pensamiento católico de Europan? ¿Será capaz de pensar que el pensamiento católico de Francia, de Ale- mania, de Bélgica, de Holanda, etc., es el que tratan de meter en Francia, en Alemania, en Bélgica y en Holanda—quieras o no—los Chenu, Congar, Schillebeeckx, Suenens, Alfrink, Rahner, Laurentin, Háring, etc., y que no logran meter como ellos quieren y de tal suerte que se pueda afirmar que Europa piensa como piensan Sue- nen, Rahner, Schillebeeckx, Laurentin y Compañia?

Es un tremendo absurdo, «made in Salamanca», eso de que «IM- PORTAMOS TEOLOGIA». ¿Se imaginan los de «Ediciones SIGUE: ME» que la Teología puede ser importada, como se importa de Holanda queso de bola, salchichas y cerveza de Alemania, y per- fumes de Francia? Lo que se importa y se exporta no es ni puede ser Ciencia y Sabiduria—bastaría con ser rico para tener a la mano el ser sabio y el ser teólogo—, sino libros y revistas que, tra- ducidos y acomodados al español, venden, haciendo un gran nego- cio económico, ciertas Editoriales, cuyo fin primordial—eso confie- san—no es el negocio. La Ciencia—teológica o no teológica—tiene que hacérsela uno a mismo y en mismo, por medio de una intensa vida interior de reflexión y estudio. Ni Salamanca ni esos libros que vienen de Holanda y Francia pueden dar el ser teólogo al que es incapaz de serlo. Muchos que hoy se tienen y son teni- dos—aun en Salamanca y Deusto—como teólogos, no lo son, sino gárrulos repetidores de lo que leen en esos libros y revistas que se compran y se venden en el mercado.

Mucho mayor absurdo es el decir de España que «es un Pue- blo teológicamente colonizado». ¿Se imaginan los de «Ediciones SIGUEME» que exportar naranjas a la Gran Bretaña y libros a Hispanoamérica sea, por parte de España, un verdadero intento de colonizar a Hispanoamérica y a la Gran Bretaña? ¿Se imaginan que importar de Holanda y Francia queso de bola, perfume y li- bros sea nada menos que un dejarse colonizar por Holanda y Fran- cia? ¿Qué entiende el Reverendo Señor CUADRADO por «coloni- zar» y por «ser colonizado»? ¿Cree que es posible «colonizar» a Holanda exportándole quesos? ¿Es que ignora que nuestro Pue- blo español es un «Pueblo de Teólogos»? ¿E ignora que, entre los hombres y las mujeres de nuestros pueblos y aldeas—aunque sólo saben el Catecismo de Astete o el de Ripalda—no es dificil encon- trar teólogos más teólogos de lo que lo son muchisimos sacerdotes, que han estudiado en Salamanca, Deusto, Comillas, Lovaina O Roma y que han leído esos libros, «importados» de Francia, de Alemania y de Holanda, que SE VENDEN y SE COMPRAN en el mercado?

O Precisamente, por eso, porque el buen pueblo español es un «Pueblo de Teólogos», se escandaliza, cuando ve que desbarran en Teologia—dogmática o pastoral, moral o ascética—, los que debie- ran ser sus doctores. Sirva como un ejemplo lo sucedido en Cas- tro-Urdiales, provincia de Santander. Los Sacerdotes de Castro trabajan—como ellos dicen—en «Equi- po». La palabra «equipo» llena hoy la boca de muchos Sacerdotes que sólo hacen que hacen. La noticia de lo ocurrido en Motril, don- de los Sacerdotes del Arciprestazgo decidieron COLEGIALMENTE no reconocer» a la Ciudad de Motril el derecho inalienable que ella tiene a tomar parte en los cultos litúrgicos, llegó a Castro-Urdia- les y puso al rojo vivo los deseos que el «Equipo Sacerdotal» tenia —por hacer algo—de DAR UNA CAMPANADA y, acto seguido, de- cidieron «en equipo» los Clérigos que 'lo forman el no reconocer de allí en adelante a la Ciudad de Castro, representada por su Ayuntamiento, derecho alguno a tomar parte en los cultos de la Parroquia. , La indignación, tristeza y estupor de los castreños fueron sin límites. Más teólogos que los Sacerdotes de ese «Equipo Parro- quial», saben los castreños que la autoridad—no solamente la ecle- siástica, sino también la 'civil—viene de Dios. Y saben que la So- ciedad civil debe rendir «públicamente» á Dios el culto que a Dios le debe, reconociendo «pública y solemnemente» su dependencia de Dios. Saben que la Ciudad, representada por su Ayuntaminto, es una persona moral y jurídica, que, porque tiene el deber de ren- dir culto a Dios, TIENE EL DERECHO a que: nadie le impide la libertad de cumplir con ese deber sagrado. Los católicos castreños no se explican que pueda ser tan asombrosamente grande la igno- rancia teológica de esos pobres Sacerdotes, que, con aire de per- donavidas, se plantan en la puerta de la Iglesia—valga la meta fora—pare decirle a la Ciudad de Castro-Urdiales: «¡TW, no. La Iglesia sólo es para personas de carne y hueso, que tienen un alma

que salvar, La Ciudad, como Ciudad, no tiene por qué rendir culto a Dios ni por qué practicar públicamente la Religión. ¡Afuera, pues, de la Iglesia!»

O Si la ignorancia de los Sacerdotes de Castro-Urdiales es tan asombrosamente grande, ¿qué decir de su petulancia? La indig- nación, tristeza y estupor de los castreños no tienen límites, ya que no son capaces de explicarse el «Somos aquí la Autoridad. Y, como Autoridad que somos, Representantes y Presidentes de este Pueblo de Dios, que es la Iglesia en Castro Urdiales, no admi- tiremos dentro de la Iglesia Parroquial más Pueblo que ese Pueblo de Dios ni más Autoridad que la nuestra. Don Lorenzo MAZA SUETA puede, si quiere, venir a los cultos, como feligrés católico de la Parroquia; pero no don Lorenzo MAZA SUETA, el Alcalde de Castro-Urdiales. Los castreños, feligreses de la Parroquia, pue- den venir todos a la Iglesia; pero la Ciudad de Castro, es decir, od castreños, «TODOS A UNAn representados por su Ayuntamien- O, ¡no!n

9 Si la ignorancia y la petulancia de los Sacerdotes de Castro Urdiales son tan asombrosamente grandes, no lo es menos, sino más, su presunción: «En Castro-Urdiales, la Iglesia no es el Papa, ni es el Obispo, ni los Obispos colegialmente reunidos en Confe- rencia Episcopal. Si el Papa quiere admitir en el Vaticano Jefes de Estado u otras Autoridades Civiles, que los admita. Si los Obispos quieren admitir en sus Catedrales a los Ayuntamientos, Diputacio- nes Provinciales, Gobernadores Civiles u otras Autoridades, que los admitan. En Castro-Urdiales, la Iglesia somos nosotros, los Clérigos del «Equipo Sacerdotal», que ordenamos y mandamos, SIN TENER QUE RENDIR CUENTAS A NADIE, lo que mejor nos parece.»

O Sila ignorancia, la petulancia y la presunción de estos Clérigos de Castro-Urdiales no pueden ser mayores, toca ya los límites de lo demencial su BRAVUCONERIA. Con sin igual desfachatez y al- tanería se enfrentan ya no tan sólo con los castreños y vecinos de Castro-Urdiales, que «TODOS A UNAn son ultrajados, al ser ultra- jada la Corporación Municipal, que los representa, sino que se en- frentan con toda la Diócesis y Provincia de Santander y con toda España. Tan algo y tan vivo es en la carne y el ser de España Cas- tro-Urdiales como lo puede ser y es Gibraltar. Y España lleva en su corazón la afrenta heche a la Ciudad de Gibraltar en 1704, y que aún perdura, al tener que salir de Gibraltar sus Corregidores con toda la población casi en masa y quedarse a las afueras de Gibral- tar, dando ser y vida a lo que hoy es SAN ROQUE y que no es más ni menos que Gibraltar, echado de Gibraltar por los ingle- ses. Como persona privada, puede el Alcalde o Corregidor Mayor de Gibraltar, hoy San Roque, ir al Peñón y, provisto de un pasa- porte, entrar en Gibraltar. Pero no puede, como Alcalde de Gi- braltar, entrar en Gibraltar. Como persona privada, puede también don Lorenzo MAZA SUETA entrar en la Iglesia Parroquial de Santa María, de Castro-Urdiales; pero no puede, ni podrá ya más, entrar en ella como Alcalde y al frente de la Corporación Munici-

pal para rendir a Dios el culto que la Ciudad de Castro-Urdiales

debe rendir a Dios. Tres Clérigos valientes, descomunales tan solo por su ignorancia y su presunción, le impedirán la entrada.

O Lectores de esos libros y revistas de «Teologia que IMPORTA- MOS» de Francia, de Holanda y de Alemania, y que en España VEN- DEN-—como se venden no pocas drogas, destructoras del vigor ju- venil de España—ciertas Editoriales y Librerias, que se llaman y se tienen por «Católicas» y aun por «Eclesiásticas», hay Clérigos, que, como Don Quijote, se creen llamados a ser «desfacedores de entuertos». Y «drogados» por lo que hay de «no-teológico» en esos libros y revistas de «Teologia que IMPORTAMOS», hay en España no pocos Clérigos que—«seco el celebro y perdido el juicion—salen por los campos de Motril y de Castro-Urdiales y acometen, lanza en ristre, y hasta llegan a espantar a las ovejas, que el Pastor Divino les había encomendado apacentar.

Y mientras que esos Clérigos, en España, así «drogados»—como están «drogados» en Holanda y en Francia otros muchos Clérigos—, SE CONSAGRAN A DESCONSAGRARLO TODO, hay Revistas Editoriales Católicas y aun Eclesiásticas que SE CONSAGRAN a «importar más y más teologian y a manipularla un poco para mejor «venderla», como se venden las drogas. Ciertamente que eso les da más dinero y les da también cierto prestigio y renombre y hasta puede, a las veces, llegar a darles «POR ANADIDURA»—y ¿por qué no?—la ilusión de hacer Apostolado y de ilustrar al Clero.

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¿Qué beneficio alcanzan con su adio

los enemigos de

Pio 1

La luz vino al mundo. y amaron más los hombres las tinieblas que la luz. Porque todo el que obra mal aborrece la luz. (J., 3.) ;

Un periódico local publicó hace tiempo una entrevista dialo- gada entre un conocido escritor y un periodista. ]

El motivo de la entrevista fue un reportaje que hizo el escritor, para el cual tuvo que trasladarse a nuestra vecina Portugal.

Ignoro el porqué de la extrañeza del periodista por el hecho de que tal escritor hiciera tal reportaje pero recuerdo que el entrevistado aclaró con eruditas palabras (que yo transcribo en lenguaje popular) que a él lo mismo le daba flores de lis que un martillo. Lo único que le interesaba era la paga. Le habían pagado para hacer el reportaje, y allí habia ido para ganar lo convenido. ¿Más claro? ¡El agua! Si no es turbia.

Recuerdo que al leer tal declaración comenté «He aqui una manera de ofrecer sus servicios sin pagar un céntimo por el anun- cio.»

Y no pensé más en ello hasta que la propaganda ha hecho que el nombre del mencionado escritor vuelva a ser motivo de comen- tario, y el motivo ha sido un libro.

Y como la Imaginación es dificil de sujetar, y más cuando va acompañada por la Curiosidad, teniendo como base el recuerdo, han comentado las dos:

IMAGINACION.—¿Ese libro será cosecha propia o por cuenta ajena, como lo fue aquel reportaje?

CURIOSIDAD.—En ambos casos, ¿qué se pretende con ese li- bro? Enaltecer la Literatura, no creo. ¿Dinero simplemente?

IMAGINACION.—Por una parte, si. Pero ahi se observa algo más que el simple deseo de adquirir dinero al precio que sea.

CURIOSIDAD.—Pues ¿cuál puede ser el propósito? ¿Desacredi.- tar a nuestra Santa Madre Iglesia?

IMAGINACION.—No seas ingenua. Cien opiniones entre treinta millones no llega ni a un suspiro. Además, es obvio que muchas de las respuestas de los preguntados no son noticia de puro conocidas.

CURIOSIDAD.—¿Habrán pretendido, valiéndose de la buena fe de algunos, ponerlos en evidencia?

IMAGINACION. —Quizá. ¿Por venganza, resquemor, deserciones que no se perdonan? ¿O les ha inducido el deseo de remover cie- no, hurgar rencores o renovar dolores?

CURIOSIDAD.—¡Oh Imaginación! ¡Imaginación! Me das miedo cuando te lanzas. Frena y para.

O Lo que es verdad es que esos enemigos encubiertos, que se valen de... quienes se valen, por carecer ellos quizá de condi- ciones O capacidad para atacar a cara descubierta, deberian saber ya que, aunque todos los españoles somos católicos, nos sucede como a los ríos españoles: que, aunque todos son ríos, los hay de

o muy distinta modalidad.

Hay río que nace en un frondoso lugar, mas su curso le lleva a tierras sedientas, que pronto absorben todo su caudal, e igno- rado muere en cualquier punto ignorado de la meseta.

Otra modalidad de río es la del que nace alegre y saltarín. Crece y discurre entre arboledas, penetra en profundas simas; mas pronto es encauzado y ya no ve más paisaje que las dos pa- redes que fijan su curso.

Y hay río, por ejemplo el Tajo, que nace en lo alto de una

sierra, desciende, se adentra y vuelve a salir. Cruza estepas, sabe de jardines, de praderas, de campos, de bosques y hasta de cana- les; pero él sigue su curso tierra adelante, hasta que llega al pun- to final de su destino, en donde le aguarda el mar, que con un E efusivo abrazo le funde en su propio ser.

Si al citado primer río le preguntaran de huertas y praderas, de bosques y jardines, de la inmensidad del mar... ¡Pobrecito! ¿Qué podría responder? > a Si preguntaran al segundo río, algo podría decir, pero poco.

Sólo el tercero podría dar una respuesta con razón de juicio.

Pues el caso de los católicos españoles es algo parecido. Hay católico que lo es porque ha sido bautizado. Otros, además de bau- - tizados, son católicos practicantes, por costumbre. Y hay católi- cos que, además de bautizados y ser católicos practicantes por costumbre, lo son también por sus firmes, conscientes y profundas Creencias. Hora es ya de que nuestros queridos enemigos aprendan a dis- tinguir. í

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Porque ante un señor que de católico sólo tiene la fe de bau- -tismo, ¿a qué mente medio inteligente no se le ocurre que pedir peta señor su Opinión sobre Religión es como pedir peras al olmo? Y perdón por lo castizo de la frase.

_ Yaun católico que, además de bautizado, practica por costum- - bre, pedirle su Opinión sobre Religión es como pedirle a un peón

de albañil de qué se compone el hormigón celular?

cambio, si preguntan al católico que lo es porque ha sido autizado, que practica, no sólo por costumbre, síno también por- ha llegado a penetrar, a conocer, a sentir la Religión que

tión.

11zá no era la verdad lo que buscaba el entrevistador.

e de suponer, conoce el Evangelio, sabe que en él

ro explica esas diferencias entre católicos. Ca Me $ 1 py ¿e 1 , %

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esa; éste si podrá contestar con base, con pleno conocimiento"

nuestra Religión?

JULIA RIBAS

«ha semilla es Ja palabra de Dios. El se e siembra la palabra de RDIGSIÓS e o

«El que fue sembrado entre peñascales es aquel que oye la palabra y lucgo la recibe con go0zo; pero no tiene raíces en mismo, sino que crec por un tiempo; mas venida la tvibulación o la persecución a causa de la palabra, luego se escandaliza y re- tira.» :

«El que fue sembrado entre espinas es aquel que escucha la palabra, y los cuidados de este siglo, y la seducción de las rique- ZAS, y los placercs de la vida, y las concupiscencias de todo linaje, penetrando abogan la palabra, que resulta infructuosa.»

«El que fue sembrado en tierra buena es aquel que, con cora: zón recto y bueno, escucha la palabra, y Ja recibe, la entiende y la retiene, el cual fruetifica en paciencia, y rinde, ya ciento, ya Sesenta, ya treinta por uno.» (M., 13; Me. 4; La, 8.) j

Es de suponer que el entrevistador no buscaba la verdad, pues de buscarla la hubiese encontrado en el Evangelio.

Quizá esperaban que los «católicos» arrancaríamos nuestra sim- patia por tal o cual persona al conocer su irreligiosidad. ¡Cuán equivocados! ¡Y qué poco nos conocen!

Y qué lástima da verlos batallar tanto en sus intentos por arran- car de las almas una fe que salva y eleva al ser humano por en- cima de las miserias morales y materiales de la tierra.

¿A qué extremos llegan algunos hombres, que por ser ellos incapaces de comprender y sentir un amor sublime que dignifica la naturaleza del hombre, quieren arrastrar con ellos a los demás al abismo de su desesperanza?

¿Qué clase de sentimiento anida en esos corazones, que desean sumir en sus propias oscuridades a los que, sedientos de luz, lu- chan por alcanzar la intensa claridad que les libere de la esclavi- tud de sus bajas pasiones?

¡Qué pena que nuestros enemigos, ciegos, no alcancen a vislum- brar siquiera toda la belleza, todo el consuelo, toda la esperanza de los que tenemos puesta la fe en un Dios maravilloso!

¡Y qué dolor que no sepan comprender que ese vacio desola- dr Ajos en mismo sienten desaparecería si lo llenaran de ca- ridad!

Porque ese odio que alimentan hacia todo lo que les habla de Dios es falta de caridad. Como lo es el insano deseo de arrancar a Dios del corazón del hombre.

Robarle a un hombre su caudal es acto innoble; pero puede ser materialmente lucrativo para el ladrón. Robarle a un hombre la fe es de una crueldad inhumana, sin beneficio alguno para el ladrón que compense su despiadada falta de caridad.

Los cristianos protestantes podran ser enterrados en cementerios católicos

Así lo ha autorizado el Arzobispo de Barcelona, y de ello ha informado la prensa nacional.

Este es otro tanto que se apuntan los profetas del ma- terialismo ateo, comunista y revolucionario. Siempre han dicho: «A todos los cristianos los enterraremos juntos.»

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HABLA EL CONCILIO VATICANO |

COOPERACION INTERNACIONAL ECONOMICA

«Urge la necesidad de que, por medio de una plena e intensa cooperación de todos los países, pero especialmente de los más ricos, se halle el medio de disponer y de facilitar a la totalidad de la comunidad humana aquellos bienes que son necesarios para el sustento y para la conveniente educación del hombre. Son varios los países que podrían mejorar mucho sus condiciones de vida si pasaran, dotados de la conveniente enseñanza, de métodos agrí- colas arcaicos al empleo de las nueva la debida ia sus condiciones particulares, una vez se haya distribuido más equitativamente la propiedad de la tierra.» (Const. sobre la Igl. en el mundo actual, numero 81.)

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s técnicas, aplicándolas con |

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Al Episcopado español, con todo respeto

la Encuesta-Consulta diocesana al

Por JUAN-ANGEL ONATE,

—DON CANUTO: Vamos a continuar rellenando la «Encuesta», don Juan.

O 4. ¿Ha leído usted totalmente o en una gran parte los do- cumentos conciliares?

o 5. De las encíclicas siguientes, ¿cuántas ha leício?

Mater ct Magistra. Sacerdotalis coelibatus. Pacem in terris. Humanae vitae. Populorum progressio.

Ahora que tendrá que convenir conmigo.

El clero joven lee mucho, según nos dicen las nuevas Revistas.

—DON JUAN: Quisiera cquivocarme, don Canuto, pero me da la impresión que lee poco lo que sea eclesiástico. Y como todos esos Documentos son... eclesiásticos... Lo «eclesiástico», para ellos está «desfasao».

Soy algo «escéplico» en creer lo que dicen esas Revistas. El papel es muy sufrido, según se suele decir.

Pero, en fin: dejemos esto y continuemos respondiendo a las preguntas (1).

e 6. ¿Crez usted que algunos sc «aprovechan» del Concilio para imponer sus opiniones personales?

¡Ya lo creo! Y no sólo alguno... MUCHOS, don Canuto.

Il Concilio se está convirtiendo en un tópico, al que se apela para TODO.

Si las mujeres no llevan cl velo en la Iglesia... Concilio». (Yo no dónde.)

Si hay Obispos sin tonsura y Frailes sin el cerquillo... que lo ha quitado el Concilio. (Querrán decir que ya no se estila desde el Concilio.)

Si hay curas que se dedican a lo social, en vez «le a lo sobrena- tutal... que «lo ha mandado el Concilio», etcétera. Yo, don Canuto, no encuentro nada de todo eso en cl Concilio.

—Usted, don Juan, no lo encuentra porque no lec como se «debe.

Hay que leer entre fíneas..., hay que saber ver las repercusio- nes..., las resonancias..., las referencias y hasta las omisiones.

¿No quiso tratar el Concilio del celibato sacerdotal?

—Si, pero no trató.

—Pero sabemos que «quiso tratar y que trató del celibato de los diáconos permanentes... Y usted ve cómo todos los Episcopa- dos van haciendo diáconos de... esos,

Y habló de las Conferencias episcopales... y de los Consejos de Pastoral, etcétera. Y esas Conferencias y Consejos (del Conci- lio) tratan todos esos problemas...

—Y que... no lo debieran tratar, porque el Papa, que está so bre el Concilio, prohibió que se tratasen aún en cl mismo Con- cilio.

—Con usted, don Juan, no se puede hacer vida...

—Diga usted, don Canuto, que con don Juan no se puede hacer vida nueva = Vida postconciliar —replicó don Celedonio.

Mas... dejemos todo esto y prosigamos con la «Escuesta», que —a mí, al menos— este cambio de opiniones..., este rellenar (0 responder) en alta voz me resulta muy interesante.

e 7. Dada la situación de la Iglesia actual, ¿la doctrina con- ciliar le parece avanzada?

—NO, señor. A me parece NO ADECUADA —respondió don Juan.

-—¡Conque «no es adecuada»! -—replicó don Canuto

Más de dos mil quinientos Obispos reunidos para aggiornar a la Iglesia y usted se atreve a decir que ¿no la han puesto a tono con los tiempos!

—Si no quiero decir eso, don Canuto. Si yo defiendo que mu- chos de los temas tratados no son propios de la Iglesia y que in- eluso tres mil Padres pueden estar «inadecuados» en su exposi- ción. No es precisamente su labor el exponer temas sociales, O po- líticos, o mundanos (o como les quiera usted llamar), y no han recibido el Espírita Santo, ni carisma especial alguno para expo: nerlos mejor que los demás.

¿A ustedes no les suena a algo inspirado aquello de que nemo militans Deo implicat se negoltiis saccularibus? (2 Tim. 2, +).

Pues a me suena a algo así como si el Espíritu Santo nos djiese: ¡A lo tuyo! ¡A aquello para lo que te elegí! (Jn. 15, 16). «Za- patero..., a tus zapatos», que dice la sabiduría popular.

No es la Iglesia (o EL SEÑOR) (o el EVANGELIO) el que se ha de poner a tono con los tiempos, sino los tiempos con el EVAN- GELTO, con el SEÑOR, con su Iglesia...

No es lo eterno (y divino) lo que se ha de poner a tono con lo temporal (y humano), sino lo temporal y humano con ETER- NO y DIVINO. er

-—¡Vamos, don Canuto.... déjele a don Juan y léanos la siguien- te pregunta —dijo don Celedonio, que veía que aquello se alarga- ba demasiado. a

O 8-9. «Según su opinión, ¿a qué problemas el Concilio ha res- pondido más adecuadamente?»

—¿Adecuadamente?... A NINGUNO —replicó don Juan.

—¡Vamos, don Juan. No sea usted Boanerges = impulsivo y rápido como un relámpago (hijo del trueno) —comentó don Ce- ledonio—, Si creo que no ha debido acabar aún la pregunta.

—Efectivamente. Nos advierten los «encuestantes» lo que voy a leer (Escojan dos de la lista de las preguntas siguientes) —dijo don Canuto.

Pues lea usted la pregunta siguiente,

«lo ha dicho el

cl

Lectorol de Valencia (Continuación)

o 10. ja Uno.) : —A los problemas de los hombres. —A los problemas de la Iglesia. —A los problemas de los sacerdotes. —14: los problemas pastorales. . —Aa los problemas sociales. —A los problemas disciplinares. —A los problemas doctrinales. —A casi todos.

—Y ahora... ¿qué dice usted, don Juan...

—Pues que «no ha respondido con satisfacción» a NINGUNO.

—Advierta, don Juan —replicó don Canutó—, que la «Encues- ta le dice que «ESCOJA UNO, al que no haya respondido el Con- cilio «con satisfacción». ;

Es que yo creo que, con satisfacción, NO ha respondido A NINGUNO.

—¡Atienda, don Juan, que... se trata de... un CONCILIO! Y de un Concilio que ha dividido la Iglesia de Cristo en dos partes: ANTES del Concilio y DESPUES del Concilio (o Iglesia precon- ciliar e Iglesia postconciliar).

¡Algo así como el Nacimiento del Señor, que dividió la Historia en dos partes. ANTES... y DESPUES del Nacimiento del Señor. Aquí..., algo más, porque ha dividido en dos la misma Iglesia del Señor —sentenció don Celedonio.

—No nos ponga usted ejemplo tan alto y tan sagrado —replicó don Juan—. Ponga usted, si quiere, el concilio de los chocolates de Matías Lopez... y estará más en lo cierto.

Y si no..., vamos por partes:

¿Fa respondido el Concilio con satisfacción a los problemas de log hombres?

Sinceramente hablando, ni ustedes ni yo lo creemos.

Y es que no ha recibido esa MISION de su divíno Fundador.

Yo no he visto jamás escrito que el Señor dijese a sus discí- pulos: Id por todo el mundo. Resolved los problemas DE LOS HOMBRES. Dividid las herencias..., dad oro y plata..., gobernad el mundo, que debe ser vuestro Reino...

TODO LO CONTRARIO. Y, si no me creen, lean Lc. 12, 13-34; Mt. 6, 25-33; Hech. 3, 6; Mt. 10, 9-10; Mt. 4, 8-9, etcétera;

¿Ha respondido el Concilio con satisfacción a los problemas de la Iglesia?

Ni usted ni yo lo creemos.

había problemas en la Iglesia ANTES del Concilio, nadie du- da que los hay MUCHOS MAS y MUCHO MAYORES DESPUES del Concilio. .

¡Alto, don Juan! —interrumpió don Celedonio—. Que se hace tarde, y esto... se pone interesante.

Me parece a que usted se pone a desmitificar al Concilio y... desmitificar al Evangelio..., tal vez algunos lo permitan; pero desmitificar... ¡al CONCILIO”...

(A continuar, D. m.)

(1) Según los resultados de la «Encuesta», los jóvenes han leido muy

poco del Concilio. Hablan —al parecer— «por hablar»; pero sin verdadero conocimiento de causa. ¿No sería mejor: ¡A leer y estudiar más el Concillo y a hablar menos de el!?

nn ——————

“VIA CRUCIS BIBLICO-LITURGICO*“

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El autor es JUAN-ANGEL OÑATE, LECTORAL DE VALENCIA, que nunca ha pretendido engañar a nadie. Si dice que es práctico, que es el más bíblico de todos los existentes, que lo encontrará interesante para su vida espiritual y para la de sus feligreses o encomen- dados, no creo que se verá usted defraudado.

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«Con todas estas bendiciones, ¿qué más es necesario para que seamos un pueblo próspero y feliz? Todavía una cosa más, mis conciudadanos: un gobierno sabio y frugal, que refrene a los hombres para que no se dañen entre sí, que en lo demás los deje en libertad de regir las empresas en que se ocupan y busquen su mejoramiento. y que no quite de la boca del trabajador el pan que éste ha ganado. Esta es la suma del buen gobierno y esto lo que se requiere «a fin de cerrar el círculo de nuestras bienaventuranzas.»

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—¿A cuáles no ha respondido con satisfacción. (Esco-

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De la Canonización del Bto. Juan de Avila

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En vísperas de la Cancnización del Beato Juan de Avila. hon- ramos esta página reproduciendo, para ilustración de nuestros lec- tores, el siguiente artículo, aparecido en el número Y del «Boletín de Información de la Mutual del Clero». de Madrid.

Al FINAL DE NUESTRO CAMINMO

El 21 de enero de 1623 la Congregación de San Pedro Após- tol de presbiteros seculares naturales de Madrid se encargó de iniciar y proseguir el proceso de Bceatificación del Maestro Juan de Avila. Largo fue el camino a seguir. hasta lograr que el 6 de abril de 1894 el Papa León XIII promulgara el decreto de beati- ficación. Habían transcurrido más de dos siglos y medio. Volvió a reanudarse el silencio después de la Beatificación, salvo los casos esporádicos de la nueva edición de las obras del Beato por

' el Padre Montaña y las ediciones del Apostolado de la Prensa.

Pero terminada nuestra guerra de liberación hubo un brillante despertar en favor de la figura del Beato. El Cardenal Parrado, Arzobispo de Granada, consigue de Su Santidad Pío XIl la pro- clamación del Beato Juan de Avila como Patrono principal del Clero secular español.

La Congregación de San Pedro de presbiteros de Madrid vuel- ve a interesarse. y recogido el ambiente favorable ante las nue- vas puhlicaciones de tesis doctorales sobre el Maestro, de Revis- tas como «Maestro Avila», de academias abiertas en distintos Se- minarios, las obras de D. Luis Salas, se decide a solicitar de la Santa Sede la reanudación de la Causa de Canonización del Beato. Para ello. y contando previamente con Almodóvar del Campo, que buena parte y cuenta tuvo en el proceso de beatificación, y' que dio su representación al difunto Canónigo de Ciudad Real D. Ilde- fonso Romero García, juntamente con el Capellán Mayor de la Congregación de S. Pedro D. Vicente Mayor Gimeno. procedieron a dar el primer paso indispensable. el nombramiento de un Postu- lador de la Causa. que fue el P. Agustín de la Virgen, trinitario español con residencia en Roma.

Al conocerse este trascendental paso. el Cardenal Pla y Deniel, Arzobispo de Toledo, escribió al Capellán Mayor de la Congrega- ción una cariñosa carta, con este esperanzador presagio: «Creemos firmemente que se ha entrado en la fase definitiva para lograr la Canonización del Beato Juan de Avila».

El Postulador presenta por fin la petición oficial de la reasun- ción de la Causa de Canonización en la Sagrada Congregación el día 25 de julio de 1951. uniendo a la petición las Letras Apostó-

o licas de la beatificación y las Cartas Postulatorias del Jefe del Estado Español, D. Francisco Franco. las del Cardenal! Primado de Espana. las de los Obispos españoles y las del Capellán Ma- vor de la Congregación como promotor de la Causa.

El día 14 de marzo de 1952 Su Santidad el Papa Pío XII de-

. cretó la reasunción de la Causa. en la que actuó como Ponente el

Emmo. Cardenal Micara.

Se intensifica la campaña por toda España. Se piden oracio- nes para que afloren los milagros. necesarios para fundamentar la petición de la canonización.

Se interesa al Episcopado para que la campaña lleve el sello de la petición de toda la Iglesia española. Se constituye al fin una Junta Episcopal en la que figuraban Cardenales y Prelados espanoles. Se consiguió lo más fundamental. La Comisión. con su Secretariado, inicia la intensa labor de preparar los estudios

Leemos en «El Mercurio» (edición internacional) las prime- ras declaraciones de dos de los cinco candidatos de los partidos de extrema izquierda que hasta el momento han saltado a la pa- lestra en Chile. q

Una de las declaraciones corresponde al pueta Pablo Neruda, candidato comunista. El cronista cuenta que, con el mismo tono que recita sus poemas, Neruda manifestó que, si resulta elegido presidente, dejará las expropiaciones industriales para una etapa más avanzada del socialismo, y aseguró que habrá un libre juego de oposición en un eventual gobierno popular. El resto de sus frases las dedica Pablo—según suelen llamarlo sus amigos—a pro- meter perdones y dulces a todos los sectores de la ciudadanía.

_ La otra declaración fue la de Jacques Chonchol, ex asesor de Fidel Castro, ex encargado de la reforma del gobierno de Frei y actual líder de la democracia cristiana disidente. Chonchol pro- pone la claboración de un acta del puchlo, que suscribirían los - representantes de los partidos de extrema izquierda, sobre las

siguientes bases; 1) creación del Estado de los trabajadores. don- de el capital no constituye derecho y el puehlo tenga acceso di- recto en las decisiones desde el nivel local al nacional: 2) cons ón de una economia socialista, orientada a los sectores más tados, eliminando «el mecanismo actual donde todo está di- ucir para cl que tiene más»; 3) expropiación y na- de la gra DS privada, que concentra en gran

Un extravagante caso de cabezas tro

ero español

de las diversas facetas de la figura del Beato que eran necesa- rias para la preparación de la Positio. Las más prestigiosas figu- ras del avilismo español entregan profundos trabajos, recogidos todos en el voluminoso estudio fundamento de la Causa. La figu- ra del Beato resulta tan extraordinaria a los ojos de la Curia Romana, que, a pesar de los presuntos milagros que se habían mandado a Roma para su estudio, se adelanta la idea de la po- sibilidad de alcanzar la canonización por el procedimiento «equi- polente», esto es, sin tener en cuenta los milagros posibles que existieran.

En el mes de marzo de 1969, la Junta Episcopal se reúne para tratar de la solemnidad que hay que dar a la celebración del IV Centenario de la muerte del Beato que se abriría el 10 del mes de mayo. Iníciase la publicación de un Boletín de Información, cuyo primer número aparece el día 1 de abril. En él se dio cuenta de que se dirigirá una carta al Santo Padre, que sería firmada por todos los Prelados de IEspaña y se entregaría al Papa por la propia Junta Episcopal; y que se celebraría en Madrid. del 28 de abril al 2 de mayo una Semana avilista en la que tomaran parte las figuras más prestigiosas del avilismo. Esta semana te: sultó, en verdad, extraordinaria.

El viernes 18 de abril, la Junta Episcopal se entrevistaba con Su Santidad para hacerle entrega de la petición firmada por to- dos los Prelados y con la súplica especial de que, al poder ser, se canonizara al Beato dentro del Centenario de su muerte. La impresión recibida por la Junta después de escuchar a Su San- tidad fue extraordinaria. A los siete días posteriores a la audien- cia, el Papa recomendaba a la Sagrada Congregación de Ritos que la «causa seca examinada benévola y solícitamentc». Se daba ya por supuesto que el proceso de la Canonización se llevaría a cabo por el procedimiento «equipolente».

Ultimada la Positio, con cl informe favorable del Promotor General de la Fe, R. P. Rafael Pérez. O. S. A., pasó la Causa al informe de los Consultores para que contestaran al «dubium»: An conditiones requisitac ad caquipoliemtem Canonizationem con: currant in casu et ad cffectum de que agitur. La conclusión de todos los Consultores, con sus respectivos informes fue: «afirma- live».

Sólo restaba ya el voto de los Señores Cardenales, los que se reunieron el día 24, martes santo, y emitieron su voto favorable para la Canonización del Beato.

Comunicada al Pontífice la resolución de los Immos. Señores Cardenales, señaló para la fecha de la solemne canonización el día 31 de mayo, la que estaba vedada comunicar hasta que oficial- e no apareciera publicada en el periódico oficial de la Santa

ede.

Confirmada la fecha, el Secretariado de la Junta Episcopal ha iniciado las gestiones y el trabajo intenso necesario para que en el día de la Canonización, en Roma, un testimonio el Clero español y el pueblo con su presencia ante el extraordinario acon- tecimiento de la Canonización del Sacerdote español por antono- masia.

Creemos haber batido el récord en este trascendental asunto, pues desde la fecha de marzo de 1932, en la que se obtuvo el decreto de la «reasunción de la Causa», al 31 de mayo de este año, día señalado para la Canonización, solamente habrán trans- currido diez y ocho años

Bendito sea Dios que nos ha concedido tan extraordinaria

cadas

Por ESTEBAN _ MONCADA

medida todo el capital; 4) creación de una nueva cultura, con el cambio de contenido de la educación.

Como se ve, las palabras del comunista Neruda aparecen como las de un manso cordero frente a las del demócrata-cristiano Chon- chol. Este fenómeno de «cabezas trocadas» no deja de llamar la atención del electoral chileno. Desde luego, la acumulación de pro- mesas demagógicas es un recurso electoral que no invento Chon- chol, y es dudoso que él mismo crea en la viabilidad de todo lo que promete. De todos modos, ni Pablo ni Chonchol parecen tener mayor chance para las próximas clecciones presidenciales.

(Del número 81 de la revista «Espejo», de Méjico.)

E EA A MI A «La propiedad es un derecho humano tan real como la libertad. Desde el momento en que en la sociedad se admita que la propiedad no es tan sagrada como las leyes divinas, y que la fuerza del derecho y la admi- nistración de justicia no estén listas para protegerla, comenzarán la anarquía y la tirania.»

JOHN ADAMS

1.2? DE MAYO DE 1970

Dos mensajes a los trabajadores: el de un

Ministro catvlieo y el de un Obispo social

ll Ministro Delegado Nacional de Sindicatos, don Enrique Gar- cía del Ramal, dirigió a los trabajadores españoles, con motivo de ta celebración del 1 de mayo, un mensaje de orientación y aliento, de fe y esperanza en la España que estamos levantando entre todos, sin distinción de clases. Reproducimos lo substancial «el elocuente discurso del señor Ministro:

«Estos primeros de mayo no tienen la imagen hosca del pasa- do, pues han hecho evolucionar, de mantra trascendente, los con- dicionamientos anteriores, y nos han traído esta España de hoy, que se libera de la miseria, que ve crecer sus empresas, canaliza sus ríos, mejora Sus transportes, ensancha sus puertos, atiende las exigencias de su economía, respeta, dentro del derecho, la iniciativa privada; incrementa, al ritmo de sus recursos, el salario de los trabajadores y, en la medida de lo posible, ha eliminado la incertidumbre en los hogares y destruido el fantasma del paro.

Todavía quedan servidores de la noche, los que ven que se les escapa una sociedad que quiere la paz, los que aprovechan cualquier momento y el simbolismo que tuvo esta fecha les pa- reco oportuno para incitar a las antiguas formas, los que quieren ver restaurada la violencia, los que ny se resignan y pretenden volver a los procedimientos que mantuvieron a España pobre, dividida, sin pan para todos y con el odio anclado en las almas.»

«Este primero de mayo español se conmemora desde el (ren en mareha del desarrollo y de la reforma social, en los umbrales del estudio y aprobación de una ley Sindical, cuyo objetivo prin- cipal es habilitar un más amplio sitio al sol a los trabajadores en la participación y en la responsabilidad de nuestro destino cosmo nación, ste primero de mayo nos presenta una circunstan- cia social trascendente: por un lado, hemos sustituido la contes: tación vivlenta y la agresividad primaria, adecuadas a pueblos en subdesarrollo político y social, por el diálogo, propio de las so: ciedades democráticas, libres y evolucionadas.

Nuestro sindicalismo de participación y convivencia está en vías de desarrollo y perfeccionamiento, y hada desean más los españoles de hoy que seguir entendiéndose para que la paz sea, con la viqgueza, la fe y la cultura, el mayor logro de esta era de Franco.

Ión esta circunstancia social, nuestro sindicalismo propugna por un salario con mayor participación en la renta nacional, nues: tro sindicalismo pretende que el empresario y el trabajador se sientan asociados en la empresa, en sus fines y en sus resultados, para contribuir así a nuestro propósito de hacer la empresa cada vez más fuerte, cada vez más rica y en la que todos los que en ella intervienen participen.»

«Nuestro sindicansmo postula que el sistema (de relaciones económico-laborales se perteccione on la presencia acrecentada de los trabajadores capacitados en los órganos de ejecución.

Nuestro sindicalismo aspira a la perfección de la Seguridad Social y a la igualdad de prestaciones entre la industria y el cam- po. Nuestro sindicalismo se inserta en una sociedad que descamos sea crecientemente armónica, justa, libre, participante y próspera, y, en definitiva, integrada, en la cual todos y cada uno de los españoles se sientan solidarios de las decisiones del Gobierno y de las grandes opciones de la sociedad y del Estado.

Nuestro sindicalismo exige que cuanto se proclame en cl Fue- ro del Trabajo se convierta en realidad, porque nuestros trabaja- dores, que nadie lo dude, forman hoy la primera de las aristocra- cias de este pueblo español, con el cual es preciso acometer las tareas más grandes.» («Isuropa Press».) ;

Hasta aquí, en extracto, el mensaje a los trabajadores del Mi- nistro don Enrique García del IRamal.

En contraste, ofrecemos seguidamente la exhortación pastora! que monseñor Cirarda, obispo administrador apostólico de Bilbao, dirigió a los trabajadores de su Diócesis cl pasado 30 de abril:

Con motiva de la festividad de San José Artesano, monschor Cirarda, obispo administrador apostólico de la Diócesis de Bilbao, ha hecho pública la siguiente exhortación pastoral:

«Esta jornada sufre en este momento dos tentaciones, igual- mente peligrosas, contra las que debemos colocarnos en guardia.

Nació el 1 de mayo como un día que afirma la dignidad del trabajo y de los trabajadores; proclama el derecho de éstos a aso- ciares libremente para conseguir un mundo más justo, en que se reconozcan los derechos materiales y espirituales de los obreros, a la vez que sus posibilidades de pesar activamente en la vida de las empresas y de toda la vida social. Pero la jornada nació tinta cn sangre; y, desde su origen, fue presentada por muchos con un espíritu de lucha de clases inspirado en un odio contra las clases dominantes de la sociedad acusadas de responsables de la falta de aquel veconocimienty y de dichas posibilidades.

Lo primero es bueno, porque bueno €s afirmar la dignidad del trabajador y de los trabajadores, sublimada por Cristo en su vida de obrero como hijo de la humilde familia de San José, el artesano de Nazaret; y bueno es, según enseña firmemente la Iglesia, el afán de transformar el mundo haciendo realidad los derechos de los trabajadores. Pero el odio no puede ser nunca aceptable para un cristiano, que hu hecho del amor el centro de su fe, como cumbre y vesumen que es de todo el Evangelio.

A esta tentación del odio, en que ha caído muchas veces el 1 de mayo, se contrapone otra en la que vienen cayendo no po: cos últimamente. Es la de reducir el día de trabajo, festividad de San José «irtesano, a un día de simple placentero asucto y de di- versión: una vacación extraordinaria, sin un recuerdo siquiera

para todo lo que esta jornada entraña de afirmación de principios y sobre la obligación de un esfuerzo conjuntado de todos para la construcción de un mundo mejor, en que la justicia y el amor transformen no sólo las relaciones interpersonales, sino en las mismas estructuras sociales,

Y esto es malo, porque desvirtúa la razón histórica y cristiana del 1 de mayo. Lu Iglesia, al cristianar una jornada nacida fuera de ella, no quiso quitarle nada de su primitivo sentido de inquie- lante exigencia. Bautizar el 1 de mayo supone, sí, liberarle en nuestras conciencias de todo residuo de odio; pero supone también dar un fundamento más hondo y más radical a todas las legítimas exigencias de un mundo más justo para todos los hombres, res- paldándolas con consideraciones de fe en un Padre común, que a todos ama como hifas, que para todos hizo la tierra y quiere que todos disfrutemos de ella en fraterna coparticipación de todos sus bienes.

Vivir cristianamente el [ de mayo supone, en consecuencia, antes que nada, hacer un alto para reavivar en nuestra concien- cia la sana doctrina, humana y cristianísima, de lo que debe ser un mundo socialmente justo, con una equitativa distribución de las riquezas materiales y espirituales, del poder económico y del social.»

Comparen y mediten nuestros lectores doctrina y expresión de los dos mensajes. El uno, de la potestad civil; de la eclesiásti- ca el otro.

Nosotros únicamente nos permitiremos reverentemente hacer- ic una objeción a un solo punto de lo afirmado en su exhortación pastoral por monseñor Cirarda. Este dice: ... sublimada por Cristo en su vida de obrero como hijo de la humilde familia de San José, el artesano de Nazaret...

Cuando Jesús, hijo de María y de José, todavía no había fun- dado el cristianismo y trabajaba como carpintero en el taller de su padre, Jesús no era obrero, en la acepción que monseñor Ci- rarda parece querer atribuirle, en similitud al obrerismo de des- pués y de ahora. Antes cel cristianismo no había ohreros, había siervos, esclavos. Eso eran los trabajadores en aquel tiempo. Jesús, que no trabajó para ningún rico, para ningún señor, sino para su padre, en el taller de su padre, diremos que fue, siguiendo en la linea dialéctica de monseñor Cirarda, patrono carpintero o hijo de patrono. a

Por lo demás, otras diversas objeciones, frutos de la medita- ción a que os invitamos, más vale que las dejemos inéditas.

De aquí, de allá, y de más allá...

«AURORE» del 13 de abril trae un largo artículo cuyo enca- bezamiento es todo un poema. Helo aquí: «Los Sacerdotes contes: tatarios del movimiento Echange et Dialogue han tenido dos días de reunión en la Alcaldía de Dijon, en su histórica Sala des Etats. Eran unos doscientos, más las mujeres, más los niños. Sin com- plejo, una de las mujeres daba el biberón a su bebé.»

La verdadera Fe, dijo uno de los Sacerdotes asistentes, es el Ateísmo. Otro dijo que estaba. contra los Sacramentos. Otro, que se había negado a preparar a los niños para la Confirmación... ¡Es naturalisimo! ¡Tienen que ayudar a sus mujeres a lavar los pañales de sus niños. Y lo primero es lo primero, qué diantre!

¡ALGO ES ALGO!'—De «CARREFOUR» (15 abril): «En la car- ta colectiva de los Obispos holandeses se lee: “Creemos en la Re- surrección del Señor por los testimonios que nos han llegado des- de los Apóstoles. Pero en la oración, en la celebración de la Euca- ristía, donde se reúnen dos o tres en su nombre, como creyentes podemos descubrir, a veces, la presencia del Señor vivo.” Esta de- claración —comenta el periódico—, de un perfecto modernismo, autoriza todas las intercomunicaciones... ese poder incansable con el que Pablo Vl tendrá próximamente que enfrentarse.»

Que Dios le ilumine. Y le fortalezca...

BUENA NOTICIA.—El Congreso de Obras de Acción Cultural y de Formación Cívica que ha tenido lugar en LAUSANNE (Sui- za) del 2 al 5 de abril y que ha sido presidido por Mer. Marcel LEFEBVRE, ha reunido tres mil congresistas de 21 naciones. El 10 por 100 de menores de vinticinco años. Como comenta en su sección EDITH DELAMARE, esto permite abrigar aún muchas esperanzas, El Congreso ha trabajado especialmente el aspecto de la penetración en la sociedad por medio de grupos escogidos, y ha sido eminentemente metódico,

NUEVA ESTRATEGIA. —<CRITICA CATTOLICA» del 15 de abril comenta el Diálogo y el Frente interno de aproximación y subsiguiente ataque a la Iglesia en el que hoy se centran los ata: ques de la Masonería. Recuerda (pág. 2) la defensa que en el Concilio hizo Mons. Sergio MENDEZ ARCEO de un diálogo con la Masonería..., las iniciativas del P. Rosario Expósito, sobre todo en Roma y en Savona..., las recientes declaraciones de Lino Sal. vini y de su predecesor Giordano Gamberini, y augura que en este nuevo frente será en el que redoblará sus ataques el frento progresista para lograr (¿ ?) (relaciones directas y cordiales de la iglesia y de la Masoncría, que asustó a Clemente XII y hoy ya no liene por qué asustar a nadie '). «Mediten los católicos

—termina diciendo—lo que LEON XIll supo ver y denunció

claramente.»

Cosas que no pasan... ni

En la Doctrina Cristiana, Catecirmo del P. Astete, que se enseñaba y estudiaba en las escuelas y catequesis parroquiales en los pasados tiempos de la Sta. Iglesia Católica Apostólica Roma: na, anterior al Concilio. aprendíamos, en la niñez, y para siempre, que de los siete Sacramentos de la Sta. Madre lglesia, institui-

dos por Nuestro Señor Jesucristo, para darnos por ellos su gra- cia y las virtudes, hay tres que imprimen «caracter», señal inde- leble en el alma que perdurará cternamente en aquellas personas que los reciban.

Tales Sacramentos Orden.

Por cl Sto. Bautismo nos hacemos cristianos. hombres de Cris: to que profesamos su Doctrina y que, renunciando al mundo, al demonio y a la carne, juramos cumplir los Mandamientos de la Santa Ley de Dios y defender su honor y su Santo Nombre como buenos, nobles y valientes soldados de Jesucristo.

Por la Confirmación nos ratificamos y confirmamos en la Fe que profesamos en el Bautismo, y recibimos gracia especial para cumplir el compromiso que juramos cuando nos bautizaron, pues si bien es verdad que, en la mayoría de los casos, soí los padri- nos los que juran por nosotros, después, cada uno, reafirmamos aquellas promesas por nosotros mismos. Y los compromisos con- traidos con Dios son cosa. pero que muy seria, y o se cumplen rigurosa y totalmente o se pagan a precio de Justicia Divina.

Bien es verdad que si por la flaqueza humana, secuela y con- secuencia del pecado original, faltamos al compromiso contraído con Dios. tenemos abogado para con el Padre, según nos dice el apóstol San Juan, a fin de poder reconciliarnos con Dios Nuestro Señor, siempre que, arrepentidos y humildemente, le pidamos per- dón de nuestros pecados.

El Sacramento del Orden consagra y ordena «dignos» ministros del Señor, sacerdotes, diáconos y subdiáconos. que son hombres sacados de entre el mundo, para que vivan en el mundo, siendo luz. guía y sal de la Tierra.

Por este Sacramento, los hombres que lo reciben quedan liga- dos al servicio de Dios con votos y promesa de dedicarse sólo a su santo servicio y cuanto atañe a la propagación de su Doctri- na y a la salvación de las almas, sujetos siempre a la obediencia y a las órdenes del Vicario de Cristo en la Tierra, suprema jerar- quía de la Iglesia instituida por Nuestro Señor Jesucristo.

Este compromiso del hombre consagrado a Dios le obliga de por vida a servirle con mayor dedicación, delicadeza y heroísmo que a cualquiera de los demás cristianos-católicos, ya que sus ma- nos consagradas y ungidas han de consagrar el pan y el vino para convertirlo del modo más admirable y divino en el cuerpo y san- ere de Jesucristo, al que sostienen y reparten a los fieles divino alimento de nuestras almas, fuerza y sostén en este triste pere- grinar por el mundo lleno de obstáculos; mar tenebroso, erizado y lleno de escollos que hemos de salvar, con la gracia de Dios. para poder arribar al puerto seguro de la eterna salvación.

p Siempre entendimos los católicos que el sacerdote que recibe órdenes sagradas es sacerdote por toda su vida, y que aun en la otra (vida) se le reconocerá como sacerdote ministro de Jesucris- to, ya sea salvo o réprobo, por la señal indeleble que marcó en su alma el Sacramento del Orden que un día recibiera.

¿Cómo se explica que ahora, en esta iglesia posconciliar y ag- giornada, se secularizan tantos sacerdotes seculares y regulares

de y den la espalda al sacerdocio—después de haber dado muchos

escándalos en más casos de los que parece a simple vista, o más

son: el Bautismo, la Confirmación y cl

| bien podría decirse a vista de «simple»—, reniegan de los com- 3 promisos que un día pactaron. voluntariamente, con el Dios Bue- PA no, pero Terrible y Poderoso Señor de los Ejércitos, sin más 5 preámbulos que una solicitud, ¿al señor Obispo de la diócesis?, para conseguir, así, no la cancelación, sino la anulación total del Sacra-

mento que un día recibieran por propia y libérrima voluntad?

LAS COSAS CLARAS, POR FAVOR

¿EN QUE QUEDAMOS

La frase manida con que debería empezar esta nota de pro- testa es exactamente: Señores, como lector asiduo de ¿QUE PASA? estoy sumido en un mar de confusiones. Confusiones, miles de confusiones, sobre Adro Xavier, si le he de canonizar o apalear. Unas veces, desde estas páginas, se le puso tibio con varios moti- VOS; Otras, en cambio, se ensalza y encomia con tales bríos que se

lega a elevar uno de sus libros recientes, «Fracaso de Dios», a la - Categoría de «el mejor libro del año». 2 Ahí está el busilis: ¿qué partido he de tomar? Si Adro Xa- Ca hoy es tema, ¿por qué no se nos da un criterio fijo y de: - finitivo? MELO cierto es que yo, que he oído bastantes conferencias de Adro Xavier, pues ha venido bastante por San Sebastián, y he do más de diez de sus libros, sigo sin criterio fijo; peor, los bandos me zarandean y no se dónde refugiarme. Me consta e bastantes jesuitas le persiguen abiertamente y que lo tienen

ján. como pasó aquí gon motivo de sus últimas charlas.

1go0 esto precisamente por su recientísimo libro «TRES C'A- DEL MATRII IO». Lo compré a raíz de que don Gon- tte, hace poco, publicó en ¿QUÉ PASA? un bro de «buena» presentación («parte» de la n originalidad en notas y láminas, pero las isma desenvoltura al tratar esos esca: Í dignos ni siquiera correctos para S e ofenden, hay sincerl- la papelera

o e

pueden ni deben pasar

¿Es que el Sr. Obispo tiene poder para contrarrestar, desviar, anular o cambiar los efectos y caracteres que el mismo Jesucristo señaló y fijo en cada uno de los Sacramentos instituidos por Is) mismo?

¿Cómo es que ahora en la iglosia posconciliar nueva «y agglor- nada se puede anular el Sacramento del Orden en las personas que voluntariamente lo recibieron, quedando desligado cl sacerdote de todos los votos y campromisos contraídos con el mismo Señor Nuestro Jesucristo, Dios y Hombre verdadero?

Porque antes del Concilio al mal sacerdote, gaído en ciertos pecados o de vida escandalosa..., se le prohibía ejercer cl sagra- da ministerio, se le degradaba, se le excomulgaba..., según la gra- vedad y circunstancias de cada easo, pero no se le «secularizaba» —que esto es «fruto» nuevo, llegado con los «vientos nuevos» del último Concilio Vaticano Jl,

Tampoco se le autorizaba para contracr matrimonio, y si los tales vivían después en sacrílego concubinato. ellos darían cuenta a Dios de sus vidas, pero nunca un sacerdote católico bendeci- ría su unión matrimonial scgún las disposiciones del Santo Con- cilio de Trento, que son las que han regido hasta hace bien poco tiempo.

¿Cómo, pues, ahora, con tanta facilidad por parte de la Je- rarquía—y con tanto escándalo para los ficles católicos—se les autoriza para abandonar su estado sacerdotal, se los absuelve de todos sus sagrados compromisos y' se les da permiso para con- traer matrimonio canónico, bendecido y autorizado por un sacer- dote católico?

Alguien podrá objetar que la obligación de «el celibato sacer- dotal» la impuso la Iglesia, y por lo tanto, puede relevar o dis- pensar de ese mandato cuando le parezca conveniente para la mayor perfección y santificación de los propios sacerdotes y ma- yor edificación de los fieles...cosa difícil de conseguir con la su- . presión del celibato para los sacerdotes—. más seca como fuesc, los sacerdotes que hoy se secularizan recibieron el Sacramento del Orden según las disposiciones que se exigían «ul recibirlo, y : por ende les obliga cumplir sus compromisos con Dios y con la Iglesia según lo prometieron.

Si más tarde, por desgracia, renueva la lelosia las exigencias y suaviza las obligaciones y' mitiga todos los sacrificios. peniten- , cias..., para los futuros sacerdotes... es que les habrán tocado «mejores tiempos» para «santificarse» sin esfuerzo ni sacrificio ni vencimiento propio... Entonces ¿serán los «felices» tiempos de disfrutar del reino de Dios en... ¿este picaro mundo?

¡No!, queridos hermanos. No. Porque para que así sucediese tendrían que quedar a un lado las Palabras y la Doctrina de Je- sucristo; y esto es imposible. El mismo Jesucristo dijo: «El Cielo y la Tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.»

Y ahora que tanto se habla de igualdad de derechos, de igual- dad de oportunidades, de justicia social y de... qué se yo cuántas «zarandajas» por el estilo, todas ellas de patrón y sello comu- nista-marxista y atea, ¿no será cosa de pensar y considerar, por quien o quienes corresponda, que los sacerdotes a la «antigua usanza» que se mantuvieron fieles a las enseñanzas y cánones anteriores al Vaticano 1T, no tuvieron la misma igualdad de opor- tunidades en el reparto de los billetes para tomar el «coche de primera», que ahora preconizan como portadores de la justicia de Dios, para llegar a la casa del Padre con toda comodidad?

Si tanta comodidad fuese valedera, induciría a pensar que Dios no ejerce con sus hijos la más elemental justicia distributiva a través de su Iglesia, lo cual es un absurdo, por la misma natura- leza de Dios, que sin dejar de ser infinitamente Misericordioso, es igualmente infinitamente Justo.

UN ANIMA EN PENA

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CON ADRO XAVIER<

Mi parecer a rajatabla es que los escritores han de ser con- secuentes con sus principios. ¿Adro Xavicr es un escritor cons- ciente?... ¿El autor de «CARLOS MARIA» (la única biografía de nuestra Cruzada en 13 edición) puede escribir «TRES CARAS DEL MATRIMONIO»? ¿El autor de «EL OTRO CURSO» (denun- cia estupenda de nuestra universidad, tres ediciones en dos me: ses) puede firmar ese libro escandalosamente progresista (a mi parecer) titulado «LA OTRA IGLESIA»? ¿Puede ser el mismo el autor de «NIRMALA» y de «ABISMOS DE PAPEL»?

En fin, estoy en un mar de confusiones. ¿Quién me echa un cabo? ¿Quién me dice si Adro Xavier es blanco o negro? ¿Me fío, o no de sus libros? ¿En que he de quedarme por fin*

IMAJI ZUBELDIA UGIA

O Juzgamos respetable el clamor del señor Zubeldía, incapaz por mismo de superar el desconcierto mental—ético-religioso—a que le ha conducido la lectura de las obras de «Adro Xavier». Nos: otros, bien sabe Dios que quisiéramos echarle una mano, pero si lo hiciéramos, ¿lograríamos devolver el sosiego a esto casi RA cido lector? Lo mejor sería que la pregunta que formula: ¿Quién me dice Adro Xavier es blanco o. negro? se la dirigleso pee nalmente al propio Adro Xavior. Sus senas son Palau, 2, rce-

Xavier, «rifadísimo», tampoco lona. Claro que, a lo mejor, Adro Aa ONES

podría sacarlo de sus terribles dudas. » : Xavier es jesuita y que en el mundo de hoy seños id Os e preguntan: Pero ¿qué somos? ¿Blancos, Ue" ”” a

a gu há: .

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COLEGIAL Y VICARIO

Por AFRIT

Por la Prensa nos enteramos de que durante los solemnes cul. tos litúrgicos «de la Semana Santa los pastores (1) de algunas parro- quias impidieron a las autoridades del Estado, «en cuanto tales» asistir a esos cultos dentro del recinto sagrado, haciendo saber «oficialmente» que en lo sucesivo se abstuviesen de asistir como tales Corporaciones o representantes de la autoridad secular a los cultos religiosos. Se prohibe, pues, a los Alcaldes, a los Ayun- tamientos, a los Jueces, a los Comandantes de los puestos de la Guardia Civil, en los pueblos y villas; a los Gobernadores civi- les, a las Diputaciones Provinciales, a las Audiencias, a los Go- bernadores Militares, etc., en las capitales de Provincia, y a las supremas Jerarquías y Corporaciones del Estado en todos los Ordenes, si se hallan en la jurisdicción territorial de esos «pasto- res», que en cuanto tales autoridades asistan a cualquier acto de culto religioso, v. g., a las Misas solemnes patronales, a las pro- cesiones, a las exequias. El masón más sectario y déspota no hubiera osado tamaña ofensa a las autoridades puestas por Dios para regir los destinos temporales de la sociedad civil, temiendo poner al descubierto una ignorancia supina—en su estricto con- cepto—de lo que es y representa la autoridad civil dentro del conjunto de valores de la sociedad humana.

No disminuye, sino que agrava esa sectaria decisión la acla- ración solidaria de un ordinario, según la cual la pastoral deci- sión no era iniciativa personal y propia del Arcipreste, sino acuer- do tomado «colegialmente» por todos los párrocos del Arcipres- tazgo. ¡Peor que peor! Y disparate mayúsculo calificar de «osten- tación extrarreligiosan la presencia en los actos litúrgicos de los representantes o titulares de la autoridad civil, que es tan divi- na como la eclesiástica del párroco, dentro del respectivo orden, por ser una y otra procedente del mismo Supremo Hacedor.

Es increíble e imperdonable que unas personas de carrera, y por los cargos que ostentan seguramente que licenciados o doc- torados en Teologia o en Derecho canónico, pretendan «razonar» la exclusión de las autoridades civiles «de los actos litúrgicos que se celebren en el interior del templo», alegando que «pudiendo asistir como puede asistir y asiste a dichos cultos el pueblo fiel, nadie tiene por qué representarle».

Increíble e imperdonable, repetimos, que esos párrocos desco- nozcan que lo mismo que el hombre particular y el pueblo fiel debe la sociedad civil y la política, a través de sus autoridades, reco- nocer, agradecer, honrar y prestar acatamiento a Dios, que es precisamente lo que hace asistiendo a los cultos religiosos litúr- gicos o extralitúrgicos, una Corporación Municipal, una Diputación Provincial, un Gobierno de la Nación, o las respectivas jerar- quías que en su nombre asistan, o los representantes de la auto- ridad secular de las distintas ramas de la Administración estatal, que eso mismo hagan en su nombre.

Este aspecto del caso lo han ignorado esos pastores, que, en vez de reconocer al César lo que es del César, porque se lo atribuye Dios, atropellan su derecho hajo un alegato falso, puesto que, aunque asistan a los cultos los fieles, no por eso dejan de tener derecho y obligación moral y social de asistir las autorida- des seculares, como tales, porque asi lo exige el orden estable- cido por Dios. Esto que está en la línea del Concilio Vatica- no II, alineado como tenía que estar en la doctrina de los Su- mos Pontifices, y no el proceder de los nuevos albigenses, que pretenden arroparse en los documentos conciliares adulterándolos o invocándolos falsamente para justificar sus destructivas y es- candalosas polacadas.

Esta verdad no la podrá negar un Arcipreste ni en privado ni «colegialmente» con todos los párrocos de su demarcación arci- prestal, ni con el refrendo de todo un Vicario Arzobispal, si su- piesen todos ellos lo que el magisterio pontificio enseña sobre ese punto concreto. Es el Papa León XIII quien en la Encíclica Immortale Dei se expresa en estos términos:

«... es evidente que el Estado tiene el deber de cumplir por medio del culto público (es decir, públicamente tributado, de un modo externo y oficial) las numerosas e importantes obligaciones que lo unen con Dios. La razón natural, que manda a cada hom- bre dar culto a Dios piadosa y santamente, porque de El depen- demos, y porque habiendo salido de El, a El hemos de volver, impone la misma obligación a la sociedad civil. Los hombres no están menos sujetos al poder de Dios cuando viven unidos ¡en sociedad que cuando viven aislados. La sociedad, por su parte, no está menos obligada que los particulares a dar gracias a Dios, a quien debe su existencia, su conservación y la innumerable abundancia de sus bienes»... «Nadie puede dudar que la existen- cia de la sociedad civil es obra de la voluntad de Dios, ya se considere esta sociedad en sus miembros, ya en su forma que es la autoridad; ya en su causa, ya en los copiosos beneficios que proporciona al hombre... Por eso es necesario que el Estado, por el mero hecho de ser sociedad, reconozca a Dios como Padre y Autor y reverencie y adore su poder y su dominio... Siendo, pues, necesaria en el Estado la profesión pública de la religión...» (Doc- trina Pontificia, 11. Documentos políticos, ed. BAC. Madrid, 1958, páginas 193-4 y 244-45),

La misma doctrina repite San Pío X en la carta Vehementer Nos (11-11-1906), al referirse a la teoría de la separación entre la Iglesia y el Estado. «Que sea necesario-—dice—separar al Estado de la Iglesia es una afirmación absolutamente falsa y sumamente

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nociva. Porque, en primer lugar, al apoyarse en el principio fun- damental de que el Estado no debe cuidar para nada de la reli- gión, infiere una gran injuria a Dios, que es el único fundador y conservador tanto del hombre como de las sociedades humanas, ya que en materia de culto a Dios es necesario no solamente el culto privado, sino también el CULTO PUBLICO» (ibid., pp. 384).

Quiere expresar el Santo Pontífice que el Estado, las Corpo- raciones que gobiernan la sociedad política, las personas todas, morales o físicas titulares de la autoridad secular o civil, deben tributar públicamente, en cuanto tales autoridades, un culto de un modo externo y oficial.

En la Encíclica Quas primas (11-XI1-1925), dice Pío XI: «No de- jen los gobernantes de las naciones de rendir por si mismos y por el pueblo el culto público reverente y obediente a la majestad de Cristo, si quieren con su incólume autoridad procurar la prospe- ridad de la patria.»

Esta misma enseñanza de los Papas se condensa en el her- moso Himno de las segundas Vísperas de la fiesta de Cristo Rey cuando proclama:

«Exáltente con público honor los jefes de las naciones, rin- dante culto los magistrados y los jueces, glorifíquente las leyes y las artes.»

En la doctrina católica está expresamente contenida la obli- gación de rendir culto público a Dios por parte de las autorida- des, que rigen la cosa pública, por mismas y no sólo por el pueblo al que representan y gobiernan.

Es curioso observar la contradictoria conducta de estos o0sa- dos desacralizantes. Claman ellos y actúan contestatarios y subver- sivos contra lo que se les antoja ostentación extrarreligiosa, y contra lo que fueron modos paternalistas o dictatoriales de al- gunos curas de antes, que trataban a sus feligreses como menores o como borregos, empleando el sistema de gobierno pastoral de echarles los perros de su acritud para reducirlos a la majada. Ofensiva y reprobable era esa conducta. Pero ¿es menos repro- bable y ofensiva y funesta una polacada como esa de unos so- cialísticos y conciliarísimos pastores que, prevalidos en su engreida impunidad, tienen la audacia de impedir a las autoridades socia- les el asistir—como tienen derecho a hacerlo y obligación de cum- plirlo—a los cultos litúrgicos en el templo?

Por otra parte, esos pastores que así abusan de sus cargos, fiados en la respetuosa actitud de las autoridades civiles para con las eclesiásticas, seguros de que éstas no reaccionarán contra los atropellos e injurias que se les infiere; esos pastores, repito, que así abusan de su privilegiada situación, en una línea de la más exquisita prudencia y respetuosa consideración, como medio el más apto y eficiente para conservar y fomentar las buenas re- laciones que siempre deben existir entre la autoridad eclesiástica y las autoridades seculares, deciden colegialmente significar a un Alcalde que ni él ni la Corporación Municipal, como tal autoridad,

tienen nada que pintar en los cultos litúrgicos que se celebran en

el interior del templo.

La reacción del señor Alcalde, en vez de lo sumisa y reverente que fue, pudo ser otra, respetuosa siempre, pero también firme, significando al Arcipreste la decisión, corporativamente tomada por el Ayuntamiento, de seguir asistiendo a los cultos en el tem- plo lo mismo que antes, porque está en su derecho y obligación de hacerlo, sin que baste el deseo en contrario del Cura- para dispensar e impedir a la Corporación como tal que asista.

Es de suponer que el Rector de la Iglesia, dechado de pru- dencia y de espíritu de concordia, de madura sensatez y de cul- tura canónica, como ya lo tenía demostrado al tomar la colegial decisión, sería, en alas de su santo celo, capaz de tener cerrada la iglesia, incluso durante el Triduo Sacro, con edificación y pro- vecho espiritual de los fieles devotos, que, aunque no sean Alcal- des, pueden ser también atropellados y privados de su derecho a los Sacramentos. Todo, alegando, si viene bien, como si no viene, que eso también está en la línea del Concilio Vaticano II.

E todo esto, ¿no? Pues también ha ocurrido ya algo parecido.

(1) «Pastor». Esta palabra suele evocar, de primera intención, a uno de esos «Individuos» rústicos y analfabetos por lo común, contratados para guardar los rebaños de cabras, ovejas, etc., y que en mi pueblo y limítrofes solian ser casi los únicos hombres que no cumplían con Pascun. me segundo término evoca a los rectores de las comunidades protes-

En tercer lugar, se usa ya corrlentemente entre nosotros para designar a los sagrados ministros de la Iglesia, dedicados a la cura de almas.

¡Estoy atormentado! Después del Concilio no acierto a O cómo debo profesar y practicar mi cristianismo ca- O. y

—¿Y quieres saber cómo lo entienden otros?

¡Claro que quiero saberlo!

-—Pues procura leer el libro «Con Cristo «teólogos» de asalto», que acaba de aparecer. ]

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Por MIGUEL G.-GAY DOMENECH

La que no se ha escrito sobre Garabandal

Desde primero de enero y por diversas circunstancias, va que tuvimos que dar preferencia a la conferencia del P. Porro y lue- go a otros dos trozos de una conferencia del P. Andreu para últi- mamente relatar los acontecimientos del día 4 de abril de este año, habíamos dejado de tratar temas de las entonces niñas. Ahora volvemos de nuevo a las páginas de ¿QUE PASA? para seguir publicando cosas pasadas, y animar a la gente a que siga su- biendo al monte donde se apareció Nuestra Madre del Cielo por- que eso es lo que quiere la Virgen y por eso Ella escogió este lugar. Así, pues. empezaremos a relatar algunos hechos y nos re- montaremos al día 16 de octubre de 1961 por la noche cuando en- traron en trance algunas de las niñas. Ocurría esto en la parte alta de la casa de Ceferino. y su hija María Dolores era una de las que estaban en trance. 4 los pocos minutos de haber comenzado el extasis, la niña entregó a la Vi- sión para que las besara dos alianzas pertenecientes a un matri- monio, cuyas alianzas habian sido entregadas a la nina por el marido allí presente. Una vez besadas sin mirarlas. y en esa posición que las carac- terizaba a las ninas cuando estaban en éxtasis, se fue directamen- te al marido y le colocó la suya en el dedo correspondiente y des- pués se fue adonde se encontraba su esposa, la cual ella no conocía y que no estaba junto a él y también le colocó su alianza en el dedo correspondiente. Las personas que presenciaron aque- Mo, así como los esposos, afirmaron que la niña no conocía a la esposa y encontraban incomprensible que entre tantas personas como había en aquella parte alta de la casá se hubiera dirigido a ella y la pusiera su anillo. Durante ese mismo trance éntró un señor con un niño enfermo en brazos. Nadie lo conocía, pues acababa de llegar. La niña se fue de pronto hacia él y comenzó a santiguar con una cruz al niño, así como a su padre, que lo tenía en brazos; el niño dejó de llorar y sonrió. Al verlo su pa- dre se emocionó y llorando comenzó a pedir a la Virgen que lo curase, mientras decía que nunca le había visto sonreír hasta ahora. Al terminar el trance, la niña preguntó quién era el niño enfermo que estaba con su padre. Al indicárselo se fue hacia él y le dijo textualmente: «La Virgen me ha dicho que le diga que no se preocupe.» : En ese momento llegó Jacinta, que también venía en trance desde la calle, y al santiguarse terminó su éxtasis, a la vez que preguntaba por un niño enfermo que había venido con su padre según le había dicho la Virgen. Al mostrárselo se acercó al pa- dre y le dijo que la Virgen le había dicho que no se preocupa: ra. y se ha sonreído, por lo que no nos cabe duda que el niño se curará, ya que yo le había pedido a la Virgen que se curase y la Virgen sonriendo me ha dicho que. a lo mejor, se cura. Este hombre era natural de Villaviciosa y el niño enfermo se llamaba Pedro. Ese mismo día había un sacerdote de Asturias, que estaba bas- tante escéptico, el cual manifestó que todo aquello le desilusio- naba, aunque no dudaba que las niñas habrían tenido alguna vi- sión auténtica. y lo que entonces sucedía era una especie de reminiscencias provocadas por la primera Visión. Cuando aún es-

taba hablando en este sentido, llegó una niña en trance y le dio a besar el crucifijo que traía en su mano. Poco después salió a la calle dicho sacerdote en compañía de un médico, y al cabo de un rato regresó de nuevo completamente transformado. Estaba pálido y muy impresionado y contó lo siguiente:

«Salí en compañía del médico, y en la calle me retiré, aleján- dome de la gente. Cuando estaba bastante alejado y muy por de- tras del público vino hacia una niña en éxtasis y comenzó a persignarme y santiguarme varias veces seguidas, e igualmente hizo lo mismo con un señor que estaba junto a y a quien yo no conocía. Al ver la insistencia con que nos santiguaba a los dos se me ocurrió formular este pensamiento: «Si esto es verdad, que la niña vuelva en sí» Nada más formularlo, la niña volvió en sí, delante de nosotros, sonrió y comenzó a marchar hacia casa normalmente, pero a los pocos pasos quedó otra vez en éxtasis. Yo pregunté al marcharse la niña al señor que estaba junto a y que había sido persignado varias veces si era sacerdote, y él me respondió: «¿Y por qué me lo pregunta?» Terminó su narra- ción diciéndome: «Yo estoy convencido de la realidad de estas apariciones, pero necesito varios días para asimilar esto.» La ver- sión moral del señor que estaba junto a ese sacerdote también obra en mi poder y se la en tres ocasiones distintas el día 17, 18 y 19 de octubre, pero cuando lo contaba en esas fechas ya estaba de sotana. Aquel señor, que era sacerdote, decía así; «Por razones particulares, yo me vestí de civil para que los feligreses de mi Parroquia, que habían subido a San Sebastián de Garaban- dal, no me reconocieran. Había tomado ropas que me habían de- jado unos parientes míos, y sin decir nada a nadie me marché de incógnito a Garabandal. La niña llegó y comenzó a persignarme y santiguarme a y a un sacerdote que estaba junto a mí, y la niña vino directamente a nosotros abriéndose camino entre la multitud. Yo no manifesté mi identidad sacerdotal porque quería tener aún pruebas más convincentes, y al día siguiente seguía yo con mi indumentaria de paisano cuando la niña que estaba en éxtasis empezó a dar a besar el crucifijo a la concurrencia y justo cuando llegó al Brigada de la Guardia Civil, además de darlo a besar, le santiguó con el crucifijo. Me hizo pensar no por qué que tal vez la niña santiguaría a los que tenían gafas, y' por si acaso me quité las mías!, las escondí y esperé. La niña siguió dando a besar el crucifijo y al llegar a me santiguó y siguió luego con los demás dándoles simplemente a besar. Yo me quedé conforme y pensé: Si ha santiguado al Brigada y no es sacerdote, lo mismo me ha podido suceder a mí, y entonces pedí como prueba que me santiguase varias veces más y así se demostra- ría la diferencia con las demás personas laicas. En el momento de terminar de formular este pensamiento, la niña volvió a em- pezar a dar a besar el crucifijo en la fila que yo estaba y ponía la cruz en la boca de cada uno. Cuando llegó a mí, que no tenía las gafas puestas, se sonrió, y además de darme a besar la cruz me santiguó tres veces seguidas y luego siguió dando a besar la cruz a los demás. Yo quedé impresionado, aunque aún me aguar- daba la mayor de las impresiones. Cuando vi que había muchas personas que daban fotografías a las niñas para que las firma: sen al dorso, yo entregué una fotografía de las niñas a una pa- riente suya que estaba allí, para que pasase a firmar con las demás personas. Mi sorpresa fue mayúscula al recibir al poco rato la foto que yo había entregado con la firma de la niña y una dedicatoria que decía: «... se la dedica al sacerdote...» y seguía la firma. Esto me inundó de alegría y de tranquilidad, y enton- ces me puse inmediatamente la sotana, porque estaba ya conven- cido de que lo que hahía sucedido en venía guiado por una fuerza superior.

Caridad con las personas, ¡SI! Glorificar la apostasía, ¡NO!

h: Siempre que leo que un sacerdote se ha secularizado y se $ ha casado siento pena y tristeza, porque me imagino a Cristo e abandonado por uno de los «suyos». Hoy día se nos quiere pre- ; sentar este hecho, insólito en la Iglesia, como algo natural, y con ¡5 la capa de caridad se nos quiere arrancar un sentimiento de sim-

patía y comprensión hacia aquel que ha abandonado sus Votos para entregarse a unos deseos carnales a los cuales un día re- nunció para siempre. Yo creo que nuestra actitud ante un Mi- nistro de Dios que «cambia» de estado ha de ser la misma que tuvo Jesús en idénticas circunstancias. Jesús tuvo siempre man- sedumbre y caridad con el pecador «y profunda tristeza y pena

ante la persona que le abandonaba, pero jamás aprobó su con- ducta y su falta.

El caso más significativo y parecido al sacerdote que aban- dona sus Votos cometiendo una infidelidad con el Señor, es el del apóstol de la terrible defección. Jesús extrema su caridad: lo llama «amigo», le lava los pies como a los demás Apóstoles, quizá le dio también la Eucaristía..., y, sin embargo, Jesús. no atenúa su pecado y afirma: «Uno de vosotros me hará traición - €sta noche.» «¿Con un beso entregas al Hijo del Hombre?» El Sacerdote que ha sido escogido por Jesús para ser su Apóstol..., Que un día hizo Voto solemne de castidad para no vivir más - que para Jesucristo, ¿no le abandona también para unirse a una

Mepsrura quebrantando el Voto que un día libremente hizo?... a o lo comparo con un casado que abandona su mujer para unir-

con «otra»: es un «adúltero», según frase de Cristo, porque ha la promesa solemne que un día dio delante de Dios y fue sella- or el Sacramento del Matrimonio... Así hace aquel sacer-

E hi ero, porque un día se «casó» con Dios y ahora

Jr a una mujer. :

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Por MARCELO TORRELLA

Creo que decir las cosas claras no es faltar a la caridad, porque así nos lo enseñó nuestro divino Maestro, y no creo que El fal- tase a la caridad, más bien creo que faltan a la caridad los que obrando así dan verdaderos escándalos al pueblo de Dios, y los que publican esas noticias proponiéndolos como héroes o seres maduros y consecuentes con las ideas modernas (?).

Pena, tristeza también nos han de infundir esos pobres sacerdotes que mancillan su sacerdocio y abandonan a Jesucris- to. Pero simpatía y comprensión irenista, no. Lo que hemos de hacer es rezar mucho por esos «infelices» que han sido infieles a sus compromisos, para que vuelvan otra vez a encontrar la verdadera dicha y felicidad que sólo se halla en Dios. O a 441 "¿LOS DEICIDAS | Pal es el título del libro que ha puesto a Ja venta su AA | el sacerdote. católico Dr. Núñez, cuyas obras «La ON e Religiosa» y «En torno a una declaración conciliar» alcan- zaron tanto éxito, 4 . y En su nuevo libro «Los Deicidas» SC defiende Ea primera hasta la última letra la doctrina as gclio y de toda la Iglesia durante Lo los e E a. do quienes fueron los que perpetraron el deicidio en más riguroso de la palabra. ; " Pedidos al precio de 100 pesetas, A de ¿QUE PASA?. Doctor Cortezo, 1. Mac >

kE .!

Nuestro actual Concordato-¿Próximo a desaparecer?-- Coronó la Historia del Concordato español

Por GONZALO VIDAL, Pbro.

Como hemos dicho en número reciente de ¿QUE PASA? co- mentando nuestro Concordato en vigor, éste fue firmado el 27 de agosto de 1953. Tiene ahora diecisiete años cortos de vivencia.

Numerosos han sido los acuerdos concluidos en los pasados sl- glos entre la Santa Sede y España sobre cuestiones de interés co- mún; bastará recordar entre otros los concordatos estipulados en- tre Clemente XII y Felipe V en 1737; entre Benedicto XIV y el Rey Fernando VI, en 1753, y, especialmente, el de 1851, entre Pío 1X y la Reina Isabel.

Este último Concordato, completado con el acuerdo subsiguiente de 1859, referente a la consignación para Culto y Clero y con otras convenciones particulares, permaneció en vigor hasta el año 1931, en que fue quebrantado por la segunda República española, la cual dejó de considerarlo válido y, en contra de los compromisos en él contenidos, promulgó toda una serie de leyes hostiles a la Igle- sia, que terminaron por culminar en una persecución religiosa in- tendiaria y sangrienta.

La decadencia del Concordato de 1859 produjo en España, entre otros muchos males, los derivados de la falta de una norma jurí- dica, clara y completa que regulase las cuestiones de interés común entre la Iglesia y el Estado, así como sus relaciones mutuas.

Por esto fue por lo que inmediatamente después de terminar la Cruzada de Liberación el Estado español, mientras procedía a la adopción de medidas legislativas para remediar la deplorable situa- ción precedente deseó también llegar al restablecimiento de la ple- na y tradicional armonia entre los dos poderes, sobre bases con- cordatarias, que comenzaron a resolverse mediante una serie de acuerdos particulares, las cuestiones más urgentes.

Asi, el 7 de junio de 1940 se estipuló una primera convención so- bre la provisión de las sedes arzobispales, episcopales u obispales residenciales en España. En el artículo décimo de dicha convención se preve ya la futura estipulación de un Concordato completo, al cual deberían incorporarse, a su debido tiempo, las normas en aqué- lla incluidas.

En el año 1946 se firmaron otros dos acuerdos. El del 17 de ju- lio se refería a la provisión de beneficios no consistoriales, es de- cir, de las parroquias y de las dignidades y canonjías de los cabil- dos catedrales y colegiales, y repetía también el deseo de proseguir los intentos para la estipulación de una convención más amplia y solemne, o sea, de un Concordato.

El otro, del 8 de diciembre del mismo año, tenía como objeto los Seminarios y las Universidades pontificias, y mediante el mismo el Gobierno español vino a prestar su colaboración al espléndido re- nacimiento de vocaciones sacerdotales y religiosas —nunca como en- tonces—, así como de los estudios eclesiásticos, renacimiento éste que se admiró en España y fuera de España en aquellos años y si- guientes como hijo de aquellos acuerdos que luego fueron materia

concordada. Finalmente, el 5 de agosto de 1950 concluyó un cuarto acuerdo,

¿QUE PASA EN MALLORCA?

Esta pregunta se repite a menudo no sólo en las tertulias de casino, sino también dentro del mismo pueblo trabajador, con oca- sión de uno que otro suceso extraño que tiene por escenario el tem- plo, cuyo protagonista es un sacerdote, joven O no tan joven, en mangas de camisa de cuadros en multicolor, o vistiendo pantalón corto y sandalias sin calcetines, en las mismas puertas de su igle- sia, O, según se ha divulgado ya por la ciudad y por los pueblos, acudiendo en puro jersey, en mangas de camisa y hasta vistiendo mera camiseta de color y de manga corta a su cátedra del Semina- rio diocesano.

Estos hechos, según repiten no pocos sacerdotes jóvenes, hoy ca- recen de importancia, si se comparan con los graves problemas que, a juicio de los mismos, tiene planteados la Diócesis. Pero el hecho es que el mismo pueblo obrero, dotado de sentido común (y gran parte del mismo dotado de sentido cristiano y hasta de veneración al sacerdote), sufre interiormente; se halla dolido y lo comenta dura y amargamente. Hasta le duele tener que comentarlo.

Sin embargo, la postura de muchos sacerdotes jóvenes ante las críticas y censuras de los seglares no parece responder a los con- ceptos que ellos, en sus homilías, expresan sobre el diálogo con el laicado y sobre lo que ellos llaman «participación del laicado en la vida de la Iglesia», sino que prescinden de lo que sobre su con: ducta social y su manera de obrar en el templo opinan los seglares.

La respuesta de bastantes curas jóvenes a los reproches del lai- cado es verdaderamente irritante: «Ya se irán acostumbrando.» Pero siguen repitiendo, con su «espiritu conciliar» (?) más o me- nos sincero: «Hoy, hay que escuchar a los laicos.» |

¿Verdad que, desde mi rincón de laico, tengo motivo para pre: guntar: ¿QUE PASA EN MALLORCA? ]

Lo más triste es que se cree saber que hay quien, desde un puesto de responsabilidad, responde: NO PASA NADA. NO PASA NADA EN EL SEMINARIO. ]

Verdaderamente, esta actitud es más tranquila que la que pa- rece que debería adoptarse. Pero es demoledora, y ha facilitado la anarquía que se padece.

e Algo pasa en Mallorca cuando es voz corriente, en la ciudad de Ñ

concerniente esta vez a la jurisdicción castrense y a la asistencia re- ligiosa a las fuerzas armadas españolas, preveyéndose así la asis- tencia espiritual de una parte tan considerable de la juventud. En el mismo documento se estblecían las normas relativas a la exen- o de clérigos y religiosos de la obligación de prestar el servicio militar.

El Concordato que en 1953 se firmó vino a coronar la historia del Concordato español porque con los acuerdos precedentes quiso reconstruir y mejorar lo mejor de los Concordatos anteriormente habidos, y dar -—<omo se afirma en su mismo preámbulo— «la nor- ma que debe regular las relaciones recíprocas de las altas partes contratantes de conformidad con la ley de Dios y la multisecular tradición católica de la nación española».

Muy interesante: Peculiar característica de este Concordato la constituye el hecho de que el mismo, contrariamente a los anterio- res, y Suele suceder con frecuencia, no fue estipulado para poner fin a un estado de discordia o para cerrar un período de tensión, sino más bien para corroborar y estabilizar una situación de hecho ya existente.

Las negociaciones en torno, entonces, al Concordato, al terminar felizmente, más que introducir una nueva ordenación en las rela: ciones entre la Santa Sede y España, sancionaron y reflejaron in- cluso mejorando lo entonces histórico ya vigente.

El Estado reafirmó en el Concordato aquellos sólidos principios que constituyen la base de la prosperidad de la familia y de la na- ción: pleno reconocimiento del matrimonio canónico, educación Cristiana de la juventud y libertad para la Iglesia en el desarrollo de su apostolado; por otra parte, la Santa Sede confirmó —si bien con los reajustes exigidos por las contingencias de entonces— pri- vilegios tradicionales que a lo largo de los siglos le fueron conce- didos a España.

Cuál fuera el deseo común de las partes contratantes y cuál el fin de éstas quedaron prefijados al estipular el Concordato, es cosa que puede deducirse del prólogo del propio documento, en donde se afirma el deseo de asegurar entre la Santa Sede y España aque lla fecunda colaboración entre el poder eclesiástico y el civil, que siempre y en todas partes constituye la premisa de mayores bienes para el desenvolvimiento e incremento pacífico de la vida religio- sa civil de las naciones.

e Hoy, a los diecisiete años cortos, este Concordato que fue corea- do hasta por Cancillerías diversas parece estar próximo a sucum- bir, no por razones lógicas, naturales y espontáneas, sino por la anarquía y subversión en que se encuentran las leyes y costumbres eclesiásticas, muchas demolidas ya por el progresismo judaico-pro- testante-masónico arraigado e incrustado en el sentir de ciertas au- toridades y jerarquías de la Iglesia.

Se innova para mejorar: ¿Será mejor el Concordato que pueda sustituir al de 1953? ¡Al tiempo!

Por FILEMON

Palma, la de que un coadjutor de la parroquia de la Encarnación, el reverendo Juan Mora, después de haber invitado a los fieles a que prestasen especial atención a sus palabras, anunció, con én- fasis de gran solemnidad, que el pecado original no existe ni ha existido jamás.

Pero no ha extrañado a nadie que esto sucediera en una parro- quia, cuyas líneas pastorales, trazadas por el propio párroco, reve- rendo don Antonio Roig, quedan impresas, en virtud de sendas declaraciones suyas, en los periódicos «Diario de Mallorca» y «Ba- leares»; unas declaraciones que en crecido número de seglares cau- saron verdadera indignación, y de las que nos ocuparemos más adelante.

O Algo pasa en Mallorca, a juzgar por las cartas abiertas que continuamente aparecen en la prensa sobre sucesos religiosos lo- cales. Cartas y contracartas. Réplicas y contrarréplicas. Artículos, en diversos periódicos, con motivo de dichos sucesos y de las car- tas. En fin, un espectáculo desagradable.

Para que se sepa que algo pasa en Mallorca, baste decir que en una «Carta abierta a monseñor Morcillo» por el sacerdote An- selmo Alvarez, con motivo de la que el Presidente de la Conferen- cia Episcopal Española dirigió al Cardenal Alfrink, el autor de la carta abierta escribió lo siguiente: «Usted sabe muy bien, Mon- señor, que los sacerdotes diocesanos no hacen «oficialmente» nin- gún voto.» ¿Pasa algo en Mallorca?

O Algo pasa en Mallorca cuando el sacerdote Juan Salas ha es- crito en «Ultima Hora» lo siguiente: «Tendríamos que repasar la Teología para asegurarnos si son verdaderos sacramentos tal como se administran.» Pide que «se quite de una vez la «compraventa» de sacramentos».

Ha escrito esto con motivo de defender el trabajo manual del sacerdote. Pero desde mi ángulo de seglar le digo que el pueblo flel sabe que, cuando da una limosna, aunque sea fija, con motivo de un sacramento, no se da sino en concepto de limosna, y no de «pago». Los seglares no somos tan gentiles o pagamos como algu-

nos sacerdotes, según ellos mismos dicen quisieran que fuéramos, y FE

para ellos sentirse más «cristianizadores».

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A E ii E E E a A

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Nuestro Genesis [3 por raus de vivar

CAPITULO XXII. LOS GRANDES FALLOS DE LA EVOLUCION

1. Continuando sus reflexiones el profano V. FELIU señala el segundo GRAN FALLO DE LA EVOLUCION: LA CONSERVACION DE LA ESPECIE.

2. «En efecto —dice—, todo organismo, al evolucionar, se abra- za desesperadamente a su propia forma especifica.

3. Por especie aquí no entendemos uno u otro de esos grupos taxonómicos introducidos, tal vez, según el criterio personal de cada investigador, para clasificar y dividir el mundo de los vivientes, y con el propósito de facilitarnos su conocimiento y estudio.

4. Géneros, familias y aun órdenes morfológicas diversas pue- den pertenecer a la misma especie natural y derivarse unos de otros. Muchas coniferas, por ejemplo, tal vez no sean específica- mente distintas; digamos lo mismo de algunos órdenes de insectos.

5. Nadie niega que el individuo evoluciona. Pero ¡es lícito de- ducir de ahí la predisposición innata de una especie natural para ir destruyéndose a misma, deja de ser y resucitar después con- vertida en otra mejor?

6. Sólo admitiríamos eso mediante pruebas tan convincentes como reclama la gravedad del caso.

7. Darwin no pudo, ni nadie después, observar un solo proceso capaz de conducir al cambio más insignificante de especie. ¡Ni un simple hecho, directo o indirecto, que lo insinuara!

8. Fracasaron también los intentos en el laboratorio, donde el investigador, agotando los recursos de su ingenio y de la técnica, se rodea del medio ambiente más adecuado» (313).

9. Tercer GRAN FALLO DE LA EVOLUCION: LA CONSTAN- CIA DE LAS LEYES.

10. «Durante los primeros tiempos de la evolución, y para ex- plicar sobre todo aquel paso de la materia muerta al protoplasma orgánico, invocaron algunos las distintas condiciones físico-quími- cas de la tierra.

11. Reconocían que ya no es posible la generación espontánea; pero no daban universalidad retroactiva al experimento de Pasteur.

12. Aquel estado naciente de nuestro planeta, envuelto en la sombra de las edades geológicas, albergó, tal vez, condiciones físico- químicas hoy ignoradas, y que pudieron hacer brotar una célula viva a partir del suelo mineral.

13. Según el profesor Haas, esta doctrina se hizo ya insosteni- ble porque nuestras leyes actuales gobernaron con la misma vali-

¡CLAVIJO!

¡CLAVIJO!

dez la epoca primigenia de la tierra; y no es lícito suponer, para aquellos tiempos, otras fuerzas y otras leyes totalmente descono- cidas hoy. Por eso, las condiciones de entonces son reproducibles en nuestros laboratorios.

_ 14. Del filósofo Bergson son estas palabras: «Una cosa es el simple cambio de magnitud y otra muy distinta el cambio de for- ma. Nadie duda que un órgano se fortifica y crece por el ejercicio: pero nunca el esfuerzo de la función produce la más mínima alte. de cación específica en un órgano» (314).

. Cuarto AN FALLO DE LA EVOLUCION: SNE- RACION DE LA ESPECIE. AS

16. «Dijimos que los seres vivos, cuando evolucionan, retienen su propia especie. Así es, pero también degeneran.

17. En efecto, el mecanismo más razonable y fácil para que una especie inicie, consiga y consolide el paso a otra inmediata su- perior sería, sin duda, el progreso y la perfección dentro de la misma especie.

18. Darwin puso a esta «selección natural y supervivencia de los mejores» como base insustituible del transformismo. Así lo in- dica el título de su célebre obra: «Origen de las especies, fundado en la selección natural...». Sin embargo, ésta no existe, como en- seña la experiencia.

19. Hablaremos después de las aventuras perdidas en las pro- fundidades de los ciclos geológicos; pero en el mundo actual, y des- de que el Homo sapiens habita la tierra, las especies, por si solas, en vez de ir adelante, vuelven la espalda hacia atrás, pese a los postulados transformistas.

20. Sin la solicitud y vigilancia del hombre, los seres vivos que- dan a merced de los factores ambientales, incapaces para dirigir ninguna selección, ni esa «aristogénesis» que algunos pretenden.

21. En una palabra, por la experiencia sabemos que los can1- bios, en la naturaleza orgánica, en vez de ser progreso y adapta- ción, son irremediables degeneraciones. Ahi están ejemplos abun- dantes y a la mano. Citemos los más simples: Sin nuestro cuidado, la remolacha pierde azúcar, y degeneran los perros de caza, los caballos de carrera, las reses de lidia...» (315).

(313) «Roca viva», núm. 26. Febrero 1970. Pág. 107. (314) Ibídem, id.

(315) Ibidem, págs. 107-108. (Algunos subrayados son nuestros.)

¡CLAVIJO!

Por RAFAEL GIL SERRANO

Nuevamente nos disponemos a honrar en este año de 1970 a NUESTRO SEÑOR SAN YAGO, EXCELSO PALADIN DEFENSOR DE HISPANIA, DE LAS ESPAÑAS, DE TODA LA HISPANIDAD UNIVERSAL, en su Capilla y Real Basilica de Monte Laturce (CLA- VIJO, Logroño).

Allí, al renovar pública y solemnemente nuestro Homenaje de Gratitud y de Amor al APOSTOL que un día nos trajera el don más grande que hombre alguno sobre la tierra pudiera traernos, LA FE DE CRISTO; y que otro día volviera a traernos otro gran don, el don de la pervivencia de HISPANIA como Nación al librar- la «de inminente peligro de exterminio», como reza la Liturgia, haremos un ACTO DE FE HISPANICA:

1 En el hecho de su VENIDA natural y humana, pacifica y pe- regrinal para traernos el Mensaje Evangélico, junto con la lección de su inmenso fracaso en la empresa, tan cargado de méritos, que mereció la VENIDA DE LA SANTISIMA VIRGEN EN CARNE MOR- TAL A TIERRA HISPANA.

2. En el hecho de su APARICION sobrenatural y milagrosa, ar- diente y combativa para traernos la salvación nacional, junto con la lección de su triunfo en los campos de CLAVIJO, que sirvió de estimulo para la purificación penitencial y sacrifical de las huestes hispánicas en defensa de los supremos valores de la RELIGION y de la PATRIA, en el terreno de lucha a que les habían llevado los enemigos.

3 En la vigencia permanente y actual de sus lecciones de fra- caso y de triunfo en la difusión de la Verdad Evangélica y en la defensa de los valores religiosos constitutivos de la esencia de la Patria, con humildad y caridad, pero con espíritu ardiente y com- bativo, frente a los «teólogos» de asalto que están corroyendo los fundamentos de la Iglesia Católica y nos están robando las esen- cias nacionales de todas las PATRIAS HISPANICAS DEL MUNDO.

Para ello nos trasladaremos a CLAVIJO el día 23 de mayo de 1970, a fin de celebrar la Festividad de la APARICION DE SANTIA- GO en la citada Capilla y Real Basilica, organizada por la HER- MANDAD SACERDOTAL DE SANTIAGO EN CLAVIJO.

Todos los amantes de las Tradiciones Hispánicas en general y

de las Santiáguicas —y Piláricas, por supuesto— en particular re-

Ssidentes en Madrid y quieran acompañarnos, sepan que el viaje lo

realizaremos (D. m.) por ferrocarril en el «Ter» de Madrid a Lo-

yroño, que sale de Atocha a las 14,50, el viernes día 22 de mayo Y los Santiáguicos del resto de España que deseen parti- mente, ta histórica y emotiva jornada, sepan tam-

para trasladarse de Logroño a Clavijo

se verificará en los jardines que hay frente al Instituto de Ense- nanza Media. ¡Y... Logroño está a 17 kilómetros de Clavijo! Quien desee más informes puede llamar al teléfono 230-67-24. ¡SANTIAGO Y CIERRA LA HISPANIDAD! Madrid, mayo de 1970.

¡Así andamos)...

ACERTIJO

«Ml volver a sus casas... se llevan la maravillosa vivencia de haber sentido, en frase paulina, el mismo amor, una sola alma y un solo sentimiento, la Iglesia de Jesucristo.»

¿Se dice eso de los Apóstoles al salir del Cenáculo, llenos del Espíritu Santo, el día de Pentecostés?

Va usted muy descaminado.

¿Acaso de los diez primeros jesuitas que bajaban gozosos de la colina de Montmartre, en la mañana augural de la Asunción de 1534, para ponerse incondicionales al servicio de la Iglesia militante, cual aguerridos soldados del Pontífice?

Que no acierta usted.

Pues ¿de quién se dice? de

De los delegados, al término del Concilio Pastoral (1!) holandés.

¿Dónde se ha podido escribir tal despropósito? .

Lo escribe Antonio Pelayo en «Vida Nueva» el 18 de abril.

¡Bah! Así, cualquiera. Ss. IC

Tenemos la certeza —y por eso informamos a nuestros

lectores— que al Presidente electo de la o Rica, señor Figueres, que ha visitado El Par anal: Barcelona, habiendo celebrado entrevistas con Ps tad ] ministros del Gobierno y altas autoridades de A AE DÑA consta —afirmamos— que al ilustre estadista es Nro visitado, no le han entregado DINEU. PENAS E hollan e caballeros de la oposición que, ejertamento,

buena posición.

- E '

| El Carlismo en Cataluña, cuando la Il República

Del libro inédito “Sin novedad en la patrulla”

LA INSTITUCION LIBRE DE ENSEÑANZA

Con estas lineas rematamos el artículo dedicado a la Institución la semana pasada.

No es oportuno acumular en este breve resumen de esa sociedad secreta los nombres y los hechos de todos los miembros de la Ins- titución Libre y sus afines. Quien desee obtener amplia documen- tación, puede consultar la obra publicada por la Editorial Espa- ñola, S. A., de San Sebastián, titulada «Una poderosa Fuerza se- creta. La Institución Libre de Enseñanza». Puede, no obstante, afir- marse que el catálogo de los institucionistas es la relación de cuan- tos han fomentado, desde posiciones más o menos intelectuales, la revolución que trajo la República de 1931, el fermento rojo cre- ciente durante los años republicanos y el estallido «frente-populis- ta» de 1936, hasta los últimos extremos de la resistencia 'cruel inútil de 1939, alentada y presidida por un institucionista conspicuo. Durante esos largos años de trágica tortura para España, la Insti- tución Libre ha tenido desde verdugos a penitentes; pero por sus ideas, su obra incubada de tiempos viejos, la unánime actitud de sus jefes y la de casi todos sus afiliados y afines, ella es la gran responsable de la Conjura revolucionaria contra el pueblo español.

El morboso espiritu de la Institución Libre penetra por vías des- conocidas, es inobservable e inaprehensible, como un ultra-virus, que sóio se diagnostica cuando ya ha producido sus patológicos efectos. Resulta oportuno transcribir hoy unas afirmaciones del De- cano de la Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza, reproducidas en el ya citado libro: «Porque bien pudiera suceder que cuando las armas victoriosas de nuestro Ejército y Milicias hayan devuelto a España su glorioso pasado intentara este viejo y frondoso árbol de la Institución, que hoy parece abatido por las circunstancias, retoñar de algún modo, con todas o con algunas ramas, al calor de la España generosa y olvidadiza».

LA ACTITUD COLECTIVA DEL PUEBLO CATALAN

EL ESPIRITU BURGUES

Nadie puede negar la existencia de este mal contemporáneo en la descristianizada sociedad de Cataluña. Quien haya vivido los años 1931-36 recordará fácilmente en qué profundidad: y extensión estaba arraigado el burguesismo entre los catalanes de todas con- diciones sociales. Contrariamente a una concepción muy generali- zada, que consideraba como «burgueses» solamente a los patronos, propietarios de negocios y dueños de industrias existía el espíritu burgués en la alta aristocracia, en la llamada clase media, entre los profesionales libres y aun entre los proletarios esclavizados por el Liberalismo capitalista.

El espíritu burgués era uno de tantos males acarreados a Cata- luña por la herejía liberal, pues liberalismo, técnica, positivismo y burguesía son realidades sociales que se entrecruzan alimentándose históricamente entre sí. La burguesía —afirma Berdiaefí— es un estado y una orientación del espíritu, una manera peculiar de en- tender la vida. No es algo de orden social o económico y es más que una categoría psicológica y ética: es una categoría espiritual, ontológica. El burgués difiere del no burgués por el fondo mismo de su ser o de su no ser. Es un tipo de hombre con un. espíritu particular. Quizá uno de los rasgos más profundamente significati- vos y característicos consista en que en él «la voluntad de santidad y de genio se ha extinguido y la sed de dominar, el deseo de una existencia confortable, se anteponen a todo». Destáquese la pala- bra: confortable. Nada delata al burgués como esta valoración des- medida del confort.

No se trata ya del burgués como se acostumbra a entender co- rrientemente. El espiritu no depende de una situación económica floreciente del individuo o de la sociedad, adviértase bien, porque a veces se encuentra enraizado en quien no tiene más patrimonio que su propia persona, alimentada, sin embargo, por una pertinaz «vocación de millonario». El rico —escribe Berdiaefí—, espiritual- mente prendido de su riqueza y acaparando las demás, esclavizado por el «mundo», es un burgués... Pero el pobre, celoso de sus rl- quezas, que desea ocupar su lugar, es tanto más burgués... Espec- táculo grotesco el de los dos burgueses, arrebatados el uno por el otro, creyendo defender cada cual un mundo original, diferente del adversario, mientras que en realidad siempre se trata del mismo mundo y del mismo principio sempiterno. Recuerden, quienes vi- vieron bajo la horda, la voracidad con que los «trabajadores» afi- liados a la F. A. 1. se «incautaron» de las joyas, valores y demás bienes económicos de los natronos de Cataluña.

Ahora bien —escribe Francisco Herranz—, ¿cuál es, en defini- tiva, ese mismo mundo y ese mismo principio sempiterno? En cual: quier caso va acompañado del espíritu positivista, de la incapaci- dad para todo aquello que supere los datos de los sentidos, de un volar rastrero, si se nos permite la metáfora, no más allá de los bajos fondos del corral. La raíz espiritual de la burguesía es la creencia tenaz en este mundo visible y la incredulidad frente al invisible. Jamás ha querido reconocer a un Santo hasta después de su canonización. Otra faceta del espíritu burgués es la de haber perdido el sentido del pecado. De la realidad de este aserto nos ilustraba a cada instante la lectura de los periódicos, de las revis- tas y sobre todo el contacto con el mundo de la calle: en cual:

Por Juan Correa Gabano

quier orden de cosas, las mayores atrocidades se cometen, se pien- san y se dicen con una sencillez que, en ocasiones, incluso —¿no es asombroso?— pasará por «encantadora». Eso mismo indica que hoy no tiene sentido el pecado.

Para precisar más aún las raices del «espíritu burgués», mal gravísimo que pesaba sobre el pueblo catalán a mediados del año 1936, y del que aún no ha sanado, resulta oportuno traer a colación unas manifestaciones de Cristopher Dawson, referi- das al pueblo americano contemporáneo: «Puede decirse que hoy, para la mayoría de los europeos, y aún más para la mayoría de los americanos, el progreso consiste en la expansión de la nueva civi- lización urbanomecánica significa más cinematógrafos, automó- viles para todos, instalaciones radiotelefónicas, métodos mortíferos más perfeccionados, compras en mensualidades, alimentos envasa- dos, papeles pintados.»

La exactitud de esta observación no hace sino mostrarnos una vez más el acierto de los pensadores que han definido la moderna civilización occidental por este rasgo: el predominio en la sociedad de los ideales del modo de entender la vida que significamos por la expresión «espíritu burgués». El espíritu burgués es la culmina- ción y tracaso a la vez del humanismo del Renacimiento, y en él se encuentra el camino seguido por la sociedad cristiana en su retorno al paganismo. El «espíritu burgués» ha sido y es «espíritu de cálculo», es antitético de una vida humana profunda. Es anti- tético de la religión, de la piedad, del entusiasmo, del sacrificio y del amor; es enemigo del «espiritu de Cruzada». La religión con- siste en reconocer y acatar las soberanía absoluta de Dios, nues: tro Señor. Aquel espíritu es antitético a la religión. La piedad con- siste en entregarse confiado en brazos de Dios nuestro Padre. Aquel espiritu es contrario a la vida de piedad. El espíritu de cálculo está reñido con todo afecto generoso, con todo noble entusiasmo del corazón. Por esto el espiritualmente burgués es enemigo del espíritu de Cruzada.

El «espiritu burgués», tan profundamente calado en el alma catalana de 1936, fue uno de los mayores obstáculos que tropezaba la Comnuión carlista de Cataluña en la preparación del Alzamiento. ¡Cuánto podrían decir sobre este particular Mosén Celestí Cas- tany, don Mauricio de Sivatte y el reverendo don Miguel Rosell, Presbítero. Encargados de recaudar fondos destinados a la Cru- zada de Liberación, hubieron de hacer frente una y otra vez al necio e inconsciente «espiritu de cálculo» de los «burgueses» cata- lanes, quienes no se daban cuenta que, negando la entrega de unos centenares de pesetas, contribuian a reforzar a la Revolución roja, que había de desposeerles a no tardar del «confort» y, cosa aún más trágica para ellos, de sus propias vidas.

¡Monseñor Garrone! Esto es lo que pasa...

En mi pueblo, muy religioso, hubo siempre numerosas vocacio- nes religiosas. Todos los años salían jóvenes para el seminario y los conventos. Dos familias se distinguían en este punto: los Vi- cente y los Juan. En mi época, dos hijas de los Juan se casaron con dos hijos de los Vicente. Las otras diez personas de estas fa- milias se consagraron a Dios. Estos dos matrimonios vivían en dos casas juntas, y de hecho constituían una sola familia, muy nume- rosa, pues abundaba la descendencia en ambas. Acudían diariamen- te a misa casi todos; el Rosario se rezaba en familia; las novenas de la Inmaculada y San Francisco Javier no faltaban, ni el mes de María, ni el del Sagrado Corazón.

Los dos mayores, mellizos de los Vicente, fueron al Seminario, con gran contento de todos y la bendición de su tío, Cura Párroco de un pueblo vecino, que los había preparado para la vida sacer- dotal. Y se hablaba de otros, aspirantes a religiosos y monjas en las familias.

Pero llegó la primera bomba. El hermano mayor de los Juan, jesuita desde hacía más de veinte años, se había salido de la Com- panñía.

La segunda bomba llegó con los seminaristas de vacaciones, pues se burlaban de las prácticas religiosas, de sus familias y de sus costumbres, que consideraban propias de otros tiempos. Los primos se habian tratado siempre como hermanos y no distinguían entre su casa y la de los otros, pues en la práctica era como una sola. La llegada de los seminaristas modificó un poco el ambiente. Pero la bomba definitiva estalló cuando una tarde los seminaristas en vacaciones se fueron de paseo con sus primas, de edad parecida, y, tomándolas por amigas alegres y complacientes, las trataron tan moderna y expresivamente que las chicas tuvieron que defenderse, incluso dando un golpe con un hierro, que encontraron en tierra, a uno de ellos, produciéndole una herida.

El escándalo en el pueblo fue grande y en las familias mayor. Los padres de los seminaristas no les dejaron volver al Seminario.

Y las familias que tenían hijos con vocación no consintieron que k

ingresasen allí donde podían perder las costumbres y prácticas e ligiosas a que estaban acostumbrados.—V. A, LO

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DE RONDA POR ESPAÑA

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MESES SIENA

MEDINA DEL CAMP

CASTILLO DE LA MOTA

Corazón y coraza de Castilla, profeta y vate de la Hispanidad, arca de la leyenda y la verdad, navío que hacia el sol sostiene quilla. Si el llano yegua, la dura silla que monta España, tras la claridad de un Mundo Nuevo y una eternidad que en La Mota es el surco y la semilla. Medina —toda España— es a tus pies oídos para oír, alto pavés

de un perfil que hacia Dios va navegando.

Silencio... En tus almenas absolutas cada aurora bautizan nuevas rutas los ojos de Isabel y de Fernando.

IGLESIA DE SAN ANTOLIN

Nave anclada en los trigos de Castilla, relicario del tiempo, monje altivo que enseña a cada estrella el salmo vivo de una vieja o futura maravilla.

Tu torre en la pobreza de la arcilla mástil, espada, dedo fugitivo de una raza que busca en cielo altivo no fórmulas de fe, la fe sencilla.

En tus entrañas el silencio puro del éxtasis colmado, y el maduro temblor de los membrillos y la fresa.

Héroes y Santos, luz de tu verdad,

y en tu aparente orgullo la humildad de Fray Juan de la Cruz o Sor Teresa.

PALACIO DE LAS DUEÑAS

Nidal de la belleza femenina, sillares con blancura humanizada, huecos cuadrados para la mirada

LAS MURALLAS

Barro cocido en sangre y en amor, anillo inmenso de fornida dama, romance que hacia el cielo se encarama con la flor de Castilla y con su olor.

Cuánta historia en tu barro: el resplandor de Celtiberia y Roma, la alta llama del Godo y Musulmán, el oriflama de la Cruz, de la espada y el honor.

Barro con osamenta de granito, con nidos de oropéndolas y el grito del alma comunera de Castilla.

En tu silencio y llagas la memoria viva de los vencidos, y la gloria

de Bravo, de Zapata y de Padilla.

LA PLAZA MAYOR

Ajedrez de recuerdos y aventuras, coso unas veces, otras veces foro, mercado universal, jardín y coro de humanas y de angélicas figuras.

Guardan tus soportales las posturas de Córdobas y Lunas, el decoro de los Villegas, el clamor sonoro de las Cortes, los Fueros y las Juras.

Plaza para el rosal y la capea, para Maitines lentos, y a una fea dispararle el piropo más rotundo.

Puerto para el embarque de Isabel que, transida de Dios, vuela con El a bisiar en su luz el Nuevo Mundo.

HOSPITAL DE LA CONCEPCION

Corazón y balcón de la ternura,

' los ángeles te velan aturdidos

y en música de salmos y de nidos te abres sobre el riñón de la llanura. En ti, todo es grandioso : la largura,

DOCIOMEM SES 17.)

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de ojos redondos y conciencia fina. cla lestarco lis ,

del insomne esquilón, los estallidos de la piedra en barroca arquitectura. ¿Madre, arcángel, panal, bálsamo, beso? Ay, todo eso en una pieza, y más que eso para la carne rota y la aflicción. Para Medina, y dentro de Medina, la sonrisa, la luz, la medicina de María y su Pura Concepción.

Patios enormes para la rutina del paso, del silencio y la llamada ; regla escalera para la cascada de la cola, del chal y papalina. Princesas de Láncaster y Borbón, de Trastamara y Austria, fueron, son . luz en tus piedras y en tus sombras vuelo.

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Quieres ser madrigal y eres romance donde las Dueñas, entre lance y lance, dejan algo de tierra y más de cielo. Máximo GONZALEZ DEL

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